miércoles, abril 30, 2008

LA PRIMERA FRASE


Un escritor habitual de entre la pléyade de los que escriben en el suplemento de cultura del ABC, la revista ABCD, es Jesús Marchamalo. Aquí un curioso aspecto de la literatura, tratado por él, donde también el empezar es importante





LA PRIMERA FRASE


Por Jesús Marchamalo.



26 de abril de 2008 ABCD



Cuenta Amos Oz en su libro La historia comienza (Siruela) cómo su padre, el ensayista Yuehuda Klausner, envidió siempre de los novelistas el que pudieran escribir lo que se les pasara por la cabeza sin tener que someterse al dictado de la documentación, la esclavitud de los datos, la fidelidad a las fuentes. Escribir, por ejemplo, «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo»... O bien, «Todas las familias felices se asemejan»... O «Cuando una mañana Gregorio Samsa se despertó de un sueño agitado, se encontró en su cama convertido en un monstruoso bicho».


Son algunos de los principios más memorables de la literatura universal: Rulfo, Tolstói, Kafka... «El principio de un libro es como la primera nota de una sinfonía, una nota que deja un eco persistente a lo largo de toda la obra», señala Amos Oz, autor, entre otras primeras frases, de ésta: «Escribo porque las personas a las que amaba han muerto». «El arranque de cada uno de mis libros es la parte que me resulta más difícil -reconoce-. Le dedico mucho tiempo, y soy incapaz de continuar hasta que esa primera frase, casi fundacional, no aparece.»
Ángulo cerrado. El comienzo de un libro contiene las cláusulas, estrictas, del pacto que se establece con el lector. De ahí que muchos escritores hablen del vértigo de ese momento, crucial, en que se escribe la primera línea. «Cuando empiezo a escribir recuerdo siempre algo que leí de Italo Calvino, y me doy cuenta de la razón que tiene -afirma Enrique Vila-Matas-. Antes de ponerte a escribir tienes el universo entero en tus manos, pero cada palabra que vas añadiendo va cerrando el ángulo. Al cabo de dos o tres páginas, todo lo que has decidido, lo que has escrito, excluye lo demás, y eso provoca una sensación de vértigo: la certeza de que la primera frase condiciona el resto del relato.»


Entre sus principios más conocidos, el de Lejos de Veracruz: «No todo el mundo sabe que a Veracruz y sus playas lejanas no pienso en la vida nunca volver». «No es el que más me gusta, pero sí el más comentado por la doble negación que contiene: ese no-nunca que refuerza enormemente la frase, y que siempre he defendido.» El truco de Vila-Matas consiste en reescribir muchos de sus principios cuando llega a la mitad del libro, e incluso a veces después de terminarlo. Ocurrió en Hijos sin hijos, Bartebly y compañía y Exploradores del abismo, cuyos comienzos están escritos prácticamente al final.


El tono, el perfume. Algo parecido le ocurrió a Antonio Soler con El camino de los ingleses: el primer párrafo lo añadió cuando había escrito ya más de la mitad de la novela. Lo que comenzaba diciendo «Ésta es la historia de Miguel Dávila y de su riñón derecho», pasó a ser «En el centro de nuestras vidas hubo verano». «Por mucho que tengas el argumento en la cabeza, nada acaba de verse claro hasta que te pones a escribir -dice Soler-. Y la primera frase es el desembarco de ese mundo que has ido creando. De El camino de los ingleses recuerdo bien el día que escribí la primera media página y la sensación de que la novela estaba resuelta. Quedaban trescientas páginas todavía, pero en esos primeros párrafos estaba el tono, el perfume, la frase musical de lo que finalmente sería el libro.»


Soler se confiesa poco amigo de los arranques fulgurantes, esos que dejan atónito al lector, y lleno de interrogantes. Como el de Pablo d?Ors en Lecciones de ilusión: «¿Qué hago yo aquí, preocupado por esta tontería?». «Cada libro es un misterio, y cada primera frase de mis novelas ha nacido de distinta manera -señala-. Pero nunca la primera frase de mis libros es la primera frase de mis libros que he escrito.» Las novelas de d?Ors surgen de otras lecturas, y, en general, sus textos comienzan siempre anotados en los márgenes de libros que está leyendo.
Fernando Marías cita una secuencia de la película Primera plana, de Billy Wilder. «Walter Matthau le dice a Jack Lemmon que adelante un dato al primer párrafo de la información, y Lemmon pregunta: "¿Y qué vamos a contar en el segundo párrafo?". A lo que Matthau responde: "El segundo párrafo no lo lee nadie".» Marías defiende los principios que dan al lector la mayor información posible para que decida si el libro le va a interesar o no y que, a ser posible, enganchan desde la primera línea. «Me gusta muchísimo el de Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy: "He aquí el niño". Ya no puedes dejar de leer. Y de los míos, me quedo con el de Esta noche moriré: "Me suicidé hace 16 años". Es una invitación a continuar leyendo: un tipo que confiesa estar muerto, ¿pero por qué dieciséis años? Me gusta.»


Sí hay, desde luego, principios afortunados que han conseguido pasar a la historia de la literatura. El mítico de Cien años de soledad: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento...»; el de Lolita, de Nabokov: «Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas»; el de Rayuela, de Cortázar: «¿Encontraría a La Maga?»; el de Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa: «¿En qué momento se jodió el Perú?», o el de Proust de En busca del tiempo perdido: «Longtemps, je me suis couché de bonne heure», que cambia sutilmente según la traducción. Desde el clásico «Mucho tiempo he estado acostándome temprano», hasta la variante de Salinas: «Mucho tiempo había estado acostándome temprano», o la de Estela Canto: «Durante mucho tiempo me acosté temprano».


Finales preciosos. «Hay escritores de principios, y escritores de finales -sostiene José-Carlos Mainer, quien menciona entre sus predilectos el enfático "Llamadme Ismael" de Moby Dick-. No recuerdo ninguno especialmente llamativo de Baroja, que prefiere ir creando tensión emocional según transcurre la acción. Unamuno tampoco era partidario de los arranques luminosos, ni Valle. Los que sí le salían especialmente bien eran los finales, no sólo en sus obras teatrales -el de Divinas palabras es espectacular- sino también en sus novelas: personas que sollozan, o lloran, y una enorme tensión emocional. Baroja también tiene finales preciosos.»


