jueves, octubre 29, 2009

SIEMPRE BIEN


DE UN POEMA DE SANTIAGO TENA...

Haga lo que haga, diga lo que diga, sienta lo que sienta y pida lo que pida,
todo está siempre bien.
Piense lo que piense, siga quien me siga, ame cuanto ame, diga cuanto escriba,
todo siempre está bien.
Ande cuanto ande, rime cuanto rima, ande con tus pasos, con tu paz, tu estima, niña perla vida,
sienta cuanto sienta, todo es vida.

miércoles, octubre 28, 2009

OCASIONES DE GLAMOUR DISUELTAS EN CAFÉ


A pesar de las fiestas previstas para avisar de la hora, porque el despertador resultó ser uno de esos artilugios que se adquieren en los bazares, en este caso originario de Brasil, se quedó dormida. Por lo tanto, mientras saboreaba el último buche de café, ya que no se sentía mujer sin ese primer estímulo a la hora de iniciar el día, comprendió que era tarde. Pero, ¿demasiado tarde?... Por suerte pudo simplificar ofreciéndose todo tipo de atajos y, cual exigía el guión, desaliñada y en gabardina, solo la ropa interior debajo por toda otra vestimenta, salió al encuentro de un taxi. Tuvo suerte y no hubo de esperar apenas. A su favor, dado el aspecto que llevaba, el fin que justificaba los medios: acudir sin retraso cuando ponerse ante la cámara iba a suponer en verdad la oportunidad de su vida, merecía toda incorrección. Además, desde que las costumbres asiáticas están de moda y, como en China es usual que la gente vaya en pijama de compras, por ejemplo, por las calles del barrio, bien podría justificar su presencia de esa guisa como excentricidad oriental en occidente.

Al fin, llegó al rodaje justo cuando el director ordenaba, “acción”.

Entonces, conforme a la escena que se iba a filmar, irrumpe como tornado sin norte, resuelta a solucionar algo a la primera para evitar la subsiguiente catástrofe. Saca una llave del bolsillo de la gabardina y la usa para abrir la taquilla guarda equipajes de la estación de ferrocarril donde aguarda su novio. George, que permanece impecablemente a la espera en el andén, la ve llegar con el recuperado bolso de viaje y corre hacia ella. Se abrazan y, el apuesto Clooney sube al expreso a tiempo.

El director ordena “corten” y felicita al gran George. Ella observa con admiración- verdadero arrobo para no engañarnos- a su momentáneo compañero y espera. Precisamente, el actor estadounidense, haciendo los honores publicitarios a ese café que anunció recientemente, hace que la avisen y cuando la tiene ante sí, susurrantemente afirma: “quizás podamos vernos después que te duches, querida”.

Ella se queda como se queda uno tras un apunte cual el que se acaba de narrar y el “bello”, el apuesto, el multimillonario protagonista, se aleja coincidiendo con un cinematográfico fundido en negro.

“Un berrinche sin necesidad”, se lamenta totalmente estupefacta a la vez que se desplaza por el pasillo de la casa de una pared a otra. “¿Y por qué? Pues porque no se deben mezclar las churras con las merinas. El exceso de “agua de valencia”- martes en la noche- enjuague cervecero por anticipado, es lo que tiene. Produce un trastorno etílico alucinatorio, o pesadilla, durante la cual todo es posible y se conocen las grandes verdades de la vida. ¡Ay, quién me mandará!”.

Luego, ya en el salón, otro instante para enmarcar queda registrado solo para sus ojos: si el más anhelado de los varones, el más glamuroso, se atreve con cualquier ordinariez, al fin, tipos como Clooney son un clon, el émulo de ese otro, quien bien podría ser su compañero, novio o marido- le duele la cabeza y ahora no lo recuerda bien- que mira la tele despreocupado y en calzoncillos mientras eructa.

