miércoles, octubre 19, 2011

ÁRABE Y CHIQUITO


Era un niño árabe de muy corta edad. Pequeño como para aventurar por escaso error lo reciente de su estreno cual bípedo “sapiens” de la especie “homo”, pero siempre al trote. Contento del espacio, de la superficie de juego en el parque y pendiente de los movimientos de otros niños, mayores que él, por si el azar le recompensara con una invitación lúdica... Utilizo la voz “lúdica” he de confesarlo, como sinónimo de “patadón”: los otros perseguían una pelota con ínfulas futbolísticas para su recreo… Pero, continúo. Pasó cerca de mí. Yo,  perito en observación y ejecutante de tales destrezas, en ese momento, además, aguardaba la presencia de una dama tan recta, sabia y elegante como simpática y hermosa. Tenía cita a esa hora, ella conmigo, un servidor con ella, y era inminente el deseado encuentro al que aludo. Mas, el niño, incapaz de detenerse, por inercia o voluntad propia, y a pesar de ello, me miró. Esbozaba una sonrisa entre cómplice y curiosa. Debían hacerle gracia mis volúmenes y la barba en flor de harina, alba de ceniza alba como el resto del cabello que supone mi pelambrera craneal de hoy en día. Tenía los ojillos redondos, oscuros y vivaces, y me miró. Me miró y alguna fibra emocional hubo de quebrarse en este corpachón vulnerable al fin- el mío- porque, por unos segundos abdiqué, envié a paseo mi corona, desdeñando el trono y sus privilegios... Antes de proseguir creo que debo aclarar lo que pareciera turbio o liar el asunto como madeja de lana en garfios de minino, ya veremos. Cuando toca, me manifiesto disconforme con el espíritu de aquella célebre sentencia manifestada, dicen, por el Hijo de Dios: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Fiel a una postura, entre cínica e irónica, próxima en grado sumo a la de otro bíblico personaje, el rey Herodes, verdugo que fue de tantos niños israelitas, digo no a la infancia. Y digo que me siento curado de ella. Pero, ¿por qué? ¿Porque me muevan también impulsos sanguinarios? No, no, que va. Es una metáfora para expresar el rechazo, ese sí, más serio, que tengo a todo lo concerniente con la paternidad. Porque estoy convencido de lo dificilísimo que es traer una criatura a este mundo, a este planeta ahora tan lesionado por evidentes sucesos. Porque siempre lo ha sido- difícil- y lo será. Porque no todo el mundo está preparado para ser padre o madre. Porque  sé, y sálvese quien pueda, que muchos padres se desentienden de sus hijos, se ocupan de ellos poco o mal, que les hacen daño, que les usan como munición contra el otro en durante los trámites de una separación o divorcio y sostengo que,  ser padres conlleva, por lo menos hasta que los hijos sean mayores de edad, la anteposición de la crianza de la prole a  los propios objetivos vitales. Porque es así y, si es cierto que nadie trae de serie el manual de papá o mamá, es tanto de lo mismo, precisamente por falibilidad humana, el tremendo riesgo de errar, de equivocarse incluso sin tiempo para corregir los malos pasos. Y, puesto que prefiero ser riguroso a audaz, no he contraído ni contraeré responsabilidades de importancia como las ya valoradas. No a pesar del rosario de gozo y sus misterios de indiscutible ventura, de las loas y experiencias inolvidables, de la satisfacción y premio inherentes al ejercicio de la paternidad…Sin embargo, a lo que iba. El chavalín, llamado por su madre que entretenía el tiempo conversando por teléfono, movido por el mismo y expansivo  ánimo, acudió a la vera de quien le llevó en su vientre. Y, ajeno ya a todo contacto conmigo, se fue. Le vi marchar con la mujer que bien podría ser una tía o cuidadora, por qué no, y ya está. Se marchó… Luego, por la noche, antes de medio engalanarme para recibir los dones de Morfeo, reconocí en un costado de mi viejo corpachón el trazo brillante y enrojecido de una cicatriz que no tenía. Por eso escribo, a cuenta de ese hallazgo, lo que está cercano a su fin. Porque me alegro de la vida y no puedo expresar de otro modo la belleza de los ojos, la expresión y los actos de aquel niño árabe, naturalmente venablo o saeta disparada, certera y a su modo hiriente. Porque, aunque me cansan y cada vez los entiendo menos- culpa mía sin duda- brindo por cada retoño humano, por su desenfado, su deseable futuro y por la incontestable inteligencia con la que muchas veces nos sorprenden. Brindo por todas esas virtudes y, Herodes yo y todo, sí, admito la reverberante felicidad que trasmiten cuando rebosan encanto, y de la que son generosos portadores. Eso les salva y también a mí. Me salva porque es una balsámica manera de sobrepasar la coraza de perfecto juicio o parapeto con la que uno se defiende de tantas cosas. Una armadura tantas veces enemiga de su portador y para la que sería magnífico utilizar el remedio que decía conservar Joan Manuel Serrat de “cuando estuvo loco”:”… un par de gramos de delirio en rama/ por si atacan con su razón los cuerdos…”. Eso o la luz incondicional resplandeciente en los ojos de un niño.

