lunes, septiembre 26, 2011

DE LOS SERES BELLOS



La belleza es un atributo cuya manifestación idílica varía según se imponen o predominan ciertas circunstancias que tienen que ver con razones culturales, costumbristas, religiosas y de moda. Así pues, cabe decir que la belleza se nutre de lo plural y, en esa abundancia, es legítimo seleccionar y elegir lo que sea y cuente. Dicho lo cual puede ofrecerse detalle del número de personas que, cuando escuchan de sí, bien por el todo o por la parte, voz y premio de belleza, quieren reconocer, en el lugar humano de procedencia, noticia  o prueba que ratifique un principio tal vez coincidente con el patrón de vida propio de terceros, capaces de suscribir que, lo apreciablemente bueno, lo en verdad elogiable y parte del núcleo o valor principal a percibir como gala intelectual, social y afectiva de cada individuo, irradia un magnetismo o gracia que se reparte de dentro afuera, alcanzando por completo la totalidad del ser.  Según esto, ser hermoso o hermosa, además de confirmar los activos estéticos de animales, minerales o plantas, permite apreciar, creo, un bien superior. Al descender del Olimpo de las Artes, en contacto al fin con el polvo del que se dijo que veníamos y al que se sostuvo hemos de volver, luego de superar artificios partícipes de la catalogación o el éxito- nadie es mejor que nadie, al contrario de lo tantas veces pretendido, porque destaque como especialista en una sola tarea - presentarse ante los demás con garantías de superar el efecto fachada- como esos decorados de película que muestran la faceta frontal de un edificio apenas apuntalado por detrás y sin contenido, cosa que se comprueba tras acceder al mismo- presentarse así, es notablemente más seguro en tanto en cuanto uno creció como ser que persigue la excelencia y su manera de vivir le facultó para apreciar a sus semejantes conforme al principio de belleza antes mencionado… No puedo callar, entonces, que participo de una idea así y, tan plausible me parece que la hago mía. Advierto guapísimos y guapísimas a todas las personas con las que tengo amor. Da igual si son familiares o amigos. Conozco sus flaquezas, puedo enumerar las arrugas que quedan de manifiesto en sus rostros al desprender de ellos el maquillaje utilizado para neutralizar las luces de escena de este Gran Teatro del Mundo, y recito la letanía de los reproches que creo he de hacerles sin olvidar que todo esto es recíproco. Mas, ya que quererles no es deferencia a ojos ciegos por mi parte, como no es un acto de fe, a sabiendas de lo que les daña y lo que les duele, porque los estimo, puedo estar en contacto con esa luminosidad que nos maravilla algunas veces cerca de la mar y que los hace tan ángeles transfigurados  como, pensando sólo en lo carnal, Venus y Apolo. Por eso, al menos algunos, al adquirir como bien tangible o como emoción originada en el arte o la naturaleza, todo tributo de hermosura, compartimos la belleza retornándola a los altares del encanto sito entre las gentes a las que nos ofrecemos. Es lo que hay.



