sábado, junio 19, 2010

¿Y QUIÉN MATÓ AL REY?


Dijo el sastrecillo homicida, “mato siete como mato al rey”. Y siete moscas menos. Eso ocasionó la muerte del sastrecillo, poco después, fulminado al pincharse con una de sus agujas, envenenada por un familiar ecologista y presidente de la Liga a Favor de la Conservación de los Insectos. Lamentable caso cuyo tóxico resultado tuvo que ver con el horror que supuso el aplastamiento de los siete dípteros a ojos vista del defensor de la naturaleza. Precisamente, otro que se fue con las Parcas apenas unos días después… Fue durante una multitudinaria fiesta en Palacio. Las confidencias de su amiga, también amante del naturalista por aquellas fechas, provocaron la rabia y el descontento asesino de quien fue alumna del sastre y se casara más tarde con un célebre director de periódico. Así pues, la diseñadora, buscó al defensor de la naturaleza y le empujó, aprovechando el mucho alcohol trasegado por los presentes y que el interfecto permanecía cerca de la barandilla de una terraza.

El periodista obró como procede para ensuciar el aire dando la noticia del asesinato del botánico y atribuyendo su mal fario a la cólera de un prestigioso banquero. Relacionar al que pereció desde tanta altura con el acaudalado prohombre, carecía de complicaciones. Bastaba con difundir el exabrupto que se escucho el mismo día de autos en voz de quien se deseaba en entredicho… Preguntado el capitalista por su elegancia y comentando lo que convenía tras la muerte del sastre, dijo:”Siete veces siete de de mi mismo puño firmado el encargo de que

Luego, como quiera que a partir de las noticias que surgieron, las tertulias en las que se hablaba de las mismas, las condenas populares- muchas- y las pocas absoluciones, mientras la policía investigaba y los jueces acudían a que se les plancharan las túnicas, la idea o propósito contaminante con la que el taimado jefe de plumillas medró a fin de exculpar a su famosa modista y popular consorte, se consolidó. Las bolsas bajaron, la economía se hizo añicos, cayó el gobierno y, ante todo esto, el rey, enterado de lo sucedido por algunos amigos con los que se trataba en la red social de aristócratas MAGESTYC, después de dejar escrito, “por siete que murieron me doy garrote”, al grito de “viva el prêt- à- porter”, se lanzó contra las puntiagudas aristas de su escritorio y se desnucó.

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