jueves, noviembre 26, 2009

EL VALS DEL ADIOS


Concluía la música pero no el asombro. El sonsonete musical de los aeropuertos rara vez se interrumpe y la emisión de un vals para celebrar tu marcha- que te vas y lo haces contenta, que no será para siempre y que si lo es, incluso obligados a regresar al pergamino, al vuelo de las palomas o al mensaje a salvo de las sales marinas dentro de una botella, encontraremos el modo y manera de saludarnos tan fraternalmente alegres como ahora- que suene un vals, digo, para escenificar una cariñosa despedida, debe ser cosa de indudables influencias por tu parte o de ingenio sin límites. Apuesto por lo segundo y, además, te pido disculpas. Tu partida y la noticia de la misma han sido oportunidad que me ha pillado por sorpresa- Morfeo te propone audacias porque sabe que no te resistirás- y, entre faltar a esta cita y acudir en pijama a la misma, invoqué tus indulgencias y la comprensión de los amigos que están aquí contigo. Al fin y al cabo tú duermes y yo dormía. Estoy despierto en tu sueño y nos hemos abrazado tras ser apadrinados por Chopin. Gracias por el brindis onírico amiga mía.

lunes, noviembre 16, 2009

EL MICRÓFONO MÁGICO


Anuncian la navidad casi desde principios de noviembre. Sin nombrarla las más de las veces, pero los productos ahora a la venta son los de consumo predominante en las fechas antes dichas. Y entre tal avalancha de mercaderías, los juguetes. Por ejemplo ese micrófono mágico que ofrece la oportunidad al niño, preadolescente o adolescente total, de asumir… No, más que eso. En realidad lo que estos experimentados sucesores de lo más excelente de la tropa fenicia proporcionan es un valor de otro rango. Mencionan los atributos de una pieza que permitirá a su usuario- seguramente fémina- mostrarse ante el espejo o “in situ” de cara a un publico afín, cual lo haría la mismísima Hannah Montana, protagonista de la serie televisiva del mismo nombre y parte de la programación del canal de Disney. Pero no como quien se disfraza de, sino encarnando los mismos atributos y habilidades que caracterizan al citado personaje. Es decir, el juguete obra el milagro, no la imaginación infantil. Si se carece del talismán, que encontrarán todos ustedes para sus niñas, niños y no tanto, en los comercios autorizados del ramo, no hay prodigio. Nada. Gran Hermano- no el que presenta Mercedes Milá en TELE 5- departamento de entretenimiento y servicio de ventas para jóvenes criaturas, vaticina, como Moisés descendiendo de la montaña tras sus tratos con la Zarza Divina, que esto es lo que hay. Que los niños y no tanto están imposibilitados para realizar antiguos sortilegios según los cuales bastaba una caja de zapatos para lograr el camión de mayor tonelaje. Ahora, si no hay un émulo de los grandes fabricantes de este tipo de vehículos, la ilusión se atora y deviene en chasco. Se produce la consiguiente alarma y un ejército de trabajadores sociales, sicólogos, sociólogos y otros “ólogos” perfectamente reputados, avanzan en singular formación de auxilio, armonía militar que hubiera resultado el orgullo de las legiones romanas de Julio César. Esto supone un gasto inadmisible y una intolerable villanía: Los niños no tienen necesidad de pensar. Como ya decían Les Luthiers en aquel programa suyo, LA TANDA, ¡quien piensa, pierde! Y no queremos forjar una estirpe de pusilánimes abocados a la desnaturalización que supone la incapacidad para ocupar el puesto oportuno cuando corresponda y así disfrutar de los diez minutos de popularidad televisiva a la que tiene derecho todos los ciudadanos recuerden o no lo que significó la caída del muro de Berlín… En fin, incluso los adultos hemos de tomar nota. Si queremos recuperar la sensibilidad de tiempos pasados, el candor y la efervescencia de la infancia, en vez de buscar en el BAÚL DE LOS RECUERDOS de Karina, conviene que demos lectura a los catálogos que los carteros comerciales dejan en nuestros buzones o nos conectemos al UNIVERSO INTERNET para reverdecer nuestros añorados laureles, eso sí, siempre previo pago.