jueves, septiembre 22, 2011

GRACIAS


Merece la pena hacer un alto. Permanecer quietos en el centro del camino y solicitar la atención que corresponde cuando se ha de decir algo que no admite postergación... Como pudiera endeudarme con cualquiera, porque cualquiera pudiera ser víctima de mis errores, hago saber que, las disculpas obtenidas de parte de aquellos a quienes ofendí, a quienes perjudiqué con mis actos, a quienes sufrieron por mi culpa menoscabo, son la viruta preciosa, las esquirlas de veinticuatro quilates procedentes de un sol de oro macizo incorporadas al ser perecedero pero digno que soy, cual nos redime el reconocimiento. Que son gentes de esa calidad, astros cuya grandeza se conoce  por el brillo generoso de  sus respuestas y antorcha de favor para los que un día logramos permanecer en sus órbitas... Ahora, hoy, tal vez tarde en algunos casos, con anticipación no disimulada, en otros- al fin nunca dejamos de ser personas y, por lo tanto, falibles- recuerdo la bendita indulgencia de los que demuestran así lo que me estiman. Y, puesto que mi suerte, es gozar de esos afectos y corresponder a ellos con la nobleza que aprendí desde niño, aprovechando el alarde de comprensión  efectuado por un amigo- precisamente amigo porque es de estima incompatible con el doble rasero, es servicial, inteligente, divertido, capaz de todo compadreo y magnánimo cuando toca- amigo que me sufre, como hace nada,  por tonta impericia y desastroso resultado, desde la palabra que es mi modesta casa, digo que, a veces, las personas, confirman que son lo que son, porque admiten con toda naturalidad una metedura de pata ajena valorando que se trata nada más que una metedura de pata y saben ventilar, además, mediante el temple que sólo tienen los buenos, cuestiones que llevan aparejadas la reprobación más exigente. Quien es así y tiene trato con nosotros adquiere, por propio derecho, el nombre de AMIGO. Con mayúsculas, con la gala de destacadísima consideración, y no cabe nunca que se le hurten loas y honores... Así pues, pido perdón a mis amigos, a mis amigas, recuerden o no las ocasiones en las que les fallé. Pido disculpas por mi desidia, mis excesos, la ira que no supe contener, el egoísmo, la violencia o los actos de venganza que pensé abordar un día. Ruego sigan exigiéndome como hasta ahora en la confianza de que puedo dar más de mí, ser mejor, aunque todo lo que pueda lograr producto de un bien administrado talento haya de convivir con las imperfecciones de quien está muy lejos de ser alguien que transita por los caminos de la excelencia. Y doy las gracias por la fraternidad, con el aire y el sol y el agua pilares fundamentales de mi vida y columnas sobre las que me sustento para abandonar mi lecho diariamente alegre de recibir lo que me espera una vez salga al mundo... Algunas cosas son irreparables, sin embargo, y los científicos carecen aún de los conocimientos necesarios para proponer una viaje en el tiempo, una manera de ir hacia atrás gracias a la cual podrían deshacerse muchos entuertos. Por eso, cada error que sufren otros, que nosotros les infligimos, es una cicatriz en lo más íntimo que sólo se puede sobrellevar, insisto, porque quienes han padecido la falta convierten ese daño en gloria. De modo que, mientras ese milagro tecnológico llega: Gracias, gracias y gracias.

jueves, septiembre 08, 2011

TRAS LA ALGARADA EN EL TEATRO BUERO VALLEJO

 Llamar "manifestación de protesta" al asalto de unos que, bajo el pretexto de exigir mejoras en la educación- de cuyo mal estado (por no decir horrendo) por cierto, alguna responsabilidad tendrán- llamar a la felonía legítima manifestación de protesta, como si el empleo de la violencia fuera el lógico proceder a fin de hacer efectivas sus demandas, es un ejercicio de manipulación intolerable. Más aún, y se salvarán los que de verdad todos los días acceden a las aulas para reventarse el alma intentando ser de ciertamente maestros: si las condiciones son tan malas a la hora de desarrollar sus obligaciones con garantías y excelencia, ¿por qué no salieron y salen todos los días a difundir entre sus conciudadanos- lo que no significa siquiera que tengan que ausentarse de sus clases- que la educación de la que muchos padres se desentienden es algo importantísimo y no puede dejarse al albur del despilfarro ni a la pujanza de las ideologías? ¿Por qué? Porque les tocan la cartera, les advierten que habrá que trabajar más o se saben con un lugar delante y detrás de otros que esperan turno para tramitar su finiquito en las oficinas del INEM. Pero la educación, la maldita educación de la que no saben dar ejemplo, les importa un rábano. ¿Cómo van a instruir en valores unos energúmenos que interrumpen un acto popular, demuestran una ira templada al punto de ebullición de la furia y vociferan cual trompeteros del autoritarismo? ¿Qué es lo que van a trasmitir unos hombres y mujeres capaces de arramblar como mamelucos, de educación, de diálogo, de respeto, de urbanidad? Nada, absolutamente nada. No es de extrañar- e insisto que no son ellos los únicos culpables, pero tienen su parte- que vivamos en los tiempos del analfabetismo funcional. Como opinaba alguien a quien leí recientemente, cuando tantos y tantos trabajadores de la construcción, autónomos o empresarios modestos se fueron al garete, a los que menciono, los que justifican sus actos comparándolos con los disturbios de Libia, Egipto o Siria, los saqueos de Londres o la ruina económica y social de Grecia, no salieron a reventar teatros protestando por la tragedia laboral de otros tan respetables como ellos… No, que nadie se confunda, la permisividad observada con los del “quince eme”, dueños y señores de la calle por gracia de ellos mismos, es el origen de cuanto viene sucediendo en materia de vandalismo. Y, si no se diera la posibilidad real de un cambio de gobierno sin contestación alguna, los exaltados de la izquierda, los que promueven una imagen incivilizada de la izquierda y estorban la buena luz conseguida por muchos desde esas posiciones ideológicas, tampoco ocurriría esto. ¡Como que le iban a montar un pollo así a ZP! ¡No lo hacen con Rubalcaba que fue, cuando menos, cómplice de todo lo que se le pueda achacar a los gabinetes del presidente Rodríguez!...  Guadalajara no se merece  gentuza como la que arrastró sus genitales, ellos los suyos y ellas igual sus bajuras- como dicen que los arrastraba el caballo del general Espartero sito en su pedestal madrielño- por el suelo del teatro Buero Vallejo. No se merece Guadalajara a quienes se dicen profesionales de la educación pública y demuestran ser partidarios del tropel escandaloso como forma de argumentación y demanda cívica de reparaciones. No. Y sería muy higiénico que se supieran quienes y dónde. Todos y cada uno de los que mancillaron la ciudad, a sus gentes, la cultura y la educación.


