sábado, junio 07, 2008

QUIEN MATA A LOS GRANDES CHEFS


Leo que fue el día uno. Me refiero a la última fecha de autos. Es decir, el precedente de esta intervención, actos de escritura con ilustración separados por seis días de intervalo. Durante todo ese tiempo hubo oportunidad para reír, para dolerse, para contemplar los segundos, para conversar, para registrar emociones y placer, todo sin olvidar las tareas diarias, el trabajo… Pues bien. Seis días y, de pronto, el reencuentro. Un momento para celebrar. Así pues, alcemos las copas y ofrezcámonos felicidad. Es lo que toca al añadir esta nueva entrada que lo es de las que se consignan como recomendables. Hasta mañana…




QUIEN MATA A LOS GRANDES CHEFS

MATÍAS VALLÉS

La Opinión A Coruña 2 de junio de 2008

Nunca he comido en Chez Ferran Adrià, pero él tampoco lee mis artículos. En mi familia hay media docena de cocineros mejores que el artista catalán más hiperbolizado desde Dalí, pero nos lo comemos en privado. Ahora, un charlatán de los fogones denuncia a sus colegas por charlatanería. Hasta aquí, la rencilla sería un capítulo más de Canal Cocina. Sin embargo, el hablista sartenero salpimenta sus comentarios con insinuaciones sobre la toxicidad de la alta cocina -un desastre equivalente a que los visones cosidos en los abrigos orinaran sobre las propietarias de las pieles-. El vulgo se conmueve con la revelación, como lo haría si le informasen de que los yates de más de treinta metros tienen problemas de estabilidad sobre las aguas. Pobres magnates.Pese a las acusaciones del chef parlanchín sobre la nocividad de la cocina de sus rivales, éstos presentan un aspecto rollizo y saludable. Siempre sospeché que no comían los platos que cocinaban. Quizás no puedan pagarlos. Hasta ahora, la toxicidad de sus producciones sólo afectaba al bolsillo de sus clientes, que se empeñaban en averiguar cuánto has de gastar para que un plato te parezca una obra maestra. La alta cocina no crea placeres a la altura de tu paladar, sino de tu tarjeta de crédito.Nunca confíes en un cocinero ni en sus descendientes. Si algún cliente falleciera tras serle inyectada una emulsión gelificada de hidrógeno líquido con espuma de plutonio, el artista culinario sería absuelto, porque la gran mayoría de los días ni comparece en los fogones. Ahora se descuartizan entre ellos. No hay que interrumpir la limpieza, sino perfeccionar en todo caso sus técnicas de envenenamiento, para reducir la efusión de sangre. Como en la película, quiero saber quién mata a los grandes chefs, para felicitarlo. Media vida enseñando que la química es cocina, y un chef obeso inventa ahora que la cocina es química. Me vuelvo a Chiquilicuatre, tiene más proteínas.

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