jueves, noviembre 11, 2010

AFORISMOS DE ANÓNIMO 6


Según el parecer del economista Jean Tirole, las empresas necesitan incentivos para la creación de puestos de trabajo de duración indefinida. Una iniciativa al respecto podría ser, digo conforme al pensamiento de este señor, un impuesto por despido. De esta forma los empresarios confeccionarían sus plantillas de otra forma. Además, lo recaudado por ese impuesto iría aun fondo para el sustento de los desempleados mientras vuelven al mercado laboral… Algo discutible y, tal vez materia de prueba, pero, desde el punto de vista de la reinserción y el reciclaje, a los trabajadores les conviene acceder a cursos de formación profesional cuyo fin sea siempre el de incorporarles a ocupaciones para las que exista demanda. Por ejemplo, amenazar a un parado con retirarle las prestaciones si se niega a seguir un curso de albañil, cuando se está diciendo que miles de trabajadores de la construcción no se emplearán de nuevo en esas lides, francamente, es un abuso intolerable.

Para lograr cierta seguridad imponemos o nos damos un orden perfectamente discutible. Es el caso de etiquetar lo que nos rodea. Y, ahora que acabo de regresar de los escusados o servicios propios de las oficinas en las que trabajo- la naturaleza es exigente y los esfínteres, con la edad, ofrecen menos resistencia- me doy cuenta: puede clasificarse la humanidad occidental en dos tipos de personas. Los que acuden a satisfacer sus necesidades corporales con impecables intenciones, casi siempre abocados a reparar los descuidos de la otra parte pues, si hacen turno tras uno de ellos o de ellas, de obviar las miserias y rastros asquerosos con los que fueron recibidos, corren el riesgo de entrar en desgracia y recibir el sambenito de guarro o guarra, y los que acuden a dicho sitio como cerdo al establo en tiempos de lodazal. Éstos últimos son partidarios de ciscarse donde caiga y el que venga detrás que arree... Así es la vida.

La paz de los templos existe, pero sometida al imperio conspiratorio de las sacristías.

El viaje ajeno, bien contado, rezumante de belleza y sentimiento, pródigo en atractivos y propiedades por experimentar, despierta la curiosidad y empuja hacia toda encrucijada.

Mienten los que recrean el paisaje. Subliman una oportunidad, un instante que, luego, apenas se corresponde con la realidad. Pero mienten tan bien...

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