miércoles, diciembre 05, 2012

AFORIMOS DE ANÓNIMO 10



Una vez conozco que admites con agrado bastantes aspectos de mi carácter, que congenias con mis actos, saber lo que te disgusta, saber de tu parte lo que aprecias de manera negativa y me concierne, servirá para conocerme mejor, para conocerte mejor, y, si es posible, para una próspera evolución personal.

Propuesta de cartel: arriba, sobre un cielo azul pastel e idílico, en letras trascendentales, LIBERTAD, ESE PRODUCTO DE CONSUMO. Abajo, la silueta imponente de un centro comercial.

Suele acontecer que nos molestan algunos comportamientos, expresiones, modos o apetencias de las personas con las que compartimos nuestras vidas. Solemos rechazarlas en general y las admitimos como mal menor, pero, es cierto también que, cuando desaparecen, la ansiedad ocupa el lugar del disgusto en cada uno de nosotros: “¿Qué sucede nos decimos?”… Al final, admitimos vínculos sociales o afectivos, los aceptamos, y nos preocupa que la pérdida de ciertos rasgos que corresponden a la versión original de aquellos a los que nos hemos incorporado suponga también la modificación de todo lo que queremos.

Bienaventurados sean los días de lluvia. Jornadas que, sobre todo en lugares donde las precipitaciones son escasas o se producen de manera torrencial cuando toca, debieran ser festivas para todos. Por suerte, además, ya son varias las fechas durante las cuales el paraguas es útil a la hora de salir a la calle. Así que, ¡VIVA LA LLUVIA! ¡Vivan los charcos! ¡Viva el chaparrón, el chubasco, viva el temporal, el aguacero, la borrasca, el calabobos, el sirimiri, porque cielo a corderos, agua en el suelo! Porque cielo empedrado, a las veinticuatro horas mojado. Porque cuando a la vaca el cuerno le suda, agua segura. Porque, si las lombrices asoman en el huerto se mojan presto… Y, diré más: la lluvia sobre el asfalto caída, molestará, pero es bienvenida.

Imágenes de televisión. El amor representado por las cicatrices que permanecen en los troncos de los árboles como muestra gráfica de una promesa eterna. El amor ilustrado mediante la exposición de una costumbre moderna: candados que cierran, aseguran, el infinito, sujetos a barandillas, rejas y demás ferretería. Para siempre. Más allá del principio y el fin de los tiempos… Hasta que la muerte nos separe… Y, sin embargo, los cerrojos se abren, los árboles vagan en pena en busca de quien borre de su edad tanta malversación tatuada.

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