Para Julio Llamazares, los principios y los finales son la parte más compleja de la novela. Y cuenta que no puede empezar a escribir sin tener claro el principio. De hecho, puede citar de memoria muchas de las primeras frases de sus novelas, por ejemplo, la de Escenas de cine mudo: «La pregunta no es si hay vida después de la muerte, sino si hay vida antes de la muerte». «No soy capaz de recordar cómo surgió esta frase, tengo muchas dudas, si se me ocurrió, la escuché, alguien me la dijo, no sabría decir... Hay frases que te vienen a la cabeza, simplemente. Sí me acuerdo, sin embargo, del final de La lluvia amarilla: "La noche queda para quien es". Se lo escuché a una mujer, en Los Ancares, vestida de negro, sola, que la dijo cuando nos íbamos... Es la mejor frase que he escrito. Y no es mía.»


Y para terminar, ¿por qué no?, Céline, el principio de Viaje al fin de la noche, que hay que leer, eso sí, en francés. Y en voz alta: «Ça a débuté comme ça».

sábado, abril 26, 2008

CARTA DE SÁBADO


Casi sin falta- tomo precauciones para pasar por lo que soy, falible como todo hijo de vecino- durante esa porción del día en la que nos sentamos a conversar, recién concluida tu jornada de trabajo, cuando la calma supone un trago de cerveza y la humareda leve de tus cigarrillos, celebro la vida. Elegir es exponerse al error y de tales indeseados sucesos está sembrado el camino de cada uno, pero cada vez que es cereal y no cizaña lo ofrecido por el campo de cultivo al que atendemos, nos aseguramos el pan y la paz. Creo que hoy mi fortuna contigo es esa y tengo el privilegio de ser un tipo querido libre y acompañado. Y menciono todo esto porque el aperitivo que nos concedemos antes de la cena es recordatorio segundo- el primero se desarrolla a la hora de la comida- de lo que aconteció para los dos en esas veinticuatro horas que siguen contándose hasta su fin. Resumen de satisfacciones, olvidos, amarguras, sorpresas, recuento de lo que late para cada uno en los dominios del tiempo que pasamos separados. Tú me cuentas de tus alumnos, de “los locos” sobre todo, esa panda de inadaptados que obran desordenadamente, abandonados a su albur por unos padres sospechosos de crimen contra la humanidad, incapaces de discernir entre gustito y vida nueva. Por lo menos es la opinión que yo te ofrezco y no me duelen prendas en mantener… Yo de mis cuitas de vendedor, que son, como la vida misma, igual de lúcidas, solemnes o simpáticas que degradantes tristes o miserables. Todo para reafirmarnos en nuestros principios, intercambiar pareceres, aprender en compañía y permanecer atentos a lo que nos importa del mundo y de cada uno de los dos. Precisamente, fiel al muy bien aceptado rito de aguardarte a la salida de tus clases, veloz y juguetón abandonó el lugar aquel de los tuyos, si es que sólo es uno, “enviciado” con el juego del momento… Se trata de la peonza ultra resplandeciente, una réplica de aquel clásico de madera que, ahora, gracias al magín de algún avispado fabricante, con lucecitas y cuerpo de plástico traslúcido, está de nuevo en manos de todos los chiquillos hurtándole sitio a la tecnología... Pensé que los viejos rockeros nunca mueren, como se dice, y ocurre lo mismo con los determinantes éticos otrora norma cívica indiscutible. Pensé pues, que se necesitan hombres y mujeres bien despiertos que dedicaran parte de su ocio a valerse de la sustancia de lo eternamente útil para conseguir la seducción inapelable de lo obvio. Porque estamos produciendo generaciones de idiotas, tontos que- y sálvese el que pueda- antes y después, también son padres que se desentienden de sus hijos a la vez que permiten su crecimiento sin tutela en el hogar ni en el colegio. Carecen de respeto, los chavales, no saben nada de lealtad o esfuerzo y viven al margen de lo que de verdad supone la vida para bien: entre otras cosas, despertar a la luz fecha tras fecha exige elegir y elegir origina, casi en el cien por cien de los casos, una pérdida. Es la hora entonces de renunciar a algo, de privarse, de decidir antes de perjudicar a terceros que es ese el camino que se quiere tomar y no otro. Y si tales admoniciones parecen algo demasiado trascendente- citadas solo algunas- para un niño, los padres están para algo. Están, digo, y han de atenerse a un deber cuya puesta en práctica conlleva responsabilidades y dinamismo para entrar en juego cuando convenga. Ellos capaces y dueños de un proceder que para los tutelados ha de ser obediencia: autoridad para hacer las indicaciones vitales que sean menester reconocida sin discutir. Porque, como bien explica el profesor Juan Antonio Marina en uno de sus libros, la obediencia que debemos a los padres ha de originarse en una convicción: la autoridad paternal- de padres y madres- no es imperio y coacción sino esclarecedora norma que permitirá nuestra libertad en el futuro. Directriz, sí, pero aval, seguro que nos guarda y enseña. Lo que ellos hacen es sólo con el objeto de preservar nuestra vida, proporcionarnos confort y lograr el triunfo del sentido común, así sepamos valernos por nosotros mismos para lo que tenga que venir. Por lo tanto, invirtiendo en obediencia nos ponemos en el camino que todo ser humano hecho y derecho reclama para sí… Mas, pequeña MIC MIC, compañera- COMPAÑERA- con la excusa de las incompatibilidades laborales y la supeditación a intereses propios varios, que les eduque la tele, la calle, y quede el colegio y demás centros de educación o expansión como felices guarderías. Tristísimo panorama que solo puedo superar observándote tranquilo de compartir lo mejor de lo mío con una persona admirable, cabal y responsable que siempre tiene besos para mí. Vaya que, así son las cosas hoy.

jueves, abril 24, 2008

EL SER, COMO POEMA


EL SER, COMO POEMA


Por Maruja Torres


EL PAÍS 24 de abril de 2008


Sobre el tiznado páramo del dolor y la ausencia -"Porque la pena tizna cuando estalla", escribió Miguel Hernández, otro hombre desgarrado en versos-, Juan Gelman erigió lo que más se parece a un poema: un ser humano en pie con sus palabras, en pie con sus preguntas, en pie con su indignación, en pie con su búsqueda. En pie con su tragedia y con su ira. Cuando el poeta clama por justicia no es sólo suyo el grito. Es el clamor de todos, que tarde o temprano le acompaña. Gelman, pues, de antes del Cervantes, Gelman de tantos siempres. Gelman de su exilio y de nuestro equipaje.


