Conecto el electrodoméstico cuando son las quince horas y en el canal de televisión al uso nada más activarse el aparato, ofrecen un informativo de “primera edición” a toda pantalla. Enseguida cuentan lo de los precios: que han bajado. Que, sin ser todavía cifras oficiales, es un regalo de sus majestades LOS REYES MAGOS DE ORIENTE y presente por anticipado para combatir la crisis. Mas, no por descreído, sino atento al logro de constancia documental- ya que no estoy subscrito a ninguno de los diarios de pago a través de INTERNET- leo en el ABC del día de la fecha: “La inflación interanual se redujo 9 décimas en diciembre y se situó en el 1,5 por ciento, 2,8 puntos menos que en el mismo mes de 2007 cuando alcanzó el 4,3 por ciento, y la más baja de los últimos diez años”. Certificado lo cual, todavía en pleno tsunami económico, hemos de alabar los misteriosos y muchas veces inexplicables entresijos del sistema: sabe darnos la de cal sin dejar por ello de enterrarnos en arena. Y si hemos de celebrar tanta buena, lo hacemos. Con gusto porque la fiesta continúa. Y celebramos la celebración, sí. Y, además, la celebramos comprando… Igual que los “treinta y uno de diciembre” tienen su San Silvestre a la carrera y su toma de uvas al galope de los doce badajazos del tiempo, los cinco de enero, cuando en las calles se reúnen monarcas en número mayor que los de rigor por palo de la baraja- ya hay muchos pequeñuelos que observan confusos, por más que se apele a la magia, y sospechan de tanto Melchor, Gaspar y Baltasar por ahí en comandita- proliferan desesperadas las gentes dispuestas a adquirir lo que sea. Incluso, si están apuradas- que lo están- al precio que se les pida. Que linda todo esto con los episodios de rebajas tan típicos también de esta época del año. Digo de las ventas a mucho menor precio, generalmente obra y señal del atraco consentido que nos hacen en tiendas y grandes almacenes, capaces de vender con márgenes modestos cuando les conviene, mientras nos someten al escarnio de la carestía durante el resto del año. Porque, en el caso de ser una reducción de precios cabal y no arte- malas artes- de prestidigitador, se nos advierte de otra amenaza… Partamos de algo evidente, arguméntelo en contra Agamenón o su porquero: por más que bajen los precios nunca disminuyen sobrepasando las cifras que costaron el día que se inició la carrera alcista. Así que, bajen o no, la paradoja sienta cátedra: cada día pagamos más por lo que se nos dice que no vale tanto. Sea porque cuestan más o porque los salarios, si aumentan, proporcionan menor poder adquisitivo. Pero esa es la realidad que los que elaboran las estadísticas se empeñan en negar. Y, cuidado si no fuera así: la DEFLACIÓN DE LOS PRECIOS, es otra bestia que aguarda de las que son partícipes en este APOCALÍPSIS de los bolsillos rotos. Se trata de la oportunidad- mala oportunidad- de asistir a una bajada constante de precios como intento de paliar el cese en la demanda de artículos. Un inconveniente originado en los mismos reveses financieros y de los que se derivan las propias dificultades económicas de los consumidores, clientes también prestos a evitar las compras en espera de un descenso mayor de los precios. Los costes serían los mismos o mayores, y la solvencia de las empresas se reduciría hasta la posible quiebra. Es algo que los economistas registran como ocurrido, por ejemplo, en Japón durante la década de los noventa, en el siglo pasado. Así pues, que nos cojan sin confesar pero a bien con la prédica republicana en la MARCA* y en todo el resto de la TIERRA MEDIA**, o las huestes de SAURÓN*** el maligno acabarán por reducirnos a carne de ORCO****. Tanto que de esta no nos salvan ni GANDALF*****, ni Merlín, ni Harry Potter ni siquiera Bambi******. He dicho.
*, **, ***, **** y *****: Personajes del Señor de los Anillos
******: Uno de tantos apelativos por los que se conoce a ZP, EL CEJAS, ZAPATERO, EL PRESIDENTE RODRÍGUEZ y secretario general del PSOE JOSÉ LUÍS RODRÍGUEZ ZAPATERO.
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