sábado, mayo 25, 2013

DE LO QUE YA NO QUEDA


Fotografía encontrada en    http://www.grego.es/fotoblog/index.php?showimage=187

Como se puede leer en una de esas antológicas piezas que regala a sus lectores-entre los que me encuentro- el gran periodista y escritor gallego José Luis Alvite, “Uno se hace mayor cuando se entera de que ya se murió su pediatra y sabe que a partir de ese momento su conciencia le va a reprochar menos cosas que las que le rechace su estómago”.  Y lo digo a propósito de las cosas que, con la edad, se constatan desaparecidas o en vías de desaparición… Como uno mismo, claro. Por eso, la longevidad de ciertas maneras o gestos, su pervivencia, remiten a la ejemplaridad de un mundo cancelado, seguramente necesario, pero extrañamente vivo. Me refiero a modos de actuar que pueden señalarse como amalgama necesaria para todo propósito de excelente humanidad. Asuntos sencillos, sin el artificio de los eventos de postín y revalorizados por la orfebrería del artesano. Alguna de esas cosas como el saludo al llegar o al despedirse, ceder el paso, dar las gracias, pedir permiso, guardar el turno, escuchar… Tal vez el gusto de conducirse de forma cabal y generosa… Es el caso del que he sabido no mucho antes de redactar esta comunicación. Sucede en una oficina de venta telefónica. Los comerciales tienen asignado un territorio determinado como área operativa y, naturalmente, unos son más propicios económicamente que otros. Pues bien, sé de dos trabajadores- hombre y mujer sin relación sentimental de por medio- en continuo intercambio de bienes… ¿Se dedican al trueque? No. Él le facilita a ella referencias de su propia demarcación, cuando la compañera pasa por una mala racha de contratos y, en correspondencia a tan desinteresado gesto, además de agradecérselo cuantas veces así sucede, redacta y envía después un pequeño texto a la revista corporativa de la empresa para rendir homenaje público a quien es responsable de tan altruista praxis. Como parece ser que ya no es costumbre entre vecinos y extranjeros. Por eso digo que, las cosas cambian y se quedan por el camino aquellas de las que nunca debimos prescindir. Y lo digo también porque, atentos ahora cual todo el mundo parece estar a la catástrofe, a la exigente bronca, al “y tú más”, a destacar los agujeros en el cascarón del barco, nos olvidamos del paño que aún resiste y reta a los dioses del aire a fin de conferir impulso a la nave. Ni en los medios de comunicación, ni en las redes sociales, ni en los mentideros de barrio o de capital, ni en las edificios de oficinas, ni en los ascensores, ni en las terrazas de los bares, ni en las gradas de los estadios- salvo que se trate de las maravillas que realiza Cristiano Ronaldo o los malabares diabólicos de Messi- se alza la voz con regocijo para compartir y dar ejemplo de lo simple, de lo sencillo, de lo económico que es el civismo: el compromiso de generosidad y talento que unos seres humanos se deben, por el