lunes, octubre 26, 2009

EN EL CARRIL BICI


Durante los años de la crisis, allá por el fin de la primera década del siglo XXI, algunos ayuntamientos, para financiarse mejor, dispusieron o acondicionaron, en el caso de que no los hubiera, los populares carriles “bici”, gravando su uso mediante una tasa de la que quedaban exentos los consumidores de productos elaborados por los patrocinadores de tales espacios. A la entrada de uno de esos circuitos, por ejemplo, los practicantes de carrera o marcha, debían pisar sobre una plataforma que leía los destellos de un pequeño electrodo alojado en la suela del pie con el que se prestaran al control. Fue el caso de las zapatillas NIQUÉL, calzado estrella y marca inversora para el sostenimiento de espacios deportivos urbanos- M.I.P.S.E.D.U. Utilizar los servicios municipales al aire libre, así “vestidos”, suponía gratuidad absoluta. Posibilidad inversa, por cierto, a la de los que carecían de una uniformidad como la dicha. Estos quedaban abocados al abono in situ de la cantidad estipulada a los efectos de recaudación que se pretendieron desde las correspondientes tesorerías municipales. Además, la administración central, el gobierno, puso en marcha el PLAN PONTE LAS BOTAS, propósito dinamizador gracias al cual los consumidores de prendas deportivas- en especial los afectos a los nombres más publicitados- recibían una bonificación o descuento: al fin acicate para que la gente consumiera y adoptara hábitos saludables. El Ministerio de Igualdad, incluso, estableció una norma según la cual, siempre que concurrieran mujeres a los circuitos de resistencia o velocidad, todo varón ejercitándose en ese momento, debería proseguir, si es que era su gusto, pero con unas argollas de plomo afianzadas alrededor de sus tobillos y destinadas a lastrar las posibilidades atléticas del tipo en cuestión. Luego se descubrió que las "ultrazapatillas" producían cáncer y los consistorios debieron conformarse con habilitar ese terreno para el paseo de fumadores irredentos. Eso sí: al final todos suicidas y arruinados por su vicio, se desmantelaron los límites artificiales que salvaguardaban esas pistas y los coches recuperaron un espacio anteriormente propio.

viernes, octubre 23, 2009

CRIATURAS ESPECIALES


La observo sentada sobre la acera, al borde de la calzada, ocupando espacio con los pies sobre el carril bus. Va de negro, lleva un bolso de saco y guarda silencio. Espera a alguien, lo sé, aunque desprecia el paso de las horas. Parece un muñeco, una marioneta sin manipulador, una promesa desventrada y, sin embargo, asemejarse a algo o a alguien no supone condición adquirida obligatoriamente… Todos los autos que circulan por allí, turismos y transportes públicos, sortean su presencia. Y, si evitan el uso de la bocina, es porque, en realidad, no la ven. Se asombran más tarde porque no hay obstáculo ante sus ojos y, a pesar de ello, modificaron la trayectoria habitualmente seguida por los que transitan en esa dirección. Además, cómo iban a saber que ella, a quien le da igual la vida también, permanece de esa temeraria guisa porque sabrá encarnarse cuando convenga y espantar vengativamente al tipo con quien tuvo tantos horrores, y aún ausente… Corre el riesgo porque está muerta, es un fantasma urbano. Yo lo sé… Sí, yo lo sé porque todos los difuntos deambulan con o sin asuntos irresueltos durante las fechas que separan a octubre de noviembre. Es cuando se representa el Tenorio y los anglófilos hacen ruido con sus calabazas incandescentes. Ella es un ánima más, les digo, y yo soy otro cadáver. Perecido pero en trámites de absoluta y definitiva mortandad.

