lunes, abril 12, 2010

COSAS DE ANACLETO


Gracias al buen consejo de quien es responsable del orden y contenido de un cuaderno o espacio gráfico y de escritura- lo que se denomina bitácora o blog en INTERNET- conseguí un dispositivo electrónico que, instalado en el teléfono móvil que poseo, obra de igual manera que los artefactos propios y destinados a las actividades profesionales del famoso agente 007, cuya versión cañí, aquel Anacleto que creara para las páginas de las publicaciones de la editorial Bruguera el genial dibujante madrileño Manuel Vázquez Gallego, pervive en la memoria de los que hemos gustado de los tebeos de toda la vida… Pues bien, no sólo es capaz de detectar conversaciones desarrolladas a muy bajo volumen, sino que logra se escuchen sonidos guturales, jadeos y otros ruidos en el entorno colindante a una vivienda. Es decir: acoplado contra la pared de la casa en ese momento ocupada por quien desee enterarse de lo que corresponda, capta las presencias antes dichas siempre y cuando el radio de emisión no exceda los diez metros de distancia del lugar de escucha. Lo sé porque lo he probado esta tarde y funciona. Es una maravilla. Por ejemplo, gracias al invento del que les hablo, conozco lo mucho que imponen mis arrebatos de tos. Es uno de los síntomas característicos de la faringitis que sufro, virulenta como pocas y resistente, manifestado con el rigor apocalíptico de una mascletá valenciana. Al fin, tan de olímpica marca como para que, los canes alojados como mascotas de los propietarios que residen en el piso superior, pensando que ese trance expectorante antes narrado suponía en realidad clamor y protesta, ya que a la hora del paseo para los perros antes aludidos- de desigual raza, apariencia y tamaño- el estruendo de salto y carreras eufóricas consiguiente es como si la consistencia de lo inamovible fuera golpeada por las fuerzas de lo que no se puede detener, se llamen la atención mutuamente a los efectos de lograr un tránsito menos estruendoso… Satisfactorio, ¿verdad? No es que necesite utilizar un capricho tecnológico tan sofisticado porque, cuando en las alturas de aquí esta finca, hay traslado súbito de muebles a las doce de la noche, se escucha; cuando, a las siete de la mañana se da la salida a la maratón de los tacones escandalosos, se escucha. Se escucha, el televisor ajeno y el equipo de sonido y la hora de ejercicios tonificantes a la carta mediante archivo visible por alta definición, a horas en las que, si los gamberros no alcanzan, existen todas esas actividades y se realizan para que la rutina de lo desquiciante no se detenga. Por lo tanto, sentí curiosidad y cedí a sus influjos. Sé que somos unos maleducados irredentos capaces de rasgarnos las vestiduras al saber que hordas de eslavos y anglosajones vienen, previo pago, dispuestos a emplearse concienzudamente en aquello mismo a lo que les tenemos acostumbrados: jaranas de alcohol vocingleras y desconsideradas, sucias e impertinentes. Campeones de lo incívico, abundantes en lo que decimos nos repugna y bien pagados de nosotros mismos por todo ello. Lo sé, lo sé y es una de las cosas que, por lo visto, nos da de comer: a imagen y semejanza de nuestro ocio se labra nuestra fortuna turística. Así que, no nos llamemos a engaño: somos una comunidad que, pudiendo hacer gala del jamón y sus delicias elige peregrinar a las cochiqueras para darse un buen baño de mierda y eso es lo que hay.

















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