lunes, marzo 19, 2012

LA REVOLUCIÓN

Mil novecientos ochenta y nueve. Se retiran las tropas rusas de Afganistán. El petrolero Exxon Valdez vierte 36. 000 toneladas de petróleo en aguas de Alaska. Se produce la matanza de Tiananmenn. La sonda espacial “Voyager 2” llega al planeta Neptuno. Finaliza la guerra de Chad contra Libia o de Libia contra Chad. Conceden el Nobel de la Paz al Dalai Lama. El PSOE gana las elecciones legislativas, consecutivamente, por tercera vez. Cae el Muro de Berlín. La revolución rumana culmina con la ejecución del matrimonio Ceaucescu. EE. UU. Invade Panamá. Mueren Salvador Dalí, Nicolás Guillén, Georges Simenon y Samuel Becket… Y, en ¿Guadalajara?… No tengo datos ahora, pero hay algo que recuerdo con claridad. Me lo dijo Miguel Escutia, un magnífico actor, por aquel entonces compañero de escena de otro Miguel, Torres, a su vez extraordinario intérprete. Ambos intervenían en una obra del dramaturgo venezolano Isaac Chocrón- función dirigida por Jorge Eines, director, escritor y pedagogo argentino afincado en España- cuyo título era LA REVOLUCIÓN. Escutia, ya vestido de calle, se mostró agradecido conmigo porque, la breve introducción que hice antes de que diera comienzo el espectáculo, le sirvió de mucho a fin de emprender su labor ese día. Aquella edición del Festival de Teatro Arcipreste de Hita, desgraciadamente sin continuidad a partir de este año de la crisis de 2012, contó con un presentador en general irrelevante, que es quien esto redacta, y, las palabras a las que aludiera el actor, al final galardonado con el primer premio protagonista masculino, fueron dichas por mí con la pareja de “migueles” ya sobre el escenario: lo estaban antes incluso de que entrara el público a la legendaria sala del Coliseo Luengo, espacio de tantas y tantas noches de buen teatro. Pues bien, rememorar esto es admitir lo que me sirvió. Al margen del enunciado exacto de lo en esos instantes propuesto por mí, trasunto de algo que escuché de labios del Propio Eines, también mejor director como fuera mejor obra la Revolución. Me sirvió y me sirve. Me vale porque es el teatro. El Teatro. No porque contento de haber sido oportuno me vanaglorie. No. Agradecido, tanto desde el mismo “tinglado de la antigua farsa” cual siempre lo he estado desde el patio de butacas, mayoritariamente espectador y siempre aprendiz, porque el teatro me ha hecho mejor. Me sirvió porque tuve compañeros de viaje en distintos grupos de teatro- Antorcha, Comando Teatral, Teatrapo…- que mucho me enseñaron, y me sirvió porque, gracias a la Agrupación Teatral Alcarreña, pude asistir a numerosísimas representaciones sin las que carecería del criterio, el gusto y el respeto por todo lo que tiene que ver con el arte de Talía… Y, si traigo tales asuntos a colación, es porque la ciudad de Guadalajara se ha desentendido del teatro. No digo las administraciones, que sí, no digo los políticos, que por supuesto, no digo las empresas, los bancos, que también. Digo de los nombrados y de todos los demás. Del público y de quienes habitando la ciudad no lo es. Porque la labor de ATA y la cita con el Festival de Teatro Arcipreste de Hita debieran ser patrimonio de la ciudad. Como el Maratón de los Cuentos o el Tenorio Mendocino, acontecimientos que, visto lo visto, por esa misma dimisión de la sociedad en su conjunto, podrían desaparecer próximamente. Y eso es lo triste. No las dificultades, no el cansancio que lleva a los organizadores a la quiebra, al agotamiento, sino la soledad y el silencio. Protesta la educación, protesta la sanidad, protesta la cultura, por ejemplo, y en cada envite, los demás están “apagados o fuera de servicio”. Habrá huelga general porque los piquetes informativos dan argumentos como sopapos, pero sin convicción previa. Sin contagio. No lo hay, no hay verdadera solidaridad y por eso se muere el teatro en Guadalajara. O parte.


 
Publicado en GUADAQUÉ el 20 de Marzo de 2012.

viernes, marzo 02, 2012

CAPITALISMO KAPUT





Desde la aparición de esa masa cuya verdadera composición permanece todavía en manos del misterio- me refiero a lo que se denomina movimiento 15M- arrecian las voces que proclaman el fin del Capitalismo. Lo dice todo el mundo. En ocasiones gente que está contenta de haberlo dicho porque está de moda. Desconocen lo que dicen pero prefieren evitar esa experiencia- horrible- que consiste en advertir como cae un velo negro sobre el infractor- una manera de llamar al que calla porque no sabe- acto de prestidigitación que preludia- nada por aquí, nada por allí- su desaparición. Porque, sin que lleguen a correr la suerte de los acostados bajo tierra, terminan por suponer incluso menos. Acontece que se les ignora y aparta y, antes muerto que fuera de la foto, a repetir el sonsonete… Entonces, que prolifera la sentencia: el capitalismo ya no sirve. El médico diagnostica, pero, porque repite el diagnóstico sin cesar, o carece de juicio que le avale para ejercer la medicina, o quiere ganar tiempo mientras encuentra la cura. Porque la solución se está haciendo esperar. Llega la protesta, se despotrica, se injuria, y se certifica el deceso. El capitalismo ha muerto. Pero, y ahora, ¿qué? “Pues, no sé. Que lo resuelvan los banqueros que tienen la culpa de todo”. Y los banqueros: “señores, compórtense”. “Nada, nada” dicen los amotinados. “Improvisemos”. “Cuando terminemos de usar la guillotina y acabadas las tareas de limpieza, porque no está bien dejarlo todo ensangrentado, repartiremos el oro del loro, bolsa sin índice NIKKEI, y que cada uno la guarde en su casa. Nos comprometeremos a ser buenos con lo que, de paso, podremos deshacernos de los cuerpos y fuerzas de seguridad y del ejército, para ahorrar en gastos. Las empresas de policía privada harán bien en dedicarse a la jardinería, por ejemplo, porque, como vamos a ser angelicales, respetaremos la propiedad ajena, cosa que no supimos hacer o hicimos a regañadientes durante el capitalismo. Que se reciclen como poetas o concreten su futuro laboral mediante el estudio, a fin de ampliar la plantilla nacional de educadores. Sí, que se van a necesitar maestros. Los extranjeros que vengan a visitarnos o a residir como vecinos nuestros, tendrán que aprender y recitar el Código de Bondades Comunitario, CBC- que está pendiente de redactar-  o catecismo laico, que conviene asuman tanto los que puedan dar fe de ser y estar inmaculados, como los que fracasen a la hora de pasar los exámenes de DON LIMPIO”… Dirán algo así o regresarán a sus casas…
- ¿Dónde estuviste?
- En un funeral
- En el entierro de la sardina
- No. Le dábamos el último adiós al Capitalismo.
- ¿Y ahora?