miércoles, octubre 21, 2009

TAMBIÉN POR CANDELA


Mentiría si dijera que, de entre mis sentidos, es el olfato el que ejercito con más éxito. Sin embargo, hace un minuto, viniendo de la cocina hasta la sala de este piso nuestro, mientras convocabas a Morfeo a fin de reposar felizmente, te reconocí acompañándome… Nada digo de desdoblamientos ni de otras presencias paranormales. Es que el aroma de esos pitillos que fumas, los de todos los días, los que, sin duda, pasan desapercibidos para mí después de la incandescencia habitual y propia de antes o después de las comidas, quizás como otras veces, columpiándose sobre las moléculas de aire en ese momento estanco porque las ventas permanecen cerradas- el otoño reclama ya su óbolo de austeridad y abrigo- esa emanación, digo, ha sido detectada por mi pituitaria. Es un olor que no identificaré como pigmento que te represente, pero, sin ser tu perfume, sin resultar fragancia personal o artificial que constituya seña o razón de ti, ahora es la prolongación de los besos con los que nos hemos dado las buenas noches, de los abrazos, del cariño, en fin, sin aspavientos ni otro exceso sentimental. Fue la ocasión para la ternura última de todos los días y reconocerte aún conmigo, puesto que reconozco tus rastros, porque sé de los entresijos de todo lo que supones, me llena de contento. Yo no sabré expresarte mi amor tan a menudo como a ti te gustaría, ya sabes que los hombres somos de un solo aserto y, dada nuestra palabra, semejante al monolito que siempre está a la vista- constante justificado por nuestros propios actos, según confiamos- descartamos abundar en lo que, por otra parte, vosotras necesitáis tanto. Así que, sin oropeles, sin ecos de las voces de los poetas, nada más y en breve, TE QUIERO… Por cierto, ¿me das fuego?

martes, octubre 20, 2009

ROMANCE DE LA BOLSA DE CARREFOUR


La simpatía, conviene, es eficaz la risa y cunde la vida cuando gracias a la parodia irónica se habla de lo cotidiano: he aquí una muestra.



Romance de la bolsa de Carrefour


Por Antonio Burgos. ABC. 06- 09- 2009


GUARDE silencio la oferta del yogur sin calorías. Que se pongan negro luto azúcar y sacarina. Media asta en los envases de dos litros de lejía. Pongan cara de tristeza las cajeras en su línea. Crespón negro al detergente y otro a la pescadería: que tome color carbón la plata de las sardinas; lloren lágrimas saladas cazones y pescadillas. Y que el rojo del añojo que hay en la carnicería tome tintes funerales, sea de lomo o sea costilla. Que todas las marcas blancas se pongan negra mantilla. Se acabó lo que se daba: no hay más bolsas gratuitas, bolsas del Club Carrefour, bolsas útiles, divinas, que luego para mil cosas en tu casa te servían: para guardar ropa sucia, para guardar ropa limpia, para tirar la basura, para mil cosas distintas.
Yo vengo del Carrefour, que era una gloria bendita, con los precios más baratos y las ofertas más lindas, los detergentes más limpios, las fregonas más lucidas, las lechugas más romanas y las mejores endivias, las sandías siderales y los pepinos que envidia le daban a los maridos, que no sé en qué pensarían, pues al verlos las mocitas de rubor enrojecían.

Yo vengo del Carrefour, ay, yo no sé por qué iría. El alma traigo en los pies, desolada y decaída. Otras veces esta vuelta rebosaba de alegría. Venía con veinte bolsas a cual mejor y magnífica. En la una las gamuzas que el polvo atrapan y limpian; en la otra, los yogures; en una más las delicias de las latas de caballa, de las marcas más eximias, el café Catunambú, aceite de La Masía, el queso del Caserío, la Nutella y la Nocilla, los filetes de ternera, las buenas latas de piña, cerveza de la Cruz Campo con caballo que relincha porque es «sin», Kaliber llaman, y ocho latas me traía. Otras veces que ahora evoco yo del Carrefour venía con bolsas como tesoros y al llegar a la cocina era Jauja lo que entraba en cada bolsa que abría. En la una el cilibán, limpia cuanto te imaginas; en la otra tres gamuzas, siete kiwis, tres bombillas de esas de bajo consumo que ahorran tanta energía, y en otra más cocacola que hay en la América misma, en esa versión que es ligth, ni azúcar ni cafeína.

Ya vengo del Carrefour, y lágrimas me caían, de nostalgia inconsolable cuando llegar a la línea de la Caja Diecinueve, que es mi caja preferida, va y me suelta la cajera, va y me dice así la niña: «Lo siento, ya no hay más bolsas, porque el aire contaminan y el agujero de ozono llega de aquí a la Argentina, que esas bolsas puñeteras no hay forma de destruirlas, duran más que duró Chaves presidiendo Andalucía. Por eso no habrá más bolsas -sigue diciendo la niña-, porque ahora son reciclables; las damos de cortesía, estas bolsas fabricadas sin daño a la ecología para que así se acostumbren los pepes y las marías, y se hagan a la idea de que dentro de unos días tendrán que comprarlas ellos, medio euro una valía, o que las bolsas de casa cada uno las traía, cada cual se las componga, que no hay más bolsas dañinas; lo llevas con las dos manos lo que has comprado, alma mía, o con dos co...ntenedores de compras de la familia, y al que así Dios se la dé, San Pedro se la bendiga».

