jueves, mayo 10, 2012

DE LOS LIBROS Y LAS BIBLIOTECAS

La noticia es, según leo en GUADAQUE, algo tan saludable como lo que sigue… “Los bibliobuses llegarán a 205 localidades de la provincia”. Una información facilitada por el delegado de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, de la que me llama notoriamente la atención esto otro: El 99,21% de los 256.000 habitantes de la provincia de Guadalajara tienen garantizado su acceso al préstamo de libros mediante el acceso a 43 bibliotecas, 6 salas de lectura y 4 bibliobuses que recorren los pueblos, llegando a 205 localidades de la provincia… De modo que, 2022,4 ciudadanos se quedan sin servicio. Concretamente dos mil veintidós y una fracción de persona, medida que desconozco si corresponde a los fragmentos acumulados de varios seres, a las sobras de uno sólo de ellos, o a la contabilización de uno o varios no nacidos. Porque los números, dichos así, como quien los arroja para quitarse un peso de encima, dan lugar a paradojas que, cuando menos, suponen una invitación a la mofa. Por eso, al margen del cómputo real al que hace alusión ese decimal inferior a la unidad, sin chistes ni considerandos irónicos, cabe preguntarse por la razón que priva de libros a más de dos mil personas. Por qué tan cerca del pleno, la universalidad de ese servicio queda en entredicho. Parece ser que los periodistas no lo preguntaron y los responsables de la Junta navegaron por un arbolado mar de cifras sin llegar a cabalgar la gran ola. Se exhibieron sobre la tabla de surfista y contentos con la aplicación demostrada debieron decirse: “Vamos sobraos: para qué más…”. Sea como fuere, todos debemos ser partidarios de las bibliotecas. De las bibliotecas con domicilio urbano, rural o móvil. Las bibliotecas son el bastión cultural a proteger durante estos tiempos de crisis porque, si bien nada que suponga incrementar el acervo cultural de las personas es materia desdeñable, cuando toca prescindir de bienes y derechos conforme a las circunstancias que se imponen al concurrir adversas formas de crisis, las bibliotecas, los libros, son como el aire que respiramos. En los libros, se decía hace años, está todo. Al menos, creo yo, todo lo que importa. Sea cual sea el soporte. Y digo las bibliotecas y los libros, acotando con precisión aquello que, entre personal que lo sirve y materia de préstamo es imprescindible. Todo lo demás, necesario, vital también, se puede postergar si hay que postergar algo. Todo está en los libros y en los libros estamos todos. Incluso los que no leen libros. Porque es diferente leer, a secas, leer “tweets”,  actualizaciones de estado, mensajes de telefonía o “emails”, que leer un libro. Ahora se lee más que nunca. Seguramente se publican más libros que nunca. Pero ni todos los lectores tienen hábitos de lectura serios ni todos los libros que se publican pueden defender con éxito el nombre literario que se les atribuye. Sin embargo, eso no significa que haya que ceder sitio ni recortar dotaciones para que, como mínimo, los servicios de biblioteca permanezcan como los conocemos. Y si hacen falta más libros, los que leemos tenemos un compromiso de fraternidad y un deber social contraído con las bibliotecas. Si hacen falta libros, merece la pena que hagamos honor a lo muy solidarios que nos decimos en ocasiones para devenir en donantes, donantes de libros. Siquiera algunos de los muchos que están en las estanterías de nuestros domicilios. Una actitud cooperativa de la que conviene no prescindir, tampoco, cuando, con el paso de los años, dejemos de ser tan pobres. En dinero y en humanidad.


Publicado el 10 de mayo de 2012 en GUADAQUÉ.