sábado, noviembre 07, 2009

DE LO GRATUITO A LA MISERIA


Un aspecto, no sé si recomendable pero, desde luego, santo y seña de la radio difusión moderna- por lo menos en España- es, no solo la desilusionante posibilidad de conocer la identidad física de sus profesionales, sino el espíritu emprendedor y viajero de las “estrellas” de cada emisora: periódicamente, informativos, magazines y otro tipo de programas hallan sede fuera de sus residencia habitual para aposentarse ocasionalmente en teatros, hoteles, pabellones y salas o salones varios. En todo caso es lo que hay y más vale no lamentarse de que sea así. Va con los tiempos y al galope: los avances tecnológicos propician casi cualquier cosa… Sin embargo, y será que me estoy haciendo viejo, concurrir a una de estas citas, por curiosidad, admiración o respetuoso afecto, es otro lance, propicio para experimentar lo mucho que me molesta la gente. Y no por la gente misma, que lo que se hace en público a público atrae, no. El malestar tiene que ver con la cantidad de impresentables que viene a contaminar lo que siempre hubiera podido ser una celebración más tranquila. Está la señora madre que ocupa sitio con una criatura de teta- apuesta por el sollozo estentóreo más que clara- la otra que, incapaz de acudir, si ha de ser con ellas, a un parque para que las niñas se entretengan, concurre con sus hijas- que terminan entrando y saliendo ya inconformes con todo- o los muchos que necesitan un testimonio gráfico de recuerdo o como trofeo y se plantan donde les place a esos efectos, sin importarles la presencia de quienes están allí nada más que para lo que es aquello: escuchar y, si se puede, contemplar a los hablantes. Y, de los que llegan cuando el aforo delantero del espacio con asientos donde se desarrolla el evento está completo, permaneciendo de pie, estorben o no la legítima llegada de quienes, con plaza porque la hay, se presentan con el solo ánimo de asistir a la convocatoria como Dios manda, ¿qué me dicen?... En fin, otra reprobable cuadrilla egoístamente tarda en apagar sus telefonías, repleta de desaprensivos y dueños del lugar, contra y por encima de quien sea, para dialogar cuando lo que se precisa es silencio, mas interesados en la facha de quienes a todos nos reciben que en aquello que tienen o no que decir. ¿Tienen la culpa los oficiantes? No. ¿Tiene la culpa los que prestan y proporcionan lugar? No. No obstante siempre he pensado que lo gratuito envilece a la masa. Basta anunciar algo que no ha de costar dinero para que la miseria humana se muestre descarnada y constante: como un tropel de jamelgos enloquecidos, como un torrente de ansiosos sin medida, cual el fiel exponente de la animalidad más rancia. Por eso, para estas o cualquier otra convocatorias es mejor disponer de un local con límite de asistencia y cuya entrada suponga un desembolso de dinero por mínimo que este sea. Es algo que disuade enseguida a muchos de estos cabestros de los que ahora hablo. Se confunde servicio público con inexistencia de coste y, en las condiciones de amasijo que supone ofrecer algo GRATIS TOTAL, por lo menos hoy por hoy, se apuesta por el resultado mediocre de esas caravanas de fiestas cuando desde las carrozas se lanzan caramelos- a veces se arrojan con intención de proyectil- y hombres, mujeres, niños y abuelos pugna al modo de Jean Claude Van Dam unos contra otros como si nunca hubieran visto un dulce así… En fin, la próxima vez me quedo en casa.

lunes, noviembre 02, 2009

NO DORMIRÁS LA SIESTA EN DÍA DE MALA FIESTA


A las quince horas como a las tres de la mañana: nadie por las calles. Unos comen, otros duermen y, algunos, muy pocos, caminan… Había dormitado un buen rato al cobijo de un buen árbol, uno de aquellos cual el amante de Apolo, Cipariso, hijo de Télefo, descendiente de Heracles, sin hacer caso de lo que le dijeron en la taberna: “Mañana, como los martes: ni te cases, ni te embarques, ni te duermas bajo un ciprés al recostarte. Ya sabes que los que reposan sobre las raíces del árbol más triste, despiertan en el despiste…”. Y se apresuraba por la calle principal del pueblo porque llegaba tarde a casa. Sin embargo, aún presa de los bostezos, fuera por hambre fuera por galbana a pesar de las fechas- que ya acompañaba Don Juan a doña Inés en el sofá- termino a pies juntillas ante la puerta ilustre del cementerio… ¡Claro, lo del despiste!

Pero no. Dos horas después comenzaba a desesperarse… Dos horas o catorce, daba igual: el reloj de pulsera permanecía firme señalando las tres y nadie. Ni un vecino al que preguntar o con el que saldar sus ansias se encontró durante todo ese tiempo. El caso es que, tomara la calle que tomara, como si nunca hubiera vivido allí, finalizaba su camino frente a cualquiera de las otras puertas del cementerio.

Se había perdido.

Esforzado, ingenioso, decidido y, puesto que parecía carne de encantamiento, incapaz de encontrar la salida a ese laberinto de su mente.

Señaló los sitios por donde pasaba como hacen los que no quieren perderse por el bosque en narraciones para chicos. Memorizó los números de los portales y hasta llegó a recitar el nombre de las calles para orientarse mejor. Un esfuerzo de titanes o de locos. Todo para regresar al infortunio, como cuando caes en la casilla de la calavera del juego de la oca.

Al fin, le encontraron sobre el mármol familiar. Aquel bajo el que acostaron a sus padres. Tenía el rostro desfigurado y sanguinolento, y las sospechas de un acto criminal se extendieron entre chicos y mayores por toda la plaza.

El forense, no obstante, dictaminó algo distinto: nadie lo mató: él mismo se dio muerte. Envistiendo la tumba al parecer.

Una opinión que no solía discutirse, todavía los médicos en aquel lugar como los sacerdotes o los boticarios, brujos. Mas a partir de conocerse su suerte, otros, por lo “bajinis”, exponían en todo corrillo donde quisieran oírles la verdad verdadera de sus pesquisas detectivescas: “Si desafías a los males del despiste regresarás a la tierra de la que naciste. Y a éste, monarca de los descreídos, lo ha requerido la parca.”.