En cuanto he llegado a casa he buscado en las reliquias del armario donde guardo los diarios de otros días, y allí te he encontrado, oh bolsa, oh querida bolsa mía, oh bolsa del Carrefour, bolsa de toda la vida, tan blanca, roja y azul, tan preciada y tan precisa. Te voy a poner un marco, oh bolsa, ay, bolsa mía, como un recuerdo de antaño, como parte de mi vida, evocación de los tiempos en que por la ecología no te daban el por saco que ahora en Carrefour se estila. Esto parece un atraco: «Venga, la bolsa o la vida». Esta bolsa sin Nikkei ya en ningún sitio cotiza; ni en Madrid ni en Guolestrí tuvo nunca esta caída. En Carrefour no dan bolsas, ¡me cago en la ecología!


miércoles, octubre 07, 2009

MONEY FOR NOTHING


Don Juan Andradas fue mi primer maestro. Aquel, en Cabanillas del Campo, provincia de Guadalajara, quien enseñaba a chavales de primero a octavo de la primaria de entonces. Todo en la misma aula y en horario de mañana y tarde. Luego, al cabo del tiempo y a este lado de la orilla del río de la vida, gracias a su magisterio, a la voluntad y el esfuerzo de mis padres y conforme a la gestión de las cartas que recibí al nacer- el profesor José Antonio Marina explica a sus alumnos y yo lo recuerdo siempre, que, todos, recibimos una mano de naipes cuando llegamos a este mundo y no importa si son más o menos propicios de por sí para el triunfo: lo que cuenta es saber jugar con lo que tenemos- digo, entonces, conforme a la gestión de esas bazas, soy lo que podría definir quien me conoce: para unos un gran tipo para otros muchos el ejemplo de quien deja demasiado que desear. El caso es que yo no me siento magnífico pero, si sumo mis bondades- que existen- doy juego… Pero traía a colación a don Juan, ya fallecido, porque, en una ocasión, ausente algo más del tiempo estipulado para el recreo matutino, supo, ya de regreso, conoció el desdichado lance protagonista del cual, entre otros, hay que nombrar al señor que redacta lo presente. Sucedió que, envalentonado por la inconsciencia, bobo de baba por creer que si no me veían tampoco iba trascender el hecho, por imitación absurda, salté por la ventana a los jardines de la escuela con el consiguiente riesgo. Es cierto que el edificio era de una sola planta pero, además de intervenir en una memez- quien diga travesura pretende conciliar lo inconciliable- corría el riesgo de haberme hecho daño por una mala caída. Por lo tanto, no voy a decir que recibí una sonora bofetada porque, si soy riguroso habré de llamar a las cosas por su nombre: fue una “hostia” como Dios manda. Una descarga contra mi rostro- y contra el de los otros pandilleros- que supuso una señal, un aviso, y la sospecha de un soplo de amargura advertida en los asustados ojos de mi maestro. Una expresión que temí porque me daba alas para considerar que aún habría más. Y no, precisamente, un escarmiento del tipo “yo te parto la regla de madera sobre el lomo”, sino tornándose riguroso a la hora de calificar los exámenes, cercanos, con los que se cancelaba el curso. A mí me dolió en la estupidez, me dolió en la carne de mis padres de los que esperaba una respuesta muchísimo más severa y sufrí a ojos hiel lo que creí catástrofe académica: un abismo para quien era estudiante cuyas calificaciones estaban generalmente valoradas con una media de notable. Además, suspender Lengua o Matemáticas, por aquellos días, era tanto como firmar el alistamiento voluntario para repetir curso… Pues bien un trato así hoy, hubiera merecido el juicio de acto violento e injustificado, arbitrio antipedagógico, etc.