miércoles, agosto 03, 2011

LA HORA ROJA


- Está roja

- ¿Roja?

- La mar. Está roja

- Sí, es la puesta de sol. Por eso. Aunque el sol se haya ocultado a nuestros ojos antes de llegar a la línea del horizonte a causa de las nubes…

Es lo que dijimos. Pensaba, antes de tu comentario, en lo apacible de la tarde. Contemplando a los últimos bañistas… o los primeros del atardecer, tuve la sensación de estar admirando una ocasión dulce de mar… Dulce, nunca empalagosa, nunca insustancial, nunca encomendada a la indolencia. Un momento precioso, como una joya de pastelería. Algo que, vivido, alimenta como un manjar elaborado entre los fogones del mejor entre los mejores cocineros, de un orfebre de la repostería…

- Noches de “calma chicha”…

- “Levantito”…

- Eso…

Porque, claro, quien conoce el terreno, la tierra, la naturaleza de las aguas, los caprichos del viento, como tú, sin aspavientos, se convierte en autoridad, augur de lo que sucederá ante quien, como yo, aunque ya lleve una temporada por estos pagos, sigo siendo un forastero…

“Eso”, dijiste y yo me hice eco interior del vaticinio: mañana sopla Levante… “Soplará Levante”, me repetí mientras los camareros que atendían la terraza desde la que nos asomábamos al Mediterráneo, ajenos a estas inteligencias nuestras, preparaban un espacio para cenar con varias mesas a la que se sentaría comensales ya a la espera en el recinto hostelero… Se entretuvieron- los asistentes el ágape, digo- con el paso de un… de un… bueno, digamos piloto de paracaídas a motor… Dudo porque tendrá un nombre hacer algo así, será en inglés, desconozco la voz y no sé si, como actividad, existe en español una equivalencia que supla el término anglosajón de manera eficaz…

Eso, el levante que vendrá, que lo remueve todo y añade sal a la sal. Entonces, con ese empuje de aire, la mar huele a mar y, todo esto tan evidente, sin embargo, resulta ser gloria bendita. Placer que será otro y encontrará ese auparse y descender de las olas entre azul y verde deslumbrante como suele ser aquí la divisa de color ante la que no ceso de admirarme por su imposibilidad.

En fin. Nombro lo contrario para afirmar que veo algo solo al alcance de quienes están, como tú y como yo aquí y ahora. ¿Podría ser eso la felicidad?

Pero tú me vas a decir

- Está roja.

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