martes, septiembre 29, 2009

EN LAS SILLAS


Soy partidario de las sillas si de reposar o atender cómodamente una tarea de mesa se trata. El sofá o los sillones, para dormir la tele en todo caso. Por lo tanto, si digo que soy muy de sentarme, nada más corroboro lo afirmado en un principio. Sentado escribo, sentado leo, me siento para contemplar el tránsito urbano, me siento para apurar el horizonte marino y sus misterios. Me siento en los autobuses, en las plazas, en los bosques, en los parques, en los bares, en los templos o en la consulta del médico. Para lo anterior, oficinas de finanzas, administraciones, concentraciones humanas en fila a la espera de algo que se persigue o cual aglomeración multitudinaria, son lugares u ocasiones que cuentan con mi repulsa… Siempre aprecié, de Guadalajara, el gusto urbano que da lugar a una disposición arquitectónica o distribución de mobiliario que permite pararse y aposentar las nalgas en contra de la aceleración constante, propia de las ciudades modernas. Designaré el Jardinillo, los parques de la Concordia y de San Roque y todos aquellos otros más modestos, parques de barrio, donde se hace la paz y los vientos que provocan las aspas del reloj de cada uno soplan con menos vehemencia. También aquí, en estos predios que divide el rio Vinalopó existen espacios donde hacer un alto en el camino supone tanto como detenerse y reposar sentado. Disfruto en las ciudades que proporcionan al ciudadano algo tan simple como económico. Realmente gratuito. Como este verano, disfrutando de unos días de asueto en Santander. Experimenté la reedición de una experiencia deliciosa aunque no desconocida: la emoción del mar cantábrico, bravo y azul, durante un magnífico día de sol y arena. Finalizaba agosto y fue mirando hacia el otro lado de la bahía, el de la ciudad, frente a la isla de Mouro, la del faro, desde las playas de Somo. Un bien inconmensurable… Así que, de piedra, de madera o de metal, mejor a la sombra, sea el suelo que se pisa de asfalto o no, como atalaya y prácticos para la lectura si lo que conviene es viajar mediante esa máquina del tiempo que es un libro, todo asiento es bueno, es humano y comulga con la buena vida. La misma que considero al llegar a casa y felicitarme porque las sillas aún aguantan

Y, ahora disculpen: voy a sentarme.

sábado, septiembre 26, 2009

¡SOY RUBIO!


Acaban de solucionarse mis problemas de alopecia…. Bueno, seamos claros, calvicie pura y dura. Por fin presumiré de pelos todo orgulloso de tener una cabellera frondosa y bien engrasada. La verdad es que con los cuatro pelitos- sí, dos- a lo Filemón Pi que nunca he guardado bajo una boina, acudir al tenderete del individuo “manostijeras”, profesional y oficiante de rasurados varios al que acudo desde siempre una vez me instalé en esta ciudad, era del todo innecesario. Más hoy, voluntariamente impulsado a la jarana matutina del sábado en la calle pues me convenía- eludir las tareas hogareñas correspondientes, seguramente zafarrancho de limpieza es una baza que siempre me reservo- regreso triunfante y pavo como pocos.

He de decir que tampoco escapaba con intención de visitar al "jardinero de aterrazados capilares", sin embargo era una excursión bien programada. No hace mucho me enteré de las señas de un “segador de azoteas” con fama de alquimista. Decíase que obraba milagros y además en su poder la fórmula exacta para recuperar la alegría. Como quiera que deseara yo, con unas ansias dignas de mendigante tras un mes de abstinencia forzosa, hacerme un sitio entre los melenudos del mundo- igual no tanto- con todo por ganar, pensé, y sobresaliente en pruebas fracasadas para recuperar mi flequillo, acudir a la cita, la verdad, expectante, era lo que tocaba...

Y ocurrió que, justo antes de sobrepasar el umbral sin cortinajes del “tipi” o patíbulo comercial donde el hombre blanco- y el rojo y el amarillo y el negro también- “perder su cabellera”, otro parroquiano exponía el “arcón de sus meninges” al arte popular y rebosante de afeites- y que lo diga- de “Mike el navaja”. Me sorprendió, eso sí, el atuendo del barbero. Vestía como si se dispusiera a destripar un automóvil y, aún así, no me cupo la menor duda: si, extravagancia, pero tendría una explicación.

Enseguida se puso a la tarea. Apartó mechones del cabello del cliente a la altura de las sienes y luego, con un destornillador, aflojó los tornillos que… ¡sí!, mantenían fijo el cuero cabelludo y enroscado a una base de metal que supuse a su vez fija en el hueso y cubierta del cerebro correspondiente a la persona que continuaba reposando sobre el sillón de operaciones…

Casi grito… Luego, usó aceites repasó engranajes, sustituyó válvulas, ajustó la disposición de algunas piezas y, del mismo modo que hubo empezado, terminó. El tipo pasó a la ducha- debajo de los paños de la barbería solo un tanga- y yo al bar. Era necesario que me emborrachara primero ya que así resultaría anestesiado para recibir sin daño unos implantes similares.