… Intolerable pasado que llama a los adalides del buenismo en pos de una refriega libertadora y cauterizante. Porque ellos, los que pregonan “vamos con palomas y ramos de olivo que detendremos a los malos”, a la hora de desautorizar lo que no les gusta, arramblan cual ejercito inmisericorde de la verdad única. Hombres y mujeres, al fin, que evitan el contexto actual, que no quieren admitir que vivimos en el otro extremo. En el templo del desacato, cuando no humillación bárbara, donde rezan con palos igual alumnos que padres. Esos mismos que utilizan a sus criaturas para obtener ventajas durante los procesos de divorcio y “solución al exceso de amor eterno” que se juraron antes de ingresar en las trincheras donde se parapetan acompañados de los leguleyos a los que pagan. Y siendo así que, ni tanto ni tan calvo, los profesores despotrican contra las familias, los padres acusan a los profesores y los alumnos se pasan por el forro a los unos y a los otros. Viene el del sindicato de estudiantes asegurando que todo es culpa de los fascistas y de este sistema heredero de Franco. Llegan los de la asociación de padres “efe”, por ejemplo, y claman porque con un único modelo de educación, que ha sido de izquierdas, en lo que a los años de democracia incumbe, no se puede y por eso mismo nos va como nos va. Y en los debates, esas reuniones radiadas o televisadas donde se supone que comparecerán distintos representantes y especialistas, portavoces con una sensibilidad atenta al intercambio de soluciones, solo se escucha al que ladra más… Por cierto, como en los foros de internet… Luego, desde cada minarete, llega la salmodia conocida. Que hacen falta más medios y dinero para la enseñanza, mejores horarios para que los padres puedan conciliar sus responsabilidades y aspiraciones laborales con sus obligaciones paternales… ¿Y los hijos? Los hijos siguen descojonándose como marranos en el botellón de las siete menos cuarto. Porque ellos no tienen ningún problema. Crecen sin cortapisas, conscientes de sus derechos, acostumbrados a tener lo que se les antoje, hagan lo que hagan, e ignorantes absolutos cuando se menciona la palabra “deber”. Pero reciben, como en el título de la canción de los Dire Straits, MONEY FOR NOTHING, dinero por nada: todo por nada. Todo para que no molesten. Todo para que se entretengan y no den la lata. Todo para que los tengan guardados en el colegio, en las academias, en las escuelas deportivas o en cualquier lugar habilitado donde los reciban mientras estorban o llega la hora en la que puedan ser atendidos. Y sí, son los agentes del caos. Porque padres y maestros se sienten antagonistas e incapaces de dialogar: los profesores hartos de batallar contra molinos que son gigantes, lo que les lleva a la desidia, y los padres ausentes de toda otra preocupación que no rime con apariencia. ¿Para cuando la noticia de un colapso tutorial provocado por la afluencia general de padres, semana tras semana, interesados de verdad en la suerte escolar de sus hijos?… No, que nadie me venga con pamplinas del tipo, “pues mis padres me quieren mucho y mis maestros son los mejores”. Hay lo que hay, y esto es un mundo de cabestros. Un mundo donde la diversión es el cotilleo y la estancia en un gran centro comercial… Ay don Juan, menos mal que no ha llegado usted a ver esto, menos mal. Se hubiera muerto igual, pero de asco al enterarse. Yo le debo los cimientos de mi vida, y aquella bofetada, querido maestro, no fue más que un desesperado sopapo: luego, sí que ha dado cornadas la vida.

martes, octubre 06, 2009

EL POSTRE


Sí, es verdad. Aquella tarde hice todo lo posible, incluso derramé mi copa sobre tu blusa por ver si, gracias a la confusión que se produce tras un accidente tan propio, lograba advertir sobre la parte desnuda de tus pechos el famoso lunar color canela del que tanto me hablaban los amigos. Juraba en especial uno de ellos, que dijo te había visto desnuda duchándote después de un partido de badgminton, que era como una luna en órbita. Pensé en las areolas tuyas como en el disco planetario más hermoso o, por lo menos, deseable como ninguno… Sin embargo, solo después de acostarme contigo salí de mi error: era un sistema de doble estrella sobre el volumen universal de tus senos y el astro, con relieve, con dureza de alfanje, casi con sentido propio, era a su vez centro de la galaxia de una voluptuosidad indiscutible: doble centro, doble espada, doble prominencia de chocolate.

