Tuve los ojos del fotógrafo, la mirada del reportero que, atento a la realidad, captura parte de la misma sin interrumpirla. A la vista de lo que ahora rememoro, podrían expresarse con acierto los detalles correspondientes a una estampa de otoño que se pretende invierno de inmediato. Pero no, vivimos en abril, ya y, lo desapacible de la luz, de la mar y de la playa, un aparecido que sin ser convocado se presenta, resultó ser naturaleza originada por el ocaso, razón debida al “finiquito” solar y al inclemente fin de la jornada. Fumabas de cara al Mediterráneo, probablemente avizor del barco que distraía la rotundidad del cada vez más apagado horizonte oceánico. Una costumbre que nos hace a los dos sujetos de conductas reprobables. A ti por fumar y hacerlo en un territorio pródigo en humanidad que desea disfrutar de salud y naturaleza limpia- no importa que, a esa hora, no hubiera nadie, ni tiene relevancia para el reproche la basura dejada sobre la arena, suciedad debida a esos que hubieran podido enfermar de haberles llegado una brizna del mal humo que exhalabas- y a mi por contemplarlo sin amonestarte además de recogerlo en este breve suceder de la escritura... Pero estabas de cara a la mar. Cerca de la primera de las edificaciones de verano, la que cuenta con un “chiringuito”- más temprano sitio de refresco, tapa y sombra- y próxima también al mástil donde se izan las banderas de señales que confirman o desaconsejan el baño. Los metros necesarios delante de mí como para que observara tu figura disparando el obturador de mis retinas, a fin de ofrecerte, hoy, estas instantáneas de domingo. Pensé entonces y me reafirmo en ello mientras me dirijo a ti por medio de este brote emocional de primavera, que la distancia existe, es una medida y conviene o no, según y cuándo. Porque vivimos muy encima, muy juntos. Demasiado al lado unos de los otros, como para darnos cuenta de quienes somos en realidad. Toca lo que toca cada día y la automatización de lo cotidiano nos obliga a dar por establecido lo que ya tiene rango de certeza y lo que pudiera ser puesto en duda también... Como el absolutismo de una riada a la hora de progresar: salvo muro que la detenga, lleva por delante todo lo que se ponga a su alcance... Así pues, dar un paso atrás, o treinta, o cien y percibir si los vínculos que nos unen a quien "encartamos" de atenciones, por así decirlo, permanecen idénticamente dispuestos cual en un principio fuera, no está nunca de más. No por desconfianza, ni por placer vano, no. La tramitación de tal iniciativa ha de surtir los efectos de la dádiva tierna, del regalo por el regalo- que es el mejor- de la cita preciosa con el gusto por apreciar el brillo magnífico de la presencia elegida. La personalización del amor y sus esencias, a menudo oculta tras la confianza de que existe, en definitiva. Un valor latente que redunda en la distribución de estas palabras y es signo determinante de lo que vengo a decir. Supone, pues, en lo que nos concierne, una oportunidad cumplida: la mar que nunca descansa, limita contigo al pairo de tus humos sosegados y yo te retomo para el regocijo de todos los días- sin haberte perdido ni haberme extraviado- como todos los días. Amén.
martes, abril 05, 2011
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