sábado, octubre 18, 2008

ES LO QUE DESEO


No sé si serán unos minutos o llegará la hora. Digo de la división, del fragmento temporal de la jornada, espacio durante el cual, si no fuera por el constante y el aborbotonado despliegue de las blancas crestas con las que el oleaje se distingue, conoceríamos de la mar solo la presencia de una masa oscura. No lo sé, pero soy y estoy aquí, con la sola intención de contemplar y permitir a todo lo de mi alrededor, en su esencia, que me adopte como materia permeable dentro de la que residir… Ante mis ojos los ahogados. Cadáveres de los que emerge nada más la calavera. Abultamiento de colorines como lo son los cráneos de azúcar siempre que acontece la Fiesta de los Muertos en México. Muertos que flotan, condenados a señalizar el océano porque se jugaron la vida y la perdieron envidando imprudentemente: porfiaron sin cartas y el farol de la soberbia les descubrió. Para entonces, nadadores seguros de sí incluso cuando flamea el rojo; bañistas, temerarios; simples ignorantes acostumbrados a la ley de sí mismos, eran parte del todo fatal en cuanto a convocados por la negra parca. Porque la muerte y la vida, el haz y el envés, las dos caras de la moneda del existir, son el mar y sus misterios. La mar que tiembla llena de cicatrices o quizás se desasosiega trémula de bocas dispuesta a comunicar dos mundos con un beso. La realidad de los calamares gigantes y las sirenas con el insistente ir y venir de los pescadores. Un paseo filosofal al que interesaría asistir para saber que se dicen  de la mano Achab y Moby Dick y las ganas infantiles de retener las aguas mediante fosos de arena cuya defensa se otorga a castillos imposibles… Dentro residen nuestras fantasías y parte de los temores más horrorosos que pudieran presentársenos. Pero dentro está la alegría, el resplandor de una lira que solo conoce melodías para acompañar la sonrisa generosa, la sonrisa, tranquila, el rostro de gesto confiado porque le han embadurnado de ilusión las horas. Ella tardará, se asegura el vuelo de las tijeras por sobre la cabellera de su gracia emparejando el corte solicitado para resultas de menor volumen. Pero el paseo es paz y a lo lejos una vela maniobra navegando cerca de la Isla de Tabarca… A lo mejor, si corriera la voz del progresivo hundimiento de esa franja de tierra, por lo demás tan visitada durante el verano, con ser un bulo, parecería que es asunto a lo veneciano por ocurrir y llamara a la curiosidad y el morbo de viajeros y visitantes, recuperándose así cierto pulso turístico y, por lo tanto, comercial. Nos mueve mucho más la deformidad y la sangre del indivíduo rendido contra el asfalto que  la suerte artística de un comportamiento natural en el entorno más próximo. Pero, en fin, reclama su sitio la luna ya, sobre el horizonte y los faros de su auto me convocan. Voy a ella para seguir mejor. Es lo que deseo. 

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