Pienso en él, sentada, leyéndole, en mi balcón de Beirut. Junto a otras flores, perfuman el aire con su corta existencia nueve rosas de colores naturales, que jamás serán cercenadas. Aquí, al menos tres iglesias de Saint George -la catedral maronita, la griego ortodoxa y la armenio ortodoxa- exhiben la aguerrida figura del mundialmente acreditado asaeteador de dragones y salvador de doncellas.


Rosas lentas, de pétalos como hojas de libro, rosas pausadas que se reproducen en mi balcón, ajenas a la muerte temprana y a la vida estúpida; y otra, un obsequio de catalán a catalana en día tan señalado, en la imagen que mi amigo, el fotógrafo Samuel Rodríguez, me manda por correo electrónico: brota entre el cemento del campo de Chatila.


Les cuento esto hoy, ayer para ustedes, porque me parece una buena noticia hallarme en un balcón, sin que la intimidad me intimide, íntimamente leyendo, entre rosas que nunca degollaré: "Vení. / Buscaremos tesoros entre las telarañas. / La lluvia será de oro bajo los cielos malvas. / Vení. / Construiremos castillos en las alcantarillas...". En un balcón florecido y con poemas, sin lugar para la zafiedad ni para los sermones, sin mensaje que colocar. Mirando adentro. Esquivando cloacas.

martes, abril 22, 2008

EL CLUB DEL 12



EL CLUB DEL 12



Por Andrés Ibáñez



ABCD 19 al 25 de abril de 2008



Cuando uno coge el autobús todos los días a la misma hora, entra, sin saberlo, en un club silencioso, un club cuyos miembros desconocen los nombres de los otros miembros y jamás hablan entre sí. Yo cojo el autobús 12 todas las mañanas. Y estas son algunas de las personas con las que suelo encontrarme.
El primer grupo, porque es el primero en bajarse, lo forman los estudiantes del Instituto de Empresa, que llegan a su destino en sólo dos paradas. Son muy divertidos, porque son casi todos jóvenes y casi todos latinoamericanos, jóvenes latinoamericanos de clase alta que hablan con un acento muy agradable y tienen excelentes modales y seguramente sienten que están viviendo una gran aventura al haber venido a estudiar a Madrid.
El siguiente grupo lo forman las madres (también hay padres, sobre todo madres) que llevan a sus hijos al Liceo Italiano, que está en Ríos Rosas. Hay tres señoras italianas con las que me encuentro casi todos los días. Una, a la que llamaré Rosa, tiene una hija muy divertida que lleva medias de lana de colores y parece muy lista. Otra, a la que llamaré Claudia porque me recuerda vagamente a Claudia Cardinale, tiene una gran melena negra y habla en italiano con su hija (Rosa habla en español). La tercera, a la que llamaré Silvia, tiene una hija muy guapa con cara de ratoncito. Las tres están siempre muy nerviosas y siempre dicen que van a llegar tarde. No hablan entre sí.
Libros en inglés. La verdad es que nadie habla entre sí en el autobús, aunque todos nos miramos y sabemos que estamos allí, que todos los días estamos allí, y la verdad no entiendo por qué no nos ponemos a charlar como viejos conocidos. Tengo muchos amigos a los que veo menos que a estos no-amigos a los que veo todos los días.
Hay un señor (me da miedo escribir «señor» porque debe de tener mi edad) de unos cuarenta y cinco años, con aspecto serio o triste, que siempre va leyendo libros en inglés. Me gustan los libros que lee. Lee novelas en inglés, buenas novelas, y también algunas veces ensayos en inglés de temas que me interesan. Como yo también suelo leer libros en inglés en el autobús, los dos espiamos discretamente el libro que está leyendo el otro. Pero no nos decimos nada.
Hay una chica que me intriga. Me resultaría difícil decir su edad. Se arregla mucho y va siempre con algún peinado y se cuida mucho la piel, la tiene radiante, lo cual, paradójicamente, la hace parecer mayor, como si tuviera treinta y tantos aunque probablemente sólo tenga veintitantos. No soy nada bueno adivinando las edades.
¿Qué habrá pasado? Va muy elegante, con un abrigo de cuero y con un bolso caro a juego, y parece triste, decepcionada, aburrida. Algunas veces coincidía en el autobús con su hermana, que es muy diferente de ella. La hermana es más joven, tiene gafas, tiene las mejillas rojas y parece de esas personas que se ríen de todo y se sienten a gusto en todas partes. La hermana mayor es triste, la menor es alegre.
Una vez, la hermana mayor iba con su novio. Apareció su hermana, y la hermana mayor se lo presentó, un chico con jersey y vaqueros (no le pegaba nada), con el pelo muy corto, un poco soso, inexpresivo. La hermana menor se puso muy contenta y dijo: «Hombre, ¡por fin te conozco!», pero el chico no seguía sus bromas. La hermana mayor parecía muy feliz de que su novio y su hermana se conocieran por fin, pero el chico no decía prácticamente nada. Era una situación extraña. Yo nunca había visto tan alegre a la hermana mayor. El novio no ha vuelto a aparecer, y la hermana menor tampoco. Y la hermana mayor sigue apareciendo en el autobús todos los días, triste, mirando la hora, seria. Me pregunto qué habrá pasado.
Hay otra chica muy, muy delgada que siempre va escuchando música con unos cascos. Tiene unos ojos muy bonitos, que me recuerdan a los de un ciervo. Hay un chico que tiene síndrome de Down y que es muy simpático y siempre saluda al conductor. Hay una señora de mediana edad con el pelo cortado en media melena que parece muy segura de sí misma y va siempre vestida con colores alegres. ¿En qué trabajará?
Mañana volveré a coger el autobús y volveré a verles, y ellos me verán a mí, y nadie dirá nada. Pero yo, al menos, tengo la suerte de poder escribir sobre ellos. Es un triste consuelo. Pero escribir, al fin y al cabo, quizá no sea mucho más que ese triste consuelo.

