lunes, diciembre 19, 2011

DEL COMPROMISO SOCIAL Y POLÍTICO DE LOS NIÑOS SI ES QUE EXISTE

Incluso aquellos triunfos de la humanidad registrados tras el esfuerzo de un hombre sólo, son, en realidad, la suma de distintas asociaciones cuyo resultado forma parte de lo conseguido. Un aporte que conviene reconocer para evitar supercherías e ínfulas sectarias. De modo que, casi siempre, somos con la gente. Unas veces con muchos, con pocos en otras ocasiones, y nada de eso es necesariamente peor o mejor. Sin embargo, avanzar, llevar a cabo determinadas empresas, requiere un número estimable de individuos. Y esa comunión se logra tras persuadir a los convocados mediante distintas iniciativas. Someter a las personas es uno de esos procederes, intolerable como ningún otro, y manipularlas pasa por ser tan útil como eficaz puesto que logra la adhesión obtenida gracias al miedo y la violencia sin señas mortificantes a la vista. El manipulado obra creyendo que actúa sin otra directiva que la de su propia voluntad y, por eso, su rendimiento es notablemente superior al que la esclavitud o el autoritarismo producen. Llegados aquí discutiremos qué es o no manipulación, quien o quienes la ejercen y si, como en tantas otras cosas, el fin justifica los medios. Mas, desde mi punto de vista lo digo, hay ceremonias sociales y políticas, aparentemente cargadas de bondad, ejemplares pudiéramos decir, en verdad consagradas a la propaganda, a la difusión de un mensaje no precisamente plausible. Es el caso de acontecimientos propios de adultos en los que los niños ocupan un lugar relevante y, aparentemente, didáctico. Pasa con las jornadas en las que determinado número de escolares ocupan los sillones de consistorios o parlamentos a fin de ofrecernos una versión entre inocente y contemporizadora de la discutible cotidianidad política. Durante esos actos algunos infantes alzan la voz y proponen acertadas iniciativas, organizan con mejor suerte asuntos en los que los mayores no se ponen de acuerdo, o riñen con simpatía si es que lo tienen que hacer… ¿Significa eso que los niños están más atentos a los problemas sociales de lo que parece? ¿Puede afirmarse que, si no sustituir, deberían incorporarse los niños a la mesa de sus mayores? Lo dudo. O, mejor, lo descarto. Tanto en estas lides como en otras, cuando se les lleva, por ejemplo, a una manifestación, el gusto de sus tutores por obtener de la tropa reclutada unos resultados brillantes, es superlativo. Vale inducir a los chiquillos orientándoles a comportarse o proceder según el ideario de quienes les pastorean como si la retahíla de clarividencia infantil fuera nada más talento en estado puro… GUADAQUÉ nos contaba la constitución del Consejo Municipal de Infancia y Adolescencia con la reseña entrecomillada del uso de la palabra de alguno de los intervinientes menores  de edad. Víctor, alumno del colegio Río Henares solicitó “más colegios en verano”. Ana, del colegio Maristas exigió “más limpieza en la ciudad”. Y José Miguel quiso saber por qué los niños que no son cristianos no practican su religión en el colegio… ¿De verdad alguien puede creer que sean las demandas dichas, materia de conversación en los patios de recreo de los colegios? Sálvese quien pueda pero, a juzgar por lo que hacen y dicen los chavales, presentes y combativos en parques, plazas y medios de transporte, no, nunca. Sería magnífico que todo sucediera de otro modo, pero los niños están interesados en cosas que tienen que ver con su propio universo de influencia. Algo que no alcanza lo social, al menos de motu proprio. Es lo que hay.

jueves, diciembre 01, 2011

GENTE DE FE CIEGA


Para evitarme el terno de abuelito Cebolleta- célebre personaje del Tebeo, lo digo para los lectores que no lo sepan- cuya aparición suscitaba un pánico similar al producido por ese otro anciano, personaje de los que fueron notorios en ediciones anteriores de la Hora de José Mota, dispuesto a narrar sucesos del servicio militar obligatorio o “mili” ya desaparecido, me extenderé lo justo… Durante una época lejana, antes de amanecer en pie, escuchando una emisora ilerdense no recuerdo si adscrita a cualquiera de las grandes cadenas de radio emisión españolas, reía con los chistes del gran Eugenio. Y, de aquellos momentos de diversión, arropado por las mantas, viene a cuento uno, delirio sonoro que popularizó el gran artista catalán, por desgracia desaparecido hace unos años: el automovilista que se precipita por un barranco, logra asirse a la raíz o rama que sobresale, y pide auxilio; nadie parece escucharle hasta que una voz sobrenatural le atiende. La voz se atribuye identidad divina, recomienda al desesperado tipo se arroje al desfiladero y no tema: los arcángeles le recogerán sin que sufra daño alguno. El hombre da las gracias y pregunta, no obstante: “¿pero hay alguien más?”… Pues bien, rememoro este ingenio de humor tras la obligada espera entre parte y parte de lo que es un programa de la tele. No importa cual. El caso es que, se emiten comerciales y, entre los varios, llama mi atención uno que pretende la venta de perfume, esencia cuyo nombre es idéntico al de mengana de tal, famosa intérprete de la canción latina aparentemente la creadora de la cosa. Acaba, 30 segundos después y, como el infortunado del cuento, me digo, ¿pero hay alguien más?... Porque yo tenía entendido que realizar una fragancia supone la colaboración entre reputados especialistas que dedican su ciencia y habilidades al logro de algo excelente, luego a disposición de quienes estén dispuestos a pagar el precio de venta al público que se determine. Y como no me parece que la citada estrella haya acreditado capacidad profesional alguna en la industria de las lociones y colonias de un rango mínimo tal que garantice las bondades del producto ofrecido como objeto de uso personal o regalo, digo yo: ¿hay alguien más? ¿Por qué nos fiamos? ¿Por qué con decir, “yo soy fulana de tal y como hago esto muy bien lo que yo recomiende va a misa”, basta para otorgarle a la mercancía valor precioso?... Creo que, o somos muy crédulos o en exceso manipulables, o la suma de ambas taras. Manifestamos tener una fe ciega en personas que, digan lo que digan o hagan lo que hagan, si antes conquistaron cierta notoriedad en una especialidad artística, política, cultural o de trabajo, cobran omnipotencia cuasi mágica. Lo saben todo, lo pueden todo, cada uno de sus actos son magníficos por ser quienes son. Y así nos va, claro. Elaborando becerros de oro a los que nos encomendamos convencidos de lograr, mediante su intercesión la gloria y la abundancia. Y aún dineros que aquello que nos venden por un potosí, en frasquito mínimo y de diseño- eso sí- es ciertamente la quinta esencia de la maravilla. Aunque no sea así. Por más que resulte absurdo. Eso hacemos y contentos estamos. He dicho.


Publicado el 2 de diciembre en GUADAQUÉ