Pues, ya estamos aquí… Estamos, quienes leen y el que proporciona, en este lugar, esa lectura.
Y la primera cuestión es: ¿por qué tantos días sin actualizar el sitio, término, el de actualizar, con el que se denomina la inactividad, el atraso, la antigüedad en Internet…?
Pues porque… porque… Sí, porque la crisis nos ha sacado de nuestras casillas.
La crisis. Un acontecimiento propicio para elaborar disculpas o achacar responsabilidades, cierto. Ocasión de desastre económico que, de tanto mencionarse, produce empacho y supone descrédito de tanto como se usa para lo antes dicho.
Pero, bien, la crisis.
Desaceleración, crisis, recesión, ¿quiebra?... Terror en los bolsillos, en las constructoras, en las inmobiliarias, en los bancos y en los estados. Todo a salvo de la fortuna obscena con la que se pasean por este o por cualquier lugar los que amasaron dinero sabiendo, seguramente, que vendría lo que acaba de llegar.
El caso es que nos rasgamos las vestiduras, declamamos como en la tragedia escénica y nos animamos los unos a los otros entre plañideras cuales lo son en lides como las que vivimos. Lo hacemos no sin razón porque el asunto es serio. Otra cosa es que la solución de la hecatombe vaya a correr a cargo de los de siempre…
Sin embargo, no sé por qué, constatando que la humanidad y cada una de sus sociedades carecen de bondades y valores hasta el punto de propiciar un retroceso tan grave como el económico, hacemos como el que se encoge de hombres y damos por válido lo que hay resignados. No lo sé y me parece casi obsceno que nos tentemos solo la cartera: estaría bien palparse el corazón para saber cual es el índice de pulsaciones que nos hace dignos de vivir.
Mas, regresamos y contentos.
¿Y por qué no?
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