Si trascender supusiera la reedición de las emociones más sublimes, de la alegría, de la fascinación, del asombro, de la ternura, ¿a qué esperar?... “Por la luz de tus labios se podría ir muriendo” dice en una composición Víctor Manuel San José, y creo que es plausible admitir la vivencia de algo tan indiscutiblemente íntimo y, sin embargo, compartido, como el amor o el arte. El amor porque sus más nobles efectos se consiguen mediante multiplicaciones sencillas. El arte, porque tiene del amor lo que tiene de amor la vida y, en ocasiones, un bien conjunto que dé lugar a la empatía de los sentidos y la gratitud eterna, depende de la presencia de muchos… Si trascender supusiera tener el privilegio de saldar la vida propia contento de haberla vivido y, sobre todo, antes de ese deterioro expuesto a sufrimientos innecesarios que conlleva la natural decadencia de la carne, valdría la pena morir. Morir, por ejemplo, soñando una ceremonia donde los adioses sean una fiesta. Justo lo que propone El Cirque du Soleil en Corteo… Cortejo, en español, término italiano elegido para dar nombre a una creación inteligente y de espléndida factura. La oportunidad de adquirir un asiento que reporta visa para acudir a los confines de lo lírico sin necesidad de embozo alguno, conectar con el vértigo de lo truculento en aras de la magia, saber del embeleso incluso cuando la adrenalina fluye sin reservas y olvidarse de todo pudor acordando con uno mismo la apertura de mente y cuerpo necesarios- sin hurtarle nada a los sentidos- cuando, en el intercambio, gracias al talento y la excelencia de los oficiantes, se pueden estimar episodios vitales hasta ahora sólo reservados a los astronautas. Y diré además, a quien valore la asistencia a este espectáculo- o a Alegría, Quidam, Dralion, Saltimbanco- en términos económicos por encima de todo, una observación esencial: compréndase, a la vista de lo anteriormente expresado la inexistencia de un número de billetes ni monedas suficientes cuya suma permita comprar el plenario de regocijo a disposición de cada una de las personas con plaza bajo la gran carpa... Es la señal que queda en mí desde ayer, siete de agosto de este 2011, tras asistir a la función de Corteo sucedida a partir de las ocho y media de la tarde en alicante. Por fortuna en la mejor de las compañías, supe de la pericia, de la determinación, del esfuerzo, de la armonía, de la potencia, del sentido del humor, de lo posible y de lo imposible, de la belleza… “Reivindico el espejismo / de intentar ser uno mismo, / ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza / de encontrar en tu mirada / la belleza…”. Para mí, la misma belleza, ésta a la que acabo de aludir, enunciada en una hermosísima canción por Luis Eduardo Aute. Así que vengan a mí trapecistas, gigantes y enanos, payasos blancos, jefes de pista, atletas de la barra fija, duelistas del trampolín, ángeles, damas del alambre, amantes del tango, luceros sentimentales del aire, vengan los músicos, los cantantes, los operarios, los trabajadores, vengan y acompáñenme en mi funeral: yo también soy el payaso que sueña y que confía en una celebración alegre… “… bella ruggente pena, seren / come la rabia di amar / alegría /come un assalto di gioia… / /… del estupendo grito / de la tristeza loca, serena / como la rabia de amar / alegría / como un asalto de felicidad…*”
(*) Versos de la Canción ALEGRÍA, perteneciente al espectáculo del Circo del Sol que lleva el mismo nombre.
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