Ha ocurrido un número suficiente de veces. Ya no puede ser casualidad. Ella siente punzadas en el pie y llueve. No falla. Es una voz más precisa que la de los meteorólogos y pronostica lo que sucederá prescindiendo del auxilio de satélites, sondas y otros artilugios de medición y observación científica. Sin embargo, si es su pierna la que nos habla- que ustedes no la oigan indica nada más que están a demasiada distancia de la misma- es el dolor la voz y no otra cosa. Se manifiesta la extremidad dicha, en este caso, dispuesta a sugerir lo inteligente que sería aplazar para otra ocasión la colada. Eso salvo en el caso de disponer de un tendedero interior. Y la persona que padece tan fastidiosa interpelación, la agradece sin embargo- de los males el menos o no hay mal que por bien no venga- y obra como intérprete traductor del mensaje tomando nota de por sí o, diligente a fuer de bueno, notificándolo. Con todo, y adelanto que es broma porque ni soy un sádico ni me tengo por masoquista, quisiera saber si a bofetadas se aprenderá ese código de señales o lenguaje que es sufrimiento ocasional o crónico… Sea como fuere, su pierna padece, luego lloverá. Por parte de algunas piernas está probado. Es así. En cambio, otros dolores son consecuencia de un suplicio o leve malestar, cuyo discurso ha de articularse conforme a las explicaciones que se cotejen como válidas, al igual que ocurrió con los chubascos. Y si ya sabemos que sentir daño incluso previene de males mayores o avisa de algo que está funcionando como no debe, pienso en otras voces que, en principio, pareciera que no lo son. Por ejemplo, suenan unos tacones, alguien camina; distinto sonido si corre: ¿advierte esto de algo? ¿Podríamos deducir de esa percusión un bien, la antesala de la desgracia, cualquier solicitud venial? Todo puede aprenderse e incluso se inventan códigos nuevos cada día, así pues… Si la retirada brusca de las aguas en una playa es casi vaticinio, anuncio de la gran ola que se avecina. Si la tormenta es apreciada como tal fenómeno porque, no solo evita el silencio, sino que rubrica sus excesos valiéndose de la fanfarria propia de una banda de HEAVY METAL, Si el rigor solar durante el estío pulveriza todas las marcas de temperatura anteriormente consideradas. ¿Podemos decir que la naturaleza detalla algunas circunstancias de la vida mediante las manifestaciones enumeradas- entre varias posibles- y las expresa igual para todos los oídos? ¿Qué refiere el tartamudeo de los motores de una aeronave? ¿Es declamación poética la olla y el hervor de la cocción?... Debo añadir que interrogo mencionando al azar lo primero que viene a mi mente. Mas, hay sonidos del bien, del mal, y los que se distinguen por la inacabable combinación de todos los antagonismos. Hagan recuento: cualquiera puede proponer y compartir. Por lo tanto mas vale que cunda el ejemplo y cada cual anote las respuestas que procedan. Mientras formularé una última aseveración. Al fin, recuerdo como tantas otras veces aquella enseñanza musical o elogio del silencio: si no fuera porque existe un espacio silente entre nota y nota seríamos incapaces de apreciar una melodía. Para distinguir las voces tenidas como tales es preciso que callemos, que demos espacio para la proposición ajena y si pretendemos advertir otros parlamentos al silencio lo auxiliaremos con el ingenio o la imaginación. Por ejemplo ahora me suenan las tripas y eso quiere decir que es el momento de despachar una excelente sopa de cocido con garbanzos preparada por la más dulce de las cocineras. Un banquete al que me invita el organismo utilizando la expresión propia de un intestino necesitado. Consecuentemente, ceso de exponer lo que da razón a este documento y obro de acuerdo a los consejos recibidos: me voy a comer, a mesa puesta por cierto, y si se me olvida dar las gracias no mereceré perdón.
viernes, febrero 27, 2009
DEL AGUACERO A LA BUENA MESA
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1 comentario:
Claro... todos los sonidos guardan mensajes, quizás la experiencia (esa que guardamos de manera inconsciente) nos ayuda a descifrarlo, o quizás la intuición, (también puede que esta última sea sinónimo de la primera)
Sí, los sonidos presagian, vaicinan, nos ponen en aviso de la realidad circundante; sólo que creo que el reconocimiento de este código nos viene de otro lado... quiero decir, de un sitio externo a la razón, de ese sitio donde almacenamos las asociaciones que la razón no aprueba, pero que igual nosotros asimilamos.
Hay sonidos que me dan tristeeza sin que el sonido de por sí sea triste, sin que la naturaleza del mismo implique nostalgia. Hay otros que me regocijan. Y bien, creo que el humano es una entidad muy compleja.
Un saludo, muy interesante post, hace reflexionar al lector.
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