Publicado el 9 de septiembre de 2011 en GUADAQUE

jueves, septiembre 01, 2011

DE LO QUE SUCEDE CUANDO SÓLO RESUENA EN SILENCIO


En las ciudades todavía dignas de llamarse así porque siguen sin cruzar los umbrales del gigantismo, impera un cierto fragor, a pesar de todo, hasta determinada hora de la noche. Entonces, cuando un envoltorio de papel cae de la mesa, “impacta” contra el suelo y es audible toda la secuencia así descrita, la vida ofrece testimonio veraz de aquello que, en otros momentos, pudiera ser, tan sólo, materia de sospecha. Desconozco cuanto dura ese periodo. Casi siempre coincide con las horas naturales del descanso y, aunque mantengo un ciclo propenso a la vigilia- como ya sabes- renuncio a expresar medida alguna que delimite tal acontecer: es imposible para mí precisarlo ahora… Pero, si nos asomamos a las ventanas o miramos desde el balcón a la calle, comprobaremos la verdadera dimensión de todo esto a lo que aludo. Mediante una reposada escucha percibiremos lo que suena. Y suenan los dispositivos electrónicos que posibilitan la alternancia de colores en los semáforos. Suena, porque sopla una pequeña brisa, la lata de cerveza que alguien abandonó, ya vacía, sobre el asfalto: un envase de metal rodando erráticamente que, a horas como las que menciono, parece una verbena por sí mismo. Suena y se escucha un rumor de motores, un jaleo quizás metálico, lejano y amenazante. Suena la bolsa de plástico que se estruja como una apisonadora atravesando un campo de vidrios. Y suenan, por ejemplo, suenan los sueños de la vecindad. No los ronquidos, que también, los sueños. No la sonoridad de los durmientes: el eco de lo que no saben que están imaginando… Para mí, es el tropel sedoso de un millar de mariposas aleteando sin rumbo. El vuelo, la frecuencia, el impulso oscilante, la leve presencia de unos insectos preciados por su vistosidad, como metáfora de lo vaporoso, de los gases- quizás nebulosas- donde se concentran esas vivencias que son universos cuya creación y fin acaecen entre neurona y neurona… No obstante, si suenan los sueños, suena las almohadas, suenan con imperioso orden los engranajes del despertador, suenan los cubículos de la nevera, suenan los pasos de quien habite la vivienda de arriba camino al baño, suenan las teclas del portátil como forzados al remo sujetas a la conveniencia de las palabras que conforman esta pieza escrita, suena tu respiración intentando dormir por decimocuarta vez y, por lo menos, aunque acalorada, sudorosa, fastidiada, casi zombi también, suena la paz en ti. La paz de quien, a nada que refrescara un poquito se dormiría. La paz de quien se debe a la luna como astro principal. Así que, prémiame, te lo ruego, con la música de tu corazón latiendo: dirás que es otoño ya, que los rigores del estío se han moderado hasta el punto de que pidas abrigo y yo sabré a qué suena tu ternura. Que suena mi sueño. Que duermo ya, cerradas las emociones. Antes de que caiga el índice de mi mano derecha sobre el resorte que contiene el signo de acotar lo dicho con un arco convexo, formula para concluir que también suena. Que también se escucha.