Me dicen que lo despache enseguida, que salde el contratiempo con una afirmación o fórmula de compromiso más o menos parecida a la siguiente: la ausencia, mi incomparecencia, se originó en una oportunidad de vacaciones que supone partir y regresar sin hacer ruido. Que no estoy, que no estaba, que no estuve, pero, con estas mismas palabras, demuestro mis deseos de continuidad… Sin embargo, como diría un viejo amigo, obraría conforme a la “posturita fácil”. No, amigos, visitantes y demás lectores, no es así. Aconteceres, responsabilidades, prioridades nuevas o circunstancialmente decididas, son la suma de una presunción seguramente equivocada por mi parte: que los que supieron gozar del sitio esperarían. Bueno, el caso es que estamos aquí como siempre pretendimos y es el estío: ¡¡salud!!
Ah, y teníamos pendiente otra de toros…
Ah, y teníamos pendiente otra de toros…
DE JOSÉ TOMÁS A FACULTADES
Por Carlos Herrera
El Semanal 9 de septiembre de 2007
Aproveché la cita taurina anual con Agustín Hipólito Rivero Facultades en la plaza de Estella para pasar examen de chapa y pintura en el Hospital de Navarra –sepan mis enemigos que, lamentablemente para ellos, estoy como una rosa–, donde cabe toda celebridad médica y donde sacan del pozo negro de la enfermedad a un cada día más abultado número de pacientes. Estando de anamnesis con el doctor Valerdi, uno de los grandes especialistas europeos en tratamiento e investigación del cáncer, me llegó la inquietante noticia de que Facultades había decidido esa misma mañana llevar un poco más allá su matrimonio con el riesgo al anunciar a un grupo de íntimos su voluntad de poner en práctica esa misma tarde el pase de la cigüeña. Valerdi, acostumbrado a conocer vidas al límite, a trajinar con la vida y la muerte desde el burladero de la bata blanca, palideció: «¿Tiene conciencia del peligro ese hombre?», me preguntó, seriamente impresionado, cuando le conté que dicho pase consiste en esconder el engaño, la muleta, tras el cuerpo y, cuando el toro arranca y hace por ti, correr como una cigüeña por todo el ruedo sin que las astas del cinqueño siquiera te rocen. La realidad, después, superó con mucho las expectativas, como ha ocurrido con la gira veraniega que José Tomás, la otra exhalación del momento, viene realizando por una veintena de plazas afortunadas. Desde aquella prodigiosa tarde en Barcelona, donde, para de-sesperación de antitaurinos violentos, nacionalistas resecos y otros hierbajos, Tomás hilvanó la danza del fuego más puro, el diestro que tan bien maneja la zurda ha inyectado en los tendidos unas dosis de ilusión y turbación que no se conocían desde hacía mucho tiempo.
Sólo Facultades alcanza esa épica una tarde al año: la que se anuncia en Estella y a la que acude, en este ciclo en traje de luces repasado de modernidad, a hombros del Mercedes de Lorenzo, el jefe de los seguros Mapfre de la localidad. A Rivero no lo rozó el afiladísimo pitón del morlaco ciclópeo que le deparó el sorteo; antes al contrario parecía que iba a ser él quien hiriese al toro con su hambre de triunfo, con su desprecio por la muerte, con su delicada manera de someter seiscientos kilos de carne. Tomás, en Málaga, brindó la fotografía de la épica, el rostro de la batalla, el póster de la verdad: minutos antes de haberle dicho a Finito de Córdoba, director de lidia, «maestro, si no tiene inconveniente voy a pasar por la enfermería», el hombre misterioso de Galapagar agradeció estoque en alto a la presidencia el trofeo que le acababa de conceder por haber matado un toro que a punto estuvo de matarlo a él. Esa cara ensangrentada, esa ropa manchada y rota, esa serenidad en el rostro de quien acababa de batallar sin concesiones a vida o muerte es la foto del año, el escalofrío del año, la verdad del año. Otras cogidas han resultado mucho más graves que ésta, pero en ese sereno «gracias, señor presidente» está la realidad que sigue llevando gente y más gente a los toros, la fascinación de lo heroico, la magia y el misterio de la tauromaquia genuina.
Dicen algunas voces que es posible que Tomás acabe la temporada y no se vuelva a vestir de torero. No sería de extrañar: aumentaría su leyenda y haría de su corta reaparición un hito inolvidable. Vendría a ser como decir: «Aquí lo dejo, para que veáis cómo se llenan las plazas difíciles; ahora que venga otro y lo mejore». Facultades estuvo a punto de hacerlo hace unos años, pero él mismo reconoció que no podía dejar a la gente sin una referencia como la suya. Acababa de retirarse Curro Romero y otro golpe como ése era demasiado para la afición española. Ahora torea poco, pero se sigue vaciando en cada muletazo, cigüeña i
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