No creo que sea legal, pero, de momento: soy rubio.

jueves, septiembre 24, 2009

UN ASUNTO DE MALA LECHE


UN ASUNTO DE MALA LECHE

Esta mañana pensé en archivadores. Esos muebles, generalmente metálicos, que hay en las oficinas, con voluminosos cajones ideados para guardar documentación en carpetas. Y los relacioné con piezas de cañón, como en los galeones de guerra de piratas... Vaya usted a saber que nostalgia de la Isla del Tesoro o de los Monty Python me conmovió entonces. Por cierto que lo de recordar a los segundos, me refiero a la cuadrilla de geniales cómicos ahora de actualidad en las carteleras de Madrid, mediante la versión musical de una de sus celebradas películas- LOS CABALLEROS DE LA MESA CUADRADA-, es por el glorioso cortometraje con el que se inicia su film EL SENTIDO DE LA VIDA. Se trata de las aventuras de una vieja compañía de seguros que se hace a la mar de las finanzas con edificio y todo. Bien, pues es en esa historia donde los archivadores funcionan como artefactos artilleros. En fin, fantasía y apelación a lo absurdo de la vida, como lo es, más que extravagante o contrario a la razón inconcebible, que los ganaderos gallegos, ofuscados por el giro económico que se viene produciendo desde que la “crisis” es el monstruoso parásito que condiciona todos nuestros actos, derramen hasta 60.000 litros de leche. Se quejan de los precios que paga la industria, según ellos, ahora mismo insuficientes considerando los costes de producción. Un acto espejo del producido hace unos días, cuando otros ganaderos europeos vertieron tres millones de litros en esta misma sintonía de protesta. Y si digo que actuar así supone emparentar los deseos de justicia con la basura, es porque nadie en su sano juicio- o cualquiera abducido por su propia barriga- admite que, desperdiciar un producto de primera necesidad, nutriente básico y ausente de la dieta de muchos necesitados, pase por ser el medio justificado como legítimo si se atiende al fin que dicen perseguir los responsables de tal desafuero. Sí, también en España… Tendrán razón quienes se han comportado como se relata en los diarios para manifestarse y plantear las demandas que correspondan, pero, su mercancía es un alimento y si de verdad consideran que da igual venderla para su comercialización que tirarla, que protesten, todo lo que deseen, pero regalándola. Que el beneficio y altavoz de lo que reclaman sea a la vez el gusto por solidarizarse con otros semejantes. Que, por una vez, lo que se entrega en aras de paliar tanta desgracia, sea algo de lo que tenemos y nos importa y no las migajas que quedan en el mantel. Que anuncie su retorno la lucidez y acaben todas las imposturas porque no es una cuestión de “buenismo” como el practicado por el presidente Rodríguez. No una oleada de caritativo impulso. Nunca otra cosa que obrar con justicia cuando lo que se exige es justicia. Otras conductas desacreditan y destapan lo que podría ser nada más un ejercicio de lucro. Pareciera que los ganaderos, como los jugadores y entrenadores de baloncesto protestando al árbitro hasta que este les sanciona y cambian los criterios hasta ese momento contemplados, invirtieran en pérdidas para lograr que, lo que sería un beneficio menor- no negativo- devenga en agravio tolerable. Por lo tanto no le extrañe al lector, no piense que desvarío si pienso en archivadores que bombardean denuestos de pestilente metano a las gentes capaces de generar noticias tan amargas. Mientras continúen en este empeño, en este combate que es de insultante humanidad merecen la desautorización y la inflexible critica. Se les señala con razón y, al menos por mi parte, apunto contra sus molleras una andanada de coscorrones aromatizados con los pedos de las propias vacas cuya leche acaban de dar al asfalto.

miércoles, septiembre 23, 2009

CARRIL SOLO ELLA


Fue durante aquella centuria en la que abundaban las liebres mientras que las tortugas- aún reconocidas por su protagonismo desde que Esopo las considerara como ejemplo- quedaban al margen del mercado, cuando sucedió lo que, a fecha de hoy, se tiene por leyenda urbana según los que niegan la extraña realidad de lo que aconteció.

Vivir de una manera trepidante, como decía, era obligación sin refrendo de ley porque nunca se necesitó la norma. Por fuerza, desde el amanecer a la puesta del sol, vivir era correr, ir y venir, proponer y admitir lo ajeno a más revoluciones que las observadas en un vehículo de fórmula uno. Mandaba el culto a lo temprano- juventud contra la muerte- y el tinglado de la economía armó las grandes ciudades para convertirlas en mercados y autopistas. Los que progresaban, por vitalidad o costumbre, los que se sostenían, permanecían en la cresta de la ola y los demás, sin presa que les sujetara a las crines del caballo, cayeron dando fe del polvo de los caminos aún sin asfaltar.