¿Me puedo pedir el postre ya?

sábado, octubre 03, 2009

TRENES


Los trenes, las estaciones, el olor a carbón, a gasoil impregnando la grava del balasto, los viajeros, los bancos de madera donde sentarse y los grandes vestíbulos en las capitales, esa ciudad dentro de la ciudad donde unos entraban y otros salían a la orden del magnético requerimiento de la prisa, hoy razón de enloquecida velocidad, mientras algunos más contemplaban esa latencia humana a mordiscos devorando un bocadillo de mortadela. Los trenes lentos, sucios, abarrotados sí, y, sin embargo, umbral indiscutible de la aventura… Fíjense que, de niño, hice de las estaciones el parque temático donde pasaba las horas feliz, bien abastecido de pipas y atento al anuncio de la llegada de tal o cual correspondencia. Tengo, incluso, un recuerdo romántico, agradable y triste, luego de muchos años de apearme y pasear por los andenes de la estación de Medina del Campo, en Valladolid. Hasta resuena en mis oídos la voz del empleado que se encargaba de la locución dando aviso y detalle de todas las circulaciones. Sin embargo- de ahí el poso de contrariedad al que aludo- la tecnología y el comercio, las necesidades y exigencias de una sociedad que demanda nuevas red es de transportes, las estrategias y prioridades de cada administración, han relegado a este antiguo e importante enclave para la distribución de viajeros y mercancías entre el norte, el centro y sur de España a la categoría de desolado y nostálgico mundo perdido…. Conocía los nombres, los colores, la composición de cada convoy, el sonido de las locomotoras y sus sirenas. Me imponían las grandes máquinas de tracción diesel, como las del Expreso Costa Brava con destino Zaragoza, Lleida, Tarragona, Barcelona, Girona y Port Bou, sobre todo al estacionarse en el anden primero de la estación de Guadalajara, ciudad en la que residí. Un punto o parada comercial dentro de la línea Madrid Barcelona que recuerdo con simpatía, sobre todo antes de su reforma: la sala de espera, con acceso posterior al puesto de venta de tabaco, revistas y periódicos, era un lugar prácticamente inhóspito y sin otro atractivo que los libros allí visibles, en el expositor del quiosco. Tras la vidriera todo el glamur de la novela negra europea volúmenes de Simenón y Ágata Christie. Pero nada más. Aunque busqué otros títulos y autores, nada. Nunca pude dar noticias de variedad sobre aquellas estanterías… El caso es que puedo contar batallitas de viajes, adioses, recibimientos, y narraría en tiempo y hora las vicisitudes de la modernización de los coches y servicios, durante mi adolescencia y juventud. Proceso cuyos resultados son la eficiencia y corrección actual, la excelencia de horarios bien cumplidos, distancias que se cubren en mucho menos tiempo con mejores condiciones de destino que las del avión e intenciones ecologistas. Hoy tomar un tren es desplazarse cómodamente sin otro horizonte de incertidumbre que el derivado de apostar por un minuto de anticipación o demora hasta llegar a destino. Es verdad que los operarios de la Renfe siguen siendo tan ineptos como de costumbre, incapaces de dar una información- ni correcta ni incorrecta- cuando las contingencias de la vida o el azar sumen en la perplejidad al pasaje, por no decir evidente perjuicio. Pero los trenes son limpios- menos los lavabos porque son muchos los marranos y marranas con plaza y asiento en cada coche-cómodos y rentables. Nada que ver por tanto con esa gozosa efervescencia que provocaba viajar en aquellos tiempos: aún contando con las evidentes penalidades experimentadas. Y con esto no quiero decir que cambiaría las tropelías de un tiempo pasado por la asepsia actual. El misterio y la emoción que tuvieron los trenes era un añadido compensatorio estimable y, como a la fuerza ahorcan, obligados al contrato de las tartanas dichas, un momento de humanidad,-para bien o para no tan mal, pero sin duda memorable- obraba como lenitivo. Así es que me atengo a lo que hay, ya que no puede ser de otro modo, sin menoscabo de decir lo que parece obvio: no todo paso hacia delante es el de un camino que nos permita continuar indemnes. Algo se ha de pagar a cambio, lo sé, de modo que, por lo menos, nos queda la constancia de reconocernos en esa parte del espejo de nuestra propia vida. Lo único que lamento es haber tenido que prescindir de una tarde de ferrocarril. Ya no te dejan pasar a los andenes y si lo hacen avistas los convoyes allá a lo lejos salvo que seas uno de los oportunos usuarios. En fin, ver, apreciar poner los propios sentidos en juego para conocer, quietos o en marcha, mirar como se empequeñecían hasta desaparecer conforme la guillotina del suelo cercenaba topando con los cielos toda visión o acto final de un ciclo. Trance siempre originado en el anuncio de la llegada de ese mismo tren- ¿acaso no son los mismos trenes si se van cuando regresan?- la proximidad de un Tren Tranvía, de un ELECTROTRÉN, de un TER, de un TALGO o de un EXPRESO: verles entrando en agujas, comprobar que el carril, la vía donde acababan estacionándose era la que uno previó- en caso de desconocer antes esa particularidad- el fin de la marcha para que los viajeros que lo dejan y los que lo toman puedan hacerlo con tranquilidad y diligencia. Y, como plato definitivo la orden de salida dada por el factor conforme al protocolo previsto, el arrebato de sirena o despedida y el "entortugado" inicio y abandono de ese guarecido lugar bajo la marquesina ferroviaria que había ocupado el tren hasta ese momento. .. En fin, cosas de aficionado, pero, ¿no relataría con igual pasión un acontecimiento vivido, por ejemplo, el amigo del balompié de los Gento, Kubala, Di Estéfano o Lapetra?

