Si no es amor, pero amor sin adjetivos que lo apuntalen, sin adornos ni condiciones, permitir que, quien en esos mismos términos dice sentir y está contigo, ponga sus manos sobre la tibia piel en ocasiones- bastantes a decir verdad- objeto de su cariño y, “ a más a más”, cuando las extremidades de esas extremidades dichas, pretendidamente acariciadoras, resultan terminales a una temperatura que es propia de las sardinas congeladas, que venga ZP con su tropa de angelicales acólitos y afirme si es digna o no, tan tolerante anuencia, de figurar entre los entrañables procedimientos humanos atribuibles a ese invento suyo de la ALIANZA DE CIVILIZACIONES. Porque, digo yo, estar sujeto a impresiones como la citada, casi lindantes con la agresión gamberra que se ejerce en los recintos universitarios y colegios mayores cuando alumnos nuevos y veteranos se reúnen por primera vez- coincidencias denominadas novatadas en su día y hoy costumbre inconcebible gracias al imperio de su seudónimo: ACTOS DE INTEGRACIÓN- es una conducta cuyo valor pudiera equipararse a cualquier otro proceder heroico. Así que sí, el amor se sustancia cuando uno sufre un colapso glacial y, sin embargo, en el peor de los casos, salda el asunto con una tímida protesta. Y es amor, peinarse como a todo varón se le supone, sabiendo que habrá que armar la más encantadora de las sonrisas acto seguido: ella, inasequible al desaliento, consumará sus ínfulas de diseñadora mediante un estilista rastrillado del cuero cabelludo, maniobra que logra modificar a su gusto el oportuno orden piloso. Pero es amor, admitir que será como a ella le parezca el “torpe aliño indumentario” que a uno le corresponde. Es amor, con todo y la que vivimos sin saber qué hacer con el puñado de perras que teníamos por ahí, para un capricho un día o, en guardia a tiempo, intuyendo el advenimiento de la serie de infortunios con las que la vida nos exige el precio por tanto otro y tan bueno; es amor, deslizarse horizontalmente sobre el lecho de la noche de cada jornada y, al amanecer de nuevo, feliz porque la parca no nos ha robado durante el tránsito lunar, atento a hacer en breve, bien, aquello que sabemos hacer bien y por lo que nos pagan un salario nunca del todo justo, es amor, atravesar el umbral de las responsabilidades laborales de lunes a viernes y advertir una vibración a la altura de la entrepierna… no, los reservorios del pantalón son el lugar al que me refiero , por el “celular”, como se decía en el principio de los tiempos tecnológicos. Y es amor porque el cariño, sin necesidad de adjetivos que lo apuntalen, es una frase de saludo y aliento que se lee en el visor de una cajita parlante enviada por quien se redime en esas y se convierte en acreedora de ternura en cada abrazo, en banquera de salud que hace préstamos a fondo ganado para dos.
Claro, he dicho.
1 comentario:
muy pero muy lindo tu blog, me gusto mucho el cuento sobre la navidad, te espero a que pases por mi blog!
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