Hace sólo unas horas… Pienso en el material eléctrico empleado para iluminar el escenario del gran Teatro y confieso un anhelo de puro romanticismo: quizás la esencia de lo disfrutado perdura gracias al calor. A la temperatura que, de modo figurado, presumo aún sobresaliente en las candelas que se usaron para dar a luz la cita. Ahora se enfrían y volverán a ser refulgentes cualquier día de estos en otro lugar, pero, el caso es que me gustaría poner negro sobre blanco, con razonable fidelidad, lo sucedido durante dos horas, más o menos, como lo haría uno de tantos entre los asistentes al concierto que Joan Manuel Serrat ha ofrecido hoy 26 de marzo en Elche… Confieso que soy partidario de Serrat, admirador suyo, familiarizado con su obra desde sus primeros tiempos y deudor del “Nano”, por ejemplo, en lo que respecta a la vertiente poética de mis apetencias literarias. Ahora, desde la hora y día en la que manifiesto que no seré imparcial, afirmo que he asistido al mano a mano artístico de dos leyendas. Porque, si Serrat sólo a la guitarra- es así como inicia el recital, con la palabra de Miguel Hernández y los acordes de MENOS TU VIENTRE- supone mucho artista, en la compañía del gran músico y compositor- además de amigo suyo- Ricard Miralles al piano, hablamos de historia. De grandeza de la música en el mundo. De universalidad en catalán y en castellano. La intimidad de la propuesta SERRAT 100X 100 abunda en lo teatral, en la mejor de las acepciones de la palabra y es el verbo de levante, precisamente, el que predomina durante los comentarios que el artista intercala entre canción y canción. Él siempre interpreta sus composiciones en la lengua que las originó y, si reparte tiempo alternando ambas locuciones, en tierra dónde es parejo el uso de unos términos y de otros- con mejor fe entre las gentes sin galones a juzgar por el imperio y diferencias que manifiestan los administradores elegidos en las urnas- hace gala de ser mediterráneo e interesa, divierte y emociona incluso a los que como yo, por desgracia, somos sólo "castellano parlantes". No es el Serrat de los veinte años, veinte y veinte más veinte que ha ido proclamando al reciclar una de sus canciones, como, entre pícaro y guasón él mismo explica. No se le pueden pedir a un señor de sesenta y cinco años aquellos gorgoritos, pero canta mejor. Interpreta mejor. La versión que ofrecieron él y Miralles de PARAULES D´AMOR, por citar un momento verdaderamente mágico de los varios que se sucedieron durante su cómplice puesta en escena, supera a la mejor de las grabaciones sonoras. Además, lo que pudiera haberse calificado de frialdad ante el silencio, no sepulcral sino sagrado, de la abarrotada sala, supuso en verdad respetuoso y reverencial correspondencia por parte de un teatro atento a cada gesto, pausa, vacilación, guiño o saludo de los que son seña de identidad en el maestro hasta hace poco “pájaro de cuenta junto a Joaquín Sabina”. Porque se le quiere a Serrat, se le admira y se le venera, pero no como al intocable santo de los altares, sino, cual sentenció el otro gran poeta, don ANTONIO MACHADO, considerándole hombre “bueno en el mejor sentido de la palabra bueno”. La sonrisa de Serrat, quizás la más alegre y campechana muestra de simpatía y bondad que pueda haber sobre un escenario, atestigua que es así como se le aprecia: humano y, con todos los defectos que como tal tenga, la encarnación de un buen hijo de vecino… En fin, hubo para todo, para la risa y la emoción hasta las lágrimas. Hubo tiempo para cantar y escuchar los coros del maestro Miralles en LA BELLA Y EL METRO. Hubo tiempo para disfrutar de un solo de don Ricard quien estuvo magnífico durante toda la noche. Hubo tiempo hasta para quitarse los anillos de las manos que molestaban al aplaudir. Hubo tiempo para un repertorio nada habitual y para saber que Serrat no puede cantar dos canciones al mismo tiempo: tantas son las ganas de la gente para que, a la hora de los “bises”, conceda el maestro tal o cual clásico. Hubo, lo digo con el corazón, tiempo para respirar a un amigo. Porque lo es aquel al que uno tiene cerca, aunque en la distancia, haciendo su vida bien es verdad, pero generoso a la hora de entregarse como él lo hace. Así lo estima siempre y es su propósito, como lo expresaba en EL TORREÓN DEL SIGLO, publicación de México, en cuya edición del día 30 de septiembre de 2008 se lee: “Haré lo que hago siempre cuando me subo a una escenario: pensar que aquella es la última actuación de mi vida; pensar que aquel es el único lugar donde voy a hacer mi música; que es el único público. Verlo con la mayor vergüenza, honradez y la mayor alegría porque sólo con honradez se puede hacer algo que aquel que pretende transmitir pueda conseguirlo”. En definitiva: con Serrat siempre se culmina un día magnífico y, porque “hoy puede ser un gran día” lo viviremos así mañana. Sobre todo considerando uno de los muchos “proverbios orientales” con los que nos deleitó entre irónico y tunante: TÓMATE EL DÍA DE HOY COMO SI FUERA EL ÚLTIMO DE TU VIDA…Un día terminarás acertando.
jueves, marzo 26, 2009
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1 comentario:
Te invito a escuchar mi música... creo que según tus gustos musicales pueden llegar a interesarte mis canciones y los covers que hago:
http://www.renzosinisi.blogspot.com
Saludos!
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