Y ella, Mailen* afrontaba las exigencias del día a día, como cada hijo de vecino. Tan pronto laboraba con eficiencia de contrastada profesional, cual presta como lo está el dardo para el pulso del arquero, atravesaba la polución a fin de acertarle al mundo sobre las nalgas. La cuestión es que, inevitables despistes al margen- nadie es perfecto ni perfecta- “porque si no te espabilas te comen”, al volante de su centella a gasolina, pareciera un agresivísimo piloto en busca de la primera plaza durante los entrenamientos previos al campeonato: siempre galopante a todo caucho rodando por la ciudad.

Algunos apostaron, y la fortuna les negó siempre la gracia: es indemostrable todavía y, por lo tanto, incierto, que de tanto pisar el acelerador, atravesara el chasis con el pie a la altura de los faros.

No debió extrañar entonces que deviniera el hábito en especialización sobrenatural. Cuando alguien, incluso inconscientemente, hace por que suceda, el prodigio puede ser obrado. Un empático sortilegio cuyo origen estuvo en la cólera, en la irritación que sufría Mailen al ver que, un día tras otro, el tráfico ignoraba sus deseos y necesidades.

Poco a poco la máquina- me refiero “al haiga” conducido por Mailen- sometido a los caprichos de una mano invisible que actuara, eso sí, conforme a los humos de la misma mujer de la que hablamos, moldeaba la chapa, como quien esculpe en piedra pero a una velocidad inimaginable, hasta perfilar la criatura: una fiera de metal tan consistente que de verdad imponía.

Unas veces era un dragón, otras una serpiente con cascabeles cuyo sonido se asemejaba al de la peor tormenta, incluso, dicen, que se vio avanzar con chispas en las garras por toda la avenida al más feroz de los tiranosaurios.

Y, claro, las gentes son seres que se sugestionan con facilidad. Ante la amenaza surgida de no se sabe donde, ceden y se empequeñecen. Por consiguiente y dicho en esta sintonía, sorprendidos y atemorizados, los conductores de por aquel entonces, al unísono, se apartaban dejando sitio: ante el paso de Mailen ni un estorbo.

Con todo esto, ya que lo que pretende el poderoso se advierte enseguida- otra cosa es que sea igualmente sencillo contrarrestar su imperio- el sentido común de algunos y la suma a lo decidido por parte de los que piensan “allí donde fueres haz lo que vieres”, facilito un remedio para el que las urnas sobraban: a un lado los de delante, los demás al otro y listo el carril “solo ella”

Y así fue durante mucho tiempo, sin necesidad ni ocasión nueva de metamorfosis.

Un día, inexplicablemente, como vimos en esa película, REGRESO AL FUTURO, el coche de la muy veloz Mailen, arrancando pavesas eléctricas al asfalto, atravesó hasta la más pequeña partícula del aire desapareciendo para siempre.

¿Dónde fue?

Y qué importa, lo que cuenta es que ocurrió como acabo de narrar. Lo juro, tal y como le he leído a Arturo Pérez Reverte, por HAZAÑAS BÉLICAS

Ocurrió así, les digo. O no.


*Nombre mapuche que significa lo mismo que Fátima: doncella.



lunes, septiembre 21, 2009

PROSEGUIMOS


Cuando uno adquiere compromisos y defrauda las expectativas generadas, ha de admitir como consecuencia de sus actos improperios y denuestos. Y, antes de que estos se produzcan, muchas veces, buscamos la disculpa, la excusa, el argumento que explique lo sucedido mediante el cual podamos solicitar indulgencia. Pero no es el caso, que no llegue la sangre al río, compañeros. Esta publicación se abrió porque el emprendedor a su cargo quería tener un cuaderno sin candados, un expositor de ideas, reflexiones, preocupaciones y fábulas también al servicio de los demás, de cualquiera. Como hacemos tantos en este proceloso mundo. Y, bueno, lo que cuenta es decir algo que a uno le importa decir, en la medida de lo posible con una relevancia digna de mención y atractiva en cuanto a contenidos y forma. Sea como fuere, con cierta continuidad porque, igual que hasta ahora lo que no salía en televisión resultaba inexistente- de hecho internet es intangible pero real porque, de vez en cuando o muy a menudo, sale en la tele- si uno no se mueve en la red seguro que ha caducado. Todo en contra de lo que resulta del tráfico registrado en este cuaderno durante las últimas semanas. En contra, sí, aunque sin certeza de defunción. El cuaderno puede revisarse mientras se redacta una nueva intervención cual- momento pedante de la nota- se revisan los clásicos. Releer piezas antiguas o leer lo que no pudo revisarse en su día... En fin que, proseguimos. Mientras no se de aviso el propósito inicial no ha dejado de ser el que fue.

Gracias.