Llamar "manifestación de protesta" al asalto de unos que, bajo el pretexto de exigir mejoras en la educación- de cuyo mal estado (por no decir horrendo) por cierto, alguna responsabilidad tendrán- llamar a la felonía legítima manifestación de protesta, como si el empleo de la violencia fuera el lógico proceder a fin de hacer efectivas sus demandas, es un ejercicio de manipulación intolerable. Más aún, y se salvarán los que de verdad todos los días acceden a las aulas para reventarse el alma intentando ser de ciertamente maestros: si las condiciones son tan malas a la hora de desarrollar sus obligaciones con garantías y excelencia, ¿por qué no salieron y salen todos los días a difundir entre sus conciudadanos- lo que no significa siquiera que tengan que ausentarse de sus clases- que la educación de la que muchos padres se desentienden es algo importantísimo y no puede dejarse al albur del despilfarro ni a la pujanza de las ideologías? ¿Por qué? Porque les tocan la cartera, les advierten que habrá que trabajar más o se saben con un lugar delante y detrás de otros que esperan turno para tramitar su finiquito en las oficinas del INEM. Pero la educación, la maldita educación de la que no saben dar ejemplo, les importa un rábano. ¿Cómo van a instruir en valores unos energúmenos que interrumpen un acto popular, demuestran una ira templada al punto de ebullición de la furia y vociferan cual trompeteros del autoritarismo? ¿Qué es lo que van a trasmitir unos hombres y mujeres capaces de arramblar como mamelucos, de educación, de diálogo, de respeto, de urbanidad? Nada, absolutamente nada. No es de extrañar- e insisto que no son ellos los únicos culpables, pero tienen su parte- que vivamos en los tiempos del analfabetismo funcional. Como opinaba alguien a quien leí recientemente, cuando tantos y tantos trabajadores de la construcción, autónomos o empresarios modestos se fueron al garete, a los que menciono, los que justifican sus actos comparándolos con los disturbios de Libia, Egipto o Siria, los saqueos de Londres o la ruina económica y social de Grecia, no salieron a reventar teatros protestando por la tragedia laboral de otros tan respetables como ellos… No, que nadie se confunda, la permisividad observada con los del “quince eme”, dueños y señores de la calle por gracia de ellos mismos, es el origen de cuanto viene sucediendo en materia de vandalismo. Y, si no se diera la posibilidad real de un cambio de gobierno sin contestación alguna, los exaltados de la izquierda, los que promueven una imagen incivilizada de la izquierda y estorban la buena luz conseguida por muchos desde esas posiciones ideológicas, tampoco ocurriría esto. ¡Como que le iban a montar un pollo así a ZP! ¡No lo hacen con Rubalcaba que fue, cuando menos, cómplice de todo lo que se le pueda achacar a los gabinetes del presidente Rodríguez!... Guadalajara no se merece gentuza como la que arrastró sus genitales, ellos los suyos y ellas igual sus bajuras- como dicen que los arrastraba el caballo del general Espartero sito en su pedestal madrielño- por el suelo del teatro Buero Vallejo. No se merece Guadalajara a quienes se dicen profesionales de la educación pública y demuestran ser partidarios del tropel escandaloso como forma de argumentación y demanda cívica de reparaciones. No. Y sería muy higiénico que se supieran quienes y dónde. Todos y cada uno de los que mancillaron la ciudad, a sus gentes, la cultura y la educación.
Publicado el 9 de septiembre de 2011 en GUADAQUE
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