jueves, agosto 05, 2010

ESCENAS DE PLAYA


La línea de arena más próxima a aquel otro pedazo terrestre que se confunde con los dominios de la mar, es un recuerdo a determinadas horas del día, el testimonio ruinoso de esa afición o propósito arquitectónico cuyo origen está en la parte medieval de los cuentos de hadas. Pero, si por esa vereda sin lindes camina un joven retoño con muelles en las piernas, tras unos cuantos saltos sobre la nobleza de lo que fue, resulta abandono de feo barro: como nadie protesta, que no se le exija inocencia ni romanticismo al mocito cuando ya de mayor grite gol por esos campos de campeonato.

Una ley de costas nunca vista por escrito reza: “Todo lugar para sacudir una toalla que se depositara sobre la arena, tras una jornada completa de idas y venidas, jaleos de comidas y desperdicios varios, se hallará sito lejos de la superficie que se ha ocupado y, a poder ser, más o menos próximo al enclave donde descanse otro ciudadano cualquiera. Así, con la brisa…”

Además de las gaviotas, las hormigas y los peces- medusas y tiburones incluidos- en las playas hay perros. No que residan de natural allí, sino en virtud de mascota: compañía y disfrute de algunos ciudadanos que los traen para pasar el día o la ocasión de asueto. Todo bien. Son simpáticos. Van, regresan, ladran, chapotean, se sacuden y, como no entienden, corretean posando sus pezuñas sobre lo que sea, toalla, cráneo o barriga humana también. Además hacen sus necesidades- nunca en un extremo alejado de propios y extraños- cuando toca. Magnífico, ¿verdad?

Como sucede en todas partes, las playas están llenas de personas distintas. Hay quienes hacen uso de sus efectos personales y se llevan lo que reste porque es material a conservar o supone un inmediato depósito en el contenedor de basura más cercano. Y esos mismos u otros más escandalosos abandonan el lugar no sin una buena siembra de inmundicias. Es- los adultos dichos piensan lo mismo pero se manifiestan socialmente hipócritas- a la par de lo que sostienen muchos niños y adolescentes: “¿Ensuciamos? Que limpien ellos- los trabajadores y servicios de limpieza- para eso reciben un salario, ¿no?”

Si se compara porcentualmente, de bandera verde a amarilla y roja, la zona de baño de una playa crece en “humanidad” para pasmo de observadores y agentes de salvamento y socorrismo. A esos efectos, algunas ancianitas frágiles y venerables en tierra trocan su ser por el de sirenas indomables que parten olas con la espalda. Palabrita del niño Jesús, por éstas que son cruces…

El biquini es una prenda de baño… bueno, dos, para cuyo vestido se exige precisión. Es tan poca la tela que no puede quedar así como así, sobre todo después de la sucesión de chapuzones que correspondan. Prácticamente es un atavío falso, porque, total, debiera dar lo mismo si se aprecian unos centímetros más o menos de piel. Sin embargo, el proceder minucioso de las usuarias que lo lucen es riguroso: un tironcito de aquí, otro de allá, hueco, justeza, las maniobras que convengan para lograr su sitio sobre la piel y no otro…

Se oculta el sol y vienen los pescadores: la playa también hoy trasnocha.






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