lunes, octubre 17, 2011

BABEL



Según el DRAE, silogismo es el Argumento que consta de tres proposiciones, la última de las cuales se deduce necesariamente de las otras dos.  Por ejemplo… / Los auxiliares de conversación ayudan a la comunicación en un idioma. Un idioma es el sistema de comunicación verbal o gestual propio de una comunidad humana. Hablar el mismo idioma supone la oportunidad de comunicación humana, tanto más fácil, si se aprende mediante la intervención de los auxiliares apropiados./… ¿Refutable? ¿Heterodoxo?... Puede ser, pero olvidemos esa cuestión ahora… GUADAQUE daba noticia de la jornada de orientación de auxiliares de conversación organizada por la Consejería de Educación en la residencia universitaria Los Guzmán de Guadalajara. Según esto personas en número que desconozco, preparadas para ayudar a los profesores titulares de centros bilingües de la provincia, no sé si con titulación o sin ella, facilitarán la enseñanza contribuyendo a la formación de alumnos cuyo proyecto adulto podrá definirse con tanto mayor éxito cual suponga el aprovechamiento de sus años lectivos, al cumplir las tareas que se les encomienden. De por medio la crisis, los recortes, el conflicto educativo y la política. Pero, también hemos sabido, gracias a la costumbre de recabar informaciones mediante este portal de noticias, lo que dijo el dirigente del partido Popular y actual alcalde de la ciudad, Antonio Román, durante los actos del día de la Fiesta de la Hispanidad. Concretamente, los reporteros nos han dicho que, el presidente del ayuntamiento afirmó: “… los españoles hemos demostrado que si nos unimos, somos capaces de vencer cualquier adversidad y resolver los grandes problemas. Delante de la bandera que nos debe unir a todos yo apelo a esa unidad por el bien de España y de todos los españoles”… Pues bien. Como pareciera que los españoles carecemos de un idioma común- y no es menester tampoco, ahora, entrar en polémicas lingüísticas- adoptemos el esperanto para que se cumpla ese veredicto hueco o sentencia de salón que voceó el corregidor antes nombrado. Porque Román sabe que los españoles, separados por innumerables barrancos, difícilmente nos vamos a poner de acuerdo en nada. Precisamente los partidos políticos, entre otras colectividades, ahondan en los fosos y cavan zanjas a diario para delimitar territorios y separar voluntades. Adoptemos el esperanto, insisto, y hablemos de moda, coches, fútbol, vacaciones, particulares en los que solemos coincidir, siempre y cuando, eso sí, su manifestación inmediata resulte ser hecha bajo pabellón español y dotémonos de los especialistas, auxiliares de conversación como los que ya se dijo, capaces de estimular el diálogo y, por lo tanto, el aprendizaje que mejor nos convenga. O así, o confundidos como en la torre de Babel.


