viernes, octubre 12, 2012

PARAFRASEANDO, AL FINAL, A NERUDA



Si dispusieras de las famosas botas de diseño, aquellas propias del andarín insaciable, las que fueron conocidas en el mundo antiguo como “de las siete leguas”, entendería que te alejases sonriente y bailando. Al menos, sobre todo lo segundo, resulta para mí un simpático ejercicio que, si  nada tiene que ver con el arte de la danza, me atrae por la gracia misma que emana de tu persona en tales momentos. Es mucho mejor que un chiste, y, si no superior a un beso, equiparable… Pero me quedaría con la evocación porque, tu partida sería tan instantánea como parece ser que lo son los autos rugientes en las pistas de velocidad. Y eso que no eres tú la más rápida del circuito. Aún así, después de todo, me sabría bien. Lo que hay es lo que hay. Cada uno se conduce conforme a sus naturales características y, a menos que sea de extrema necesidad, es irrelevante que pacte y modifique sus hábitos. Por eso, caminamos y te concedo dos cuerpos, cual se dice que en carreras un caballo supera al otro en un hipódromo. Voy al paso, al trote tú. En estas, percibo algo que describiré a continuación como metáfora y, luego, tú me enunciarás en prosa precisa… El horizonte se viene comiendo el mar. Desde que la lengua- submarino para mí- terrestre de Tabarca, se ha iluminado, una celosía, un vaho espectral, parecido al que conocemos por haberlo visto en películas de piratas o sucedidas en Londres, avanza desde no se sabe dónde con la pretensión de engullirlo todo, tal vez hasta tragarlo sin masticar, de tal modo que escuchemos a las aguas cautivas tropezando una y otra vez contra las rocas de la costa, tan cercanas en este momento al paseo que luego veremos municipalizado como sendero. Van y vienen otros. Solos, con perro, en pareja, atléticos, con el trasero puesto sobre el sillín de una bicicleta, jóvenes, de más edad, con prole, vecinos, veraneantes, pescadores, enamorados… Esto es lo que quisieras que yo escenificara al rosado modo, pero me niego, una vez más: hagamos preciados los besos; el gasto continuo, como la abundancia de oro, les resta valor. No posponerlos sin fecha fija, sino administrarlos con tino. Pero es acertado detenerse. Tomar aire- es un decir porque no sopla nada- a la expectativa de nada. De que suceda todo, por tanto. Tú con tu cigarrillo. Yo interesado en el sonido de las olas percutiendo con las oquedades. Es un ruido como de descorche, seco sin embargo, sin eco. Los dos juntos pero sin amontonarse. Decoro. Así antes de regresar. Parlamentando acerca delas variables de la marcha, cosa que ya mencioné antes, con la sospecha de la rotura de tu zapatilla- luego confirmada- y ese comentario que recibí con una expresión de sorna y varias bromas, más bien confundido porque le hubieras hurtado la gloria a mi meditación acerca de la noche, la oscuridad y el misterio, afirmando lo que me proponía hacer yo, con menos palabras y mejor ingenio. De todas maneras, y aunque esto me pese, no me gusta cuando callas, porque estás como ausente.

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