viernes, abril 18, 2008

GRACIAS MAESTRA


GRACIAS MAESTRA

Gracias a la vida, cantaba Violeta Parra, compositora, intérprete, pintora, escultora, bordadora y ceramista, considerada por muchos, en todo lo que atañe al folclcore, la artista más importante de Chile y fundadora de la música popular de ese su país. Cantaba Violeta y su música resonó en el corazón de los confines, adquiriendo la copla, esa hermosa tonada suya, renombre universal. Prédica y reconocimiento merecido, excelencia que no viene en los manuales, que no se logra tras años de sacrificio en las universidades y, sin embargo, “quedarse con la copla”, con esta copla, como con todo otro canto de verdad y sentimiento, es acto de sabiduría que conviene. Así pues, entono yo también y, a riesgo de provocar un diluvio, coincido: gracias a la vida que me ha dado tanto, que me quitó, que me quitará y, cierto como que tengo los años que tengo, urdirá para mí incontables maravillas. Estoy convencido de ello al igual que sé de maestros, como Violeta, de maestras, que pasaron por mi vida y en mi vida se encuentran aunque alguno de ellos ya no esté… Mi padre fue la primera autoridad a la que reconocí. A la par de los afectos comencé a respetar sus actos- incluso cuando el sarampión contestatario de la adolescencia- y, al cabo, puedo enunciar los valores de su magisterio sin enmendar al tiempo y la distancia. Entre otras cosas, con él aprendí lo que era disfrutar de los libros y, por lo tanto, gran parte de lo que sé que soy se lo debo a su tutoría. Aunque para respaldo moral y educativo, el que me deparó la escuela durante aquel periodo rural de mi vida, la infancia de los seis a los doce años. Precisamente, Don Juan Andradas Moreno, por entonces “comandante” de los chicos en las escuelas públicas de Cabanillas del Campo, es el primer hombre y nombre que, de los de fuera de casa habría de escribir en una lista que recogiera a las personas capaces de llevarnos de la mano por la vida enseñándonoslo todo. Luego he tenido maestros a la hora de jugar, cuando el deporte formó parte de un tiempo de desarrollo y lúdica experiencia, ante el micrófono en sintonía con inolvidables y mágicos sonidos luciendo las galas de la radio, a pie firme sobre un escenario multiplicando los rasgos de la propia piel a fin de asumir la vida de los muchos otros individuos que hay en uno, en la amistad, en el amor... Seres humanos a los que debo parte de la marca o signo representativo de lo que puedo valer o lo que supongo. Doctos conciudadanos dueños de una experiencia y en el ejercicio de la verdadera generosidad atentos a los cambios que se producen, a los ciclos, a la expansión, al oficio interno de los que hemos tenido el privilegio de arribar a sus vidas cual la vela que intermedia su singladura haciendo alto en el mejor de los puertos. Y, ahora, ahora ocurre que, librando una nueva batalla, soldado yo, a las armas de los argumentos que proporcionan la curiosidad, el tesón, la responsabilidad y la puesta en juego de todo lo aprendido, satisfecho de obrar empleándome profesionalmente en lides antes no experimentadas, llega el día, cerca ya de lo que pudieran considerarse las puertas de mayo, en el que es de ley pronunciar ante todos el nombre de una nueva MAESTRA. Nueva para mí, que no para otros, pero sí merecedora de este elogio, voz florida que se dice por mor de lo justo que es conducirse así. Maestra que lo es y encontré a partir de las fechas de este reciclaje al que vengo sometiéndome y compañera a la que aprecio cada jornada por su excelencia: esa pátina de bien que distingue a los elegibles de entre quienes indudablemente deben ser llamados los mejores. Porque suma prestigio del mismo modo que cobra alegría la primavera: aparentemente sin esfuerzo. Es decir, con la soltura propia de la naturalidad, de quien ha incorporado lo bueno que aprendió y hace de sus habilidades hábito, rito sin alharacas. Es diligente, capaz, juiciosa, dueña de su tiempo y de sus formas y jamás niega una décima de segundo de sí en función de lo que conoce. Presta cabal servicio y ayuda revestida de una de las sonrisas más sinceras y agradables de las que tengo noticia. Ella, que no necesita de todo este resplandor que armo para resaltar su presencia porque recibe y reparte la mejor de las luces entre sus familiares y los que la quieren, se abochorna cuando escucha que, ingresar como aprendiz para desempeñar gestiones laborales idénticas a las que nos han reunido y quedar subordinado a su consejo para ser adiestrado, es una fortuna profesional y oportunidad de humanismo nada desdeñable. Y se sonroja porque es modesta. Modesta, sencilla, en el mejor sentido de la palabra popular y sabia… Dejo su verdadero nombre para la “posdata” que redactaré con el único propósito de concluir como corresponde este merecido elogio, celebración que es, claro, agradecimiento personal. Mas, cuando digo MAESTRO y pienso en las personas que lo han sido y lo son en mi vida, Laura Lozano ocupa ya el espacio del que esta modesta reflexión es exponente. Gracias a la vida, gracias…