jueves, octubre 01, 2009

LA NOVENA POR SORPRESA


Escucho a través de la tele y veo la interpretación de la Novena sinfonía de Beethoven. En el teatro Monumental de Madrid, por la Orquesta y Coros de RTVE dirigida por Adrian Leaper y con la participación, como solistas, de la soprano María Espada, la mezzosoprano María José Montiel, el tenor Vicente Ombuena y el barítono Rodrigo Esteves. Es el VII Concierto Homenaje a las Víctimas del Terrorismo presidido, en esta ocasión, por los Príncipes de Asturias… Y me emociono como si fuera la primera vez que escuchara la gran obra del Maestro alemán. Lo confieso sin pudor, tanto como para llegar a las lágrimas… Mientras dejo que la música entre por todos mis poros pienso en los ejecutantes, en el director. Las cámaras ofrecen primeros planos que abundan en el detalle. Un dedo que pulsa una cuerda, los carrillos de los rostros de los intérpretes de la sección de viento llenándose de aire, las manos del percusionista sobre los timbales… Tengo la sensación de ver en ellos, en la orquesta, como la música se encarna. Toma los cuerpos de los profesores y profesoras y, al ser uno con los instrumentos de los que se valen para colaborar en ese bien superior que es la sinfonía, llega a manifestarse de manera visible… La confianza entre seres humanos, la voluntad de participar en un logro común y el grado de felicidad que sobreviene, sobre todo una vez culminado el proceso, ofreciendo el producto artístico- en este caso- permite efectos de humanidad tan deseables como los que querríamos para la vida cotidiana… Disfruto de la ocasión. Ha sido por casualidad, desconocía la programación de este evento. Subo el volumen del electrodoméstico hasta el máximo porque deseo ser el destinatario único de lo que sucede. Quizás que la casa se impregne también de algo como sagrado que entiendo equiparable a la excelencia administrada sin filtros, sin reservas, en aluvión: tal cual se produce y en las dosis necesarias para emocionar, para hacer de nuestro ser sensible un ente mejor dispuesto, mejor encaminado… Entran en casa y aviso a fin de evitar la celebración de los saludos con el gesto universal de pedir silencio. Son los últimos minutos… Qué reconfortante impresión apreciar la belleza en lo que uno percibe como hermoso: parece una redundancia, pero existen demasiadas loas a lo preciado por persuasión o auto convencimiento. Conviene, sin embargo, saber en carne propia que lo vibrante dejó de ser partitura para oficiar como resonancia de vida. El auditorio aplaude entusiasmado. Yo apago la tele porque me esperan y quien me aguarda merece lo más cariñoso de mi atención.