Publicado el 18 de octubre en el portal de noticias GAUDAQUÉ.

martes, octubre 04, 2011

DE LOS FRANCOTIRADORES QUE ACECHAN TRAS UNA COLUMNA


Conviene saber quienes son aquellos con los que uno se juega los cuartos. Y, si menciono el dinero por fidelidad a la frase hecha, podría haberme referido a muchos otros aspectos de la vida. Conviene  averiguar, de no advertir el plumero al gallo o a la gallina de turno, quién es quién en realidad, descartando de este modo enojosas sorpresas: las que no supo definir Eduard Punset en un reciente artículo, como neutralizadoras de toda hilaridad en estos tiempos revueltos que, por suerte, no son los de la exitosa novela de televisión. El caso es que, hace nada, leía un artículo de opinión, no importa en qué medio escrito, consagrado a la crítica descalificante de todo lo hecho por el PP regional en sus primeros días de gobierno. Como, además, lo dicho evitaba la sal gruesa o el insulto, conviene, por supuesto, felicitar al autor. Es poco corriente, por desgracia, una actitud así de elegante... Sin embargo, ¿por qué la verdad, o las verdades, cuando de la pugna partidista se trata, son sólo la mitad de lo cierto? No recuerdo, de parte de los responsables de una tarea de gobierno, ni en voz o pluma de los partidarios de tales actores, el noble ejercicio de la autocrítica, de la asunción de responsabilidades,  de la consideración oportuna mediante la cual atribuirse el error que corresponda, a la hora de valorar lo realizado por los legítimos gobernantes surgidos de una bien querida alternancia, anteponiéndolo a todo juicio porque, como ya dijera Osgood Fieldieng III en CON FALDAS Y A LO LOCO, “nadie es perfecto”. Y esto vale para los de un signo, para los del otro y para los de más allá. Según la costumbre- mala digo yo- encontrar aciertos en la labor de administradores políticos, concejales, alcaldes, diputados, presidentes y dar fe de ella, está prohibido. Algunos, incluso, deben sentir verdaderas náuseas si se les pone en el brete de apechugar con su discurso y con el que completaría un análisis ponderado de todo lo que afecta a una acción de gobierno, iniciativa de ley, sentencia o voluntad de aventurarse por nuevos caminos de mejora o progreso. En la práctica es alimentar un combate cuyo fin no se avizora. Establecer un abismo de incomprensión y encono pródigo en emboscadas, cargas abusivas y toda otra serie de suertes belicosas generalmente realizadas con el respaldo del ingente tropel de la “torcida”, esa hinchada, fanática, que milita o simpatiza con rojos, azules, naranjas y verdes, por poner colores, al final también responsable del sesgo violento con el que se pretenden resolver algunas cosas. No es que haya que ser blanditos y abdicar de llamarle pan al pan. Pero sin olvidar que hay muchas hogazas. Poniendo en juego lo que toque, cuando lo que se observa es o debe ser objeto de inmediato celo, del mismo modo que se glosa con agrado lo acreditado como indiscutible bien. Lo demás son ganas de someter, humillar y sumar innobles imposturas al común de la casa de todos: la sociedad, su riqueza y bienestar. Lo demás, a partir del caso que daba pie a este comentario, es actuar como el francotirador al que, por encargo o motu proprio, se le encomienda abatir, eliminar, destruir. Por muy buenas que sean sus maneras incluso, en el desempeño de esa, a mi modo de ver, sucia manera de conducirse. Por lo tanto, sí, démosle al César lo que es del César y que sea así, sin reservas: tanto para reconvenir como para venir con. Censurando lo que quepa censurar a la vez que se declara la excelencia si se entiende la misma cual asunto demostrable… Y, bien, aquellos que dije, los de la náusea, afirmarán que, si en sus intervenciones abunda el descrédito, sólo se registra la reprobación, es porque nada más que abuso y equivocaciones se dan entre los que se exponen a ser públicamente escrutados. Lo dirán, y dispararán otra bala: a riesgo de equivocarme, eso es lo que hay.


Publicado en GUADAQUÉ el 4 de octubre de 2011.