Entre las edificaciones más altas los termiteros, las catedrales y las fortalezas del odio, alturas de hosco adobe desde las cuales se combate al vecino hasta su exterminio aunque se disfrace el lance de puro intercambio de pareceres.
Antagonistas ideológicos o espirituales carne que se quiere mejor abrasada.
Los que manifiestan indudables deseos de cambiar el mundo suelen tener por indiscutible su concepción del mismo.
El empeño de las dictaduras a la hora de manifestarse de muy distinto y más amable signo, es irrelevante. Sin embargo, merece más atención el lodo, la zafiedad violenta del barro que reside en todo títere humano servidor de tan aborrecibles especímenes.
A la tercera va la vencida, se dice, ¿y luego?
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