jueves, abril 17, 2008

DE PARTE DE DOÑA BASURA


En ocasiones la bolsa de la basura pesa mucho- coincidiendo casi siempre con aquellas ocasiones en las que los desperdicios no suponen masa que diera lugar a tal suceso- porque, dentro, hay algunos envases que tienen nostalgia de las cosas que contuvieron. Por ejemplo, la bandejita de plástico, esa incapaz de olvidar los sabrosos muslitos de pollo a medio día consumidos en salsa: quizás, incluso, los muslos- los muslitos- por extraño que parezca, trajeron a colación el pollo al que pertenecieron y este al huevo y a la gallina y al gallo y al corral o, al huevo, la gallina y el campo de concentración donde son criados nunca fuera de los barrotes que cierran un espacio imposible para cada doce… Por ejemplo el tetrabrik, aún húmedo, rezumante de ganas de un fluido lácteo otrora desayuno, parte del cortado tras el almuerzo o cóctel con hielo y café a la hora de los gatos bajo las ruedas de los coches. O un frasco antaño de garbanzos hasta la rosca de la tapa, se lamenta pringoso de miel de la Alcarria- no se sabe si guadalajareña o conquense- rememorando una dulzura que jamás será posible en un azucarero. Y papeles de estraza de los que dan en las pescaderías para llevar la pieza del segundo plato, en su momento lustroso emperador que se pagó en la lonja a mucho menos precio que en el mercado. Cilindros metálicos que caen en la cuenta de lo sabrosamente rubio que fue su líquido jugo de cebada al igual que triunfó la marea negra anegando el interior de los botellines de Pepsí. Latas de conservas hasta hace nada alojamiento de agrios y salados. Embalajes de madera, propios de lo que en sobria botella con denominación de origen será brindis encarnado quizás mañana sobre la mesa de la fiesta. La botella de aceite sin óleo, el amasijo de polímeros resultante de retorcer el prisma contenedor tras haber utilizado todo el detergente, y la ceniza que nunca más soportará el cenicero recuerdo de La Riviera Maya. Por cierto: cenicero que jamás volverá a aspirar al resultante de la combustión de los puros Habanos de una Cuba todavía bajo el yugo opresor y criminal del dictador “Air Castro”… En fin, no me cabe la menor duda: nuestra mugre tiene un gran corazón de trapo, una víscera magnífica. Tan bueno como debía tenerlo aquella doña Basura habitante de un jardín quizás recordado por algunos- los que están pensando y visualizan la escena- al que de vez en cuando accedían unos seres diminutos llamados Fraggels: creación televisiva, según Wikipedia, original de Brito Allcroft y protagonizada por varias marionetas, monigotes con vida propia gracias al magín excelso y el arte de Jin Henson… Digo pues, que nuestra basura es sensible y sabia como la mencionada, y está bien escuchar su opinión acerca de la humanidad y de la vida mediante sus olores o la colección de bichitos a los que atrae: cucarachas, ratas gusanos… que no sólo las hormigas del Hormiguero de Pablo Motos en la Cuatro son oráculo y pronóstico. Pues bien, la basura recomienda que se consuma menos. Es del todo innecesario propasarse, luego se tira la mitad de lo comprado cual si permitiéndonos ese lujo fuéramos a ser más felices y aquello de lo que no nos deshacemos figura al poco en la lista de lo obsoleto. Por lo tanto, prudencia y memoria, retentiva para acordarse de lo logrado a favor de nuestro exterminio insistiendo en usos y costumbres como las censuradas. Todo tan puesto en razón como carente de novedad. Sin embargo, a pesar de la crisis y la subida de los precios, es muy posible que desdeñemos de la moderación, pecado social de la pasada centuria aún vigente. Y si es así y hemos de conducirnos conforme a la perdición anunciada, hagámoslo acudiendo a los comercios pero con la predisposición a adquirir productos servidos con el más sencillo de los embalajes. Las bolsas de basura pesarán menos y, en consecuencia, estarán menos tristes. En caso contrario, sea porque las bolsas de desperdicios quedan a la puerta de las fincas o sumidas en el abismo de los contenedores, nadie detendrá a los temporeros recolectores de la porquería: más o menos pordioseros que revientan los recipientes donde reunimos la sentina de cada jornada a fin de quedarse con lo que consideran de valor de entre nuestra mierda. Y si no me creen paseen por las calles a cierta hora y los verán: incluso con carritos donde transportar lo arrebatado al asco.

miércoles, abril 16, 2008

TEORÍA DEL CAOS SIN REFUTACIÓN


Atendiendo a la voz experta del Profesor Catedrático de Derecho del Trabajo, Jesús Cruz Villalón, … Precisamente, uno de los últimos conflictos que acaba de concluir tras la intervención del ministro de Justicia señor Bermejo- ministro que repite- pues él lo afirma y lo asegura el gobierno, es el de justicia. Los funcionarios se declararon en huelga haciendo uso de sus derechos y el resultado, bien conocido de todos al aparecer en los diversos medios de comunicación, constituyó un muy grave perjuicio para el correcto funcionamiento de los Juzgados Centrales de Instrucción de la Audiencia Nacional, la suspensión de casi el 100% de los juicios de los Juzgados de lo contencioso-administrativo y de un 64% de las vistas en el caso de la Sala de lo Social. En definitiva una lucha laboral, una guerra, que termina a las puertas del caos si no en el caos mismo. Sin embargo pocas voces se levantarán en contra del derecho de los trabajadores- funcionarios de la justicia española en esta ocasión- a evolucionar, a mejorar, a demandar justicia- nunca más oportunamente traída a colación- usando los medios legales que antes se mencionaron en palabras del Catedrático Jesús Cruz Villalón. Será como digo a pesar de conocerse- un líder sindical lo reconocía así- la relación entre triunfo de los asalariados y revés: quiebra para el ciudadano. Porque hay muchas huelgas que suponen el serio trastorno de la vida de terceros y la mengua en sus derechos. Plante laboral habitualmente tenido como mal menor puesto que conviene respetar la ley y “arrimar” el hombro de cara a una tarea que, mañana, puede ser asunto que ataña a quienes son agraviados en ese momento. Ocurre que lo razonable, según creo, en este y en todos los casos- pienso en apartados como el de la sanidad, la limpieza, la alimentación, la energía o el transporte, por ejemplo- sujetos a la suspensión de servicios y atenciones básicas que deben recibir las personas, es, una vez obtenidas y satisfechas las reivindicaciones que cupieran, reanudar la actividad realizando horarios extraordinarios si es necesario para poner al día lo evidentemente retrasado por culpa del bien superior que se ha perseguido al obrar como se obró. No se hace, no lo contemplan los funcionarios ahora, ni ayer los enfermeros o las brigadas de limpieza anteayer, y debiera existir tal iniciativa propia del respeto que unos y otros colectivos debieran tener por las personas a las que sirven. No se hace y es, por lo tanto, hora de reconsiderar una ley y unos derechos que no pueden ejercerse de manera tan violenta y causando males mayores que aquello que se quieren paliar. O eso o, como con tantas cosas, la ley de la selva.

lunes, abril 14, 2008

POLÍTICA, SIEMPORE POLÍTICA, PERO, ¿POLÍTICA EN PAZ?

