jueves, diciembre 23, 2010

ANTES DEL BRINDIS


Me vas a perdonar o no, pero seré franco, o mejor, Franco no, porque no son bienvenidos los dictadores fantasma. Seré leal, sincero hasta el punto de la incomodidad, porque mereces conocer lo que de verdad pienso. Incluso si no te gusta… Nunca me verás haciendo gala pública de las excelencias que ocasionalmente puedan atribuírseme ni pensé nunca en proclamas que notifiquen con altavoz lo bueno y magnífico que resulto “los martes jueves y martes de cada semana”. En privado reclamo honores, es cierto, solicito loas, admito romances que inmortalicen mis logros y toda recompensa es recibida por mí como contribución al talento generosamente ofrecido por quien esto redacta. Vale. ¿Por qué? Porque me gusta reafirmarme. ¿Es malo? Creo que no. Conviene estar, en la medida justa de las cosas, contento con uno mismo y sus valores. Por eso, cuando advierto que aquello que pensé o sostuve es refrendado por acciones o discursos de terceros, sobre todo si esos a los que aludo son personas de acreditada reputación, digo para mí: “vaya, este soy yo; estoy en mi camino y no es malo”… Así es que, cuando me has contado hoy y he sabido de ese instante de verdadero amor, de fraternidad íntegra que tuviste con quien fue tu alumna- y sigue reclamándote como su maestra a pesar del paso de los años y el progreso que le ha llevado a superarte, seguramente por la extraordinaria labor que desarrollaste en su día, como después y ahora con otros- cuando terminabas de hacerlo y recibías mi abrazo para romper a llorar, emocionada como los que sienten que todo merece la pena porque se llega tocar el cielo de los afectos, verifiqué lo acertado que estoy cada vez que digo tu nombre y lo emparejo con el significado de excelencia: “superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo”. Porque eres una mujer excelente, una profesional digna de figurar entre los mejores y, en lo que pueda suponer ser y efecto de enseñanza, maestra. Lo demuestra que acaeció lo que compartiste conmigo, que hubo y hay entre vosotras ley de bien, lealtad y amor como el que saben demostrarse los amigos. Y al conocer esta prueba, una más de las que “ilustran” la opinión que manifesté y sigo teniendo como propia al contemplar tus razones personales, triunfo. Pero triunfo, además, porque sé que te quieren. Que te quieren como consecuencia de tanta lucidez como bondad y me place como no te das idea que sea así, que consideren con la fuerza de los hechos que te aprecian, que eres respetada y valorada hasta el extremo. Porque decir el extremo no es apelar a la exageración, no contigo, es referirse a lo sublime por cierto y merecido… Luego ya me invitarás a una cervecita de esas que te gustan tanto y menos a mí que ya me ocupo yo del cava.


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