Sostienen quienes dicen pertenecer a la tropa de los apolíticos, las verdades, sus verdades, del barquero: “Nos luce el pelo igual antes que después de una convocatoria electoral”. Pues sí, tal vez, sobre todo en el caso de ser cierto que existan seres verdaderamente desinteresados por las actividades de las personas en las que delegamos la administración de los asuntos públicos. Mas, nunca llueve a gusto de todos y no vale decir que este cura no es el padre de uno, pues, como cantaba en Pedro Navajas RUBÉN BLADES, la vida te da sorpresas. O, dicho de otra forma: al final, tanto los gobiernos como el resto de autoridades actúan más allá de lo que cabe en una mosca cojonera y resuelven tocarnos los testículos: a ellas, los ovarios. Con preocupaciones o no derivadas de todo aquello a lo que se puede llamar POLÍTICA… El caso es que el reciente triunfador de las elecciones generales de nueve de marzo, José Luís Rodríguez “cejatero”- recuerden el gesto de la “c” hecha con los dedos a imagen y semejanza de la gestualidad que es propia en el lenguaje de los sordos y resultó uno de los iconos más celebrados de la pasada campaña- obtuvo el respaldo de la mayoría simple del Parlamento para repetir como jefe del gobierno, prometió su cargo y ha notificado los nombres propios de ministros y ministras que lo serán en su próximo gabinete. Y, pues todo empieza por enésima vez- nunca serán demasiadas- cabría hacerse eco de algo indeseado pero, me temo, aún vigente. Lo digo porque quien fue presidente del Tribunal Constitucional, don Manuel Jiménez de Parga ha escrito sus memorias- VIVIR ES ARRIESGARSE- y de la publicación de las mismas se hacía eco el diario ABC en su separata dominical de fecha seis de abril de dos mil ocho. Concretamente ofrecieron la reproducción de un capítulo en el que se hacía referencia a los inicios del magistrado en el Ejecutivo de 1977, gobierno presidido por Adolfo Suárez. Pues bien, durante el relato de lo que fueron negociaciones con el “viejo profesor”, don Enrique Tierno Galván, para lograr apoyos a favor de la candidatura de Álvarez de Miranda como presidente del Congreso de los Diputados, Jiménez de Parga afirma: “A primera hora del día señalado tuvo lugar un breve consejo de ministros. Al terminar la reunión el presidente Suárez nos dijo: En Ese momento no calculé el alcance de la recomendación presidencial. Años más tarde tuve la oportunidad de comprobar, en unos estudios de TVE, que don José María Gil Robles y don Santiago Carrillo no se habían saludado nunca en los cinco años de la Segunda República, a pesar de tratarse de políticos destacados en aquel régimen. Jamás se estrecharon las manos los de Derecha y los de izquierda en el Parlamento Republicano. Las excepciones a esta regla fueron mínimas. ¿Cómo hemos de resignarnos a que algunos se atrevan a presentar la época republicana como modélica?”. Calcadito de la actualidad. Una estampa política donde los políticos se comportan como mamelucos. Y, luego, el libro continúa. Sin embargo el tiempo parece no hacerlo. Diríase que permanece detenido. Los políticos de derechas, en su gran mayoría, desprecian a los de izquierdas y viceversa. Es algo que se aprecia en el trato del que nos informan, en los comportamientos de sus señorías, en como recurren al ataque personal en vez de profundizar en los “pros” y los “contras” del mundo de las ideas. Y si se dan la mano ante los fotógrafos es para escenificar una parte de la mentira. Esa que viene a suponer, “miren, yo soy el bueno he aquí un gesto de buena voluntad por mi parte”… Más tarde, ya a solas, o dirigiéndose a sus respectivos públicos si están en compañía, se niegan el pan y la sal y obran como si en cada puja solo la obtención del corazón ajeno fuera a satisfacer la ira hasta ese momento oculta. Si durante la Segunda República, las personas y personajes que protagonizaron sus hechos quedaron a la altura de lo extremista, de lo cavernario, del ejemplo menos ejemplificante, desde Suárez, a pesar de todo, hasta aquí, todos los de derechas han sido Gil Robles y todos los de izquierdas han sido Santiago carrillo, seres incapaces de ver no otra cosa que un adversario de las ideas dentro de un juego social que ha de servir para servirnos a todos. Ellos no hacen la paz, no la buenista pazzzzz de “cejatero”, no la paz solo tanque de Mariano y su niñita, y los ciudadanos tenemos un ejemplo del que vale la pena avergonzarse. ¿Será esta, de verdad, la legislatura en la que la reconciliación, el respeto, la tolerancia y la observación de los justos deberes y derechos que nos asisten a todos alumbre una modernidad solo datada en lo que a cuenta tecnológica parece? .




lunes, abril 07, 2008

LA ESCOPETA DE BEN HUR


Se van los malos, pero se van los buenos del cine. En esta ocasión, luego de Azcona y Widmark, los más cercanos, fallece Charlton Heston...





LA ESCOPETA DE BEN HUR


POR IGNACIO CAMACHO


Abc 7 DE ABRIL DE 2008


Siempre salía con algo entre las manos: una espada, un látigo, una vara, unas riendas, un arco, un rifle. El rifle sirvió para que la progresía le ridiculizase como un vejestorio iluminado y cascarrabias, símbolo histriónico de la América ultraconservadora de Bush, pero aquella burda caricatura de Michael Moore no era más que una impía manipulación de un enfermo ya devastado por el alzheimer y contagiado de una enajenación senil por su propio mito. Charlton Heston nunca fue, desde luego, el más liberal de los actores de Hollywood ni tampoco el de registro intelectual más sofisticado, pero jamás encarnó a matones reaccionarios ni a psicópatas envilecidos por la pasión del poder; sus héroes eran tipos de gran limpieza moral, que a menudo se convertían en adalides solitarios de la causa de la libertad. Hasta aquel Cid por el que aún le recuerdan en Peñíscola fue un anacrónico rebelde fiel a los códigos de la decencia y el honor, igual que el íntegro policía mexicano de «Sed de mal» -quizás el único papel de protagonista que desempeñó vestido de calle- con el que Orson Welles supo sacarle del primario estereotipo de galán atlético que le consagró en la memoria colectiva del cine. Mucho más versátil de lo que el tópico le recuerda, dueño de una voz profunda y seductora, Heston sufrió, como John Wayne, la maldición de la unilateralidad ideológica, ese estrago de la modernidad que tiende a clasificar la bondad o maldad de un artista según su adecuación personal a los clichés del maniqueísmo político.


No lo vieron así gentes como Nicholas Ray, Anthony Mann, William Wyler, King Vidor o Sam Peckimpah, a los que mal se puede encasillar en la cerrazón del ultraconservadurismo. Y si lo vieron les importó un rábano: lo que les interesaba era su honda credibilidad de paladín épico, la limpieza de una mirada de cristal enmarcada en los ángulos de un rostro magnético y rígido que parecía esculpido en el mármol de la atemporalidad histórica. En ese sentido tenía un perfil estatuario, de estatua de la galería heroica en la que reposa el mito de la épica. Podía ser Moisés o Marco Antonio, Rodrigo de Vivar o Miguel Ángel Buonarrotti; bien es verdad que para ciertos personajes le faltaba sentido de la ambigüedad y le sobraba hieratismo, pero de algún modo fabricó su arquetipo como una imagen de marca. Y su tirón taquillero permitió que cineastas de rango lo llamaran para construir con él creaciones de inquietante complejidad como el Mayor Dundee de Peckimpah o el superviviente solitario de «El último hombre vivo», que bastarían para demoler el marbete de fantoche retrógrado con que lo ha etiquetado el sectarismo del pensamiento unívoco.


En todo caso, la fuerza de su trayectoria desbordará siempre ese simple y coyunturalista marchamo ideológico. Cuando se extinga el eco mediático de sus obituarios, la figura de Charlton Heston no permanecerá en la memoria del público como un airado y achacoso carcamal agarrado a una escopeta en defensa de la Segunda Enmienda, sino como el elegante, cabal e intachable Ben-Hur: un gigante del cine épico con el que varias generaciones vivieron el horizonte de grandeza de la aventura, el heroísmo y la leyenda.

sábado, abril 05, 2008

CREDO


No hay que hurtarle lugar a la poesía y conviene hacerle un lugar a esta pieza de Vicente Gallego. Respiren y emociónense...



CREDO



Por Vicente Gallego




A Vicente Gallego Ibáñez





Tu divina bondad no prueba nada,

fraterno humano amor,

de lo que el hombre busca conocer para amarse:

no das ese consuelo y, sin embargo,

tu favor es el único refugio

donde hallamos clemencia verdadera.

No hablo sólo del beso

que en el sótano oscuro de la lujuria enciende

su fuego contra el frío,

digo cierto también y sobre todo

el brazo en que se apoya nuestro mal vencimiento

cuando el amor ingrato nos derriba.

De un amor necesario os hablo ahora

más noble que el amor,

del más logrado bien que heredó nuestra sangre.

No falte a nuestra cruz tu sincera piedad,

fraterno humano amor

que con tan firme pulso nos sostienes la vida.

Que si huérfana el alma de eternidad se muere,

nuestra madre la carne muera al menos llorada.



De "La plata de los días" 1996

viernes, abril 04, 2008

TELEFONITA


TELEFONITA

En calidad de justiciero urbano especialista, fue extraordinariamente apreciado por parte de profesionales médicos en las unidades de quemados de los hospitales, dermatólogos, sicólogos y psiquiatras. Todo el mundo quiere hacer bien su trabajo y celebran las ocasiones en las que la vida discurre proporcionando abundancia del mismo, por lo menos hasta el punto de multiplicar sus ingresos a costa del menor esfuerzo posible, y los muchos ciudadanos sorprendidos por él al volante de sus automóviles, conduciendo, y al habla mediante el teléfono móvil, ardían en tanto la intensidad de su mirada obraba cual rayo incandescente capaz de prender en las ropas y carnes de los infractores: una verdadera generación de nuevos “clientes” dispuestos a satisfacer el precio de los servicios que, sin duda, habrían de necesitar.

Mas, ¿a causa de qué todo esto?

La ley castigaba el uso de la citada tecnología circulando por ciudad o por carretera, pero los agentes necesarios para vigilar tan peligroso comportamiento brillaban por su ausencia. Un defecto del Sistema y de los gobiernos: siempre comprometiéndose con ambiciosas leyes a las que no dota de dinero ni personal… Así pues, advirtiendo un día que, su ira, debidamente canalizada, suponía una pulsión paranormal de efectos devastadores, hizo lo necesario para contribuir al bien común limpiando las calles de facinerosos como los ya dichos. Algo posible al coincidir con un periodo excelente de ociosidad. Cierta e importante suma de dinero obtenida tras apostar en el hipódromo, resultó ser el respaldo financiero propicio para hacer de las vacaciones disfrutadas durante esa época tiempo libre que dedicar a las patrullas callejeras. Paseos de centinela siempre atento a la comisión de crímenes y delitos cuales los que podían dar lugar a accidentes mortales. Terribles errores, equivocaciones que llevaban aparejadas, en la mayoría de los casos, daño y duelo para terceros.

Sin embargo la prometedora carrera que le esperaba, aquellos sueños donde era reconocido por las autoridades y aclamado por el pueblo llano, se truncó al poco tiempo. Un repentino acceso de conjuntivitis destapó el mal que venía larvándose precisamente en el mismo centro de sus poderosas antorchas faciales: jubilado por enfermedad profesional. Los médicos no albergaban dudas. Las retinas de sus ojos venían padeciendo un recalentamiento anormal lo que supuso su rápido deterioro e irrecuperable fin.

De haber sido un personaje y no una persona, por muy “súper” que se creyera, socorrido por unos guionistas de fuste, habría superado los inconvenientes de su derrota cual, por ejemplo, lo viene haciendo el hombre venido de Krypton desde hace casi setenta años.

El caso es que casi no sale de casa. La gente pasea, conduce, compra, sirve cervezas, rellena expedientes, y juega al dominó a la vez que telefonea y la proliferación de conversaciones mediante “celulares” obra en él como en Supermán las radiaciones de la piedra verde originaria del planeta donde nació.

jueves, abril 03, 2008

UN ACONTECIMIENTO DIARIO


UN ACONTECIMIENTO DIARIO.

Sudorosa y atenta a su labor, la empleada del hogar, muchacha recién llegada de Rumania, obra sin percatarse de lo que está a punto de suceder. El primogénito y único hijo de la familia, harto de sus artefactos electrónicos de juego, está, como casi siempre, solo. Sin abuelos que lo amparen, enterado de las diferencias insalvables que separan a sus padres y rumiando toda esa felicidad de pago que ponen a su disposición para hacer aquiescente la luz de su mirada. Un acontecimiento diario… Pero, sí: tiene una idea. Y esa idea se convierte en furiosa vibración que brota de su garganta. Sólo en su cuarto emite incomprensibles sonidos, gárgaras de rodamiento y engranajes que simulan un motor. Enseguida, sin cesar en su capricho, da pataditas contra el suelo. Pataditas o “patadotas”, cada vez más fuertes, en sintonía con el volumen de las onomatopeyas dichas. La velocidad de las voces aumenta y los golpes de las extremidades inferiores hubieran acabado en trueno divino de no ser por el imperio electrodoméstico de la máquina de aspirar en todo el resto de la casa. Entonces, puesto que nada retiene ya los ímpetus infantiles, cual si unas amarras invisibles finalizaran su tracción sujetándole, arranca el chaval y parte a la carrera levantando todo el embaldosado de la habitación hasta desaparecer por la ventana de aquel octavo piso. Ni las más gruesas cadenas, ni el muro mejor armado habrían logrado retener a un huracán así.

Hubo quien aseguró su muerte al caer contra el asfalto.

Quien le diera por desaparecido y supo de los angustiados padres cuando aparecieron en la tele.

La trabajadora tuvo que regresar a su país.

Se especuló, incluso con un rapto a manos de extraterrestres.

Tiempo después, en la tele, como aquel día, se ofrece la retrasmisión de una competición deportiva motociclista.

A él, si está, esté donde esté, ¿Cuánta gasolina le quedará? ¿Acaso no es aquel que deja rastros de caucho recortándose contra la línea del horizonte?

martes, abril 01, 2008

AHUYENTAMIENTO SELECTIVO


Lo que sigue no sólo está bien escrito- el autor es un reputado columnista- ofrece la noticia de uno de esos aspectos curiosos de la vida y culmina en una exposición reflexiva que podría ser motivo y ocasión de sacar las conclusiones que sean menester. ¿Hace falta algo más para hoy?





AHUYENTAMIENTO SELECTIVO

Faro de Vigo 1 de abril de 2008

Por Camilo José Cela Conde

El inventor es británico pero le ha puesto a su aparato un nombre español: Mosquito -pronúnciese "mosquitou". Como tal figura ya nada menos que en Wikipedia, el oráculo de Delfos de Internet que decide lo que cuenta y lo que no cuenta en este mundo. El Mosquito -conservemos las mayúsculas para no confundir- sirve para generar un ruido agudo y molesto que sólo oyen los menores de treinta años. Resultado sordo incluso para quienes cuentan con más de veinticinco y un oído no demasiado fino. Como resultado -sigo con la fuente de Wikipedia-, cerca de 3.500 comerciantes del Reino Unido han instalado el aparato en sus tiendas con el propósito evidente de mantener alejados de ellas a los más jóvenes.Resulta curioso que el noventa por ciento de los anuncios de la televisión se dirijan a un público apenas adolescente y, al mismo tiempo, aparezcan inventos destinados a impedir a ese mismo público que se acerque a las tiendas. El misterio desaparece, no obstante, sin más que considerar que lo que se anuncia en las pantallas con gran lujo de acción y colorido es la juventud eterna, el bálsamo de Fierabrás capaz de disimular achaques, oscurecer canas, tensar pieles, maquillar arrugas y prestar una lozanía ya perdida a quienes suspiran por ella. Los jóvenes de veras sobran en ese esquema; el Mosquito se encarga de ahuyentarlos.Las asociaciones de defensa de los derechos constitucionales de la Gran Bretaña han puesto el grito en el cielo de la Justicia a causa de lo que es y, sobre todo, de lo que significa el Mosquito. Pero algo tan benéfico para el Sistema no puede arrinconarse por culpa de un detalle nimio de discriminación. Los defensores del ruido selectivo ya han contraatacado sosteniendo que el aparato no daña la salud -sólo la autoestima, en último término- y por tanto entra en lo que podríamos llamar el criterio de las libertades individuales de los dueños de los establecimientos. Algo así como el cartel ése que dice que se reserva el derecho de admisión.Aunque al artilugio le falta tal vez algo de sutileza. No se trata tanto de deshacerse de los niñatos como de prevenir conflictos: tumultos, borracheras, cuelgues, babeos y, en general, conductas que van contra las sanas normas del comercio. Así que un Mosquito en verdad útil sería aquél capaz de distinguir por lo fino, separando la chusma indigente de aquellos clientes que hacen lo mismo pero pagan por ello. Como los armarios con gafas oscuras y pinganillo en la oreja que dejan pasar o no en función de su aspecto, a las puertas de la discoteca, a los que hacen cola. En realidad es ésa la belleza mayor del instrumento mosquiteril: convierte a su dueño en algo así como un Jehová decidiendo en el Juicio Final quiénes son los buenos y quiénes los malos que deben ser apartados del reino de la felicidad con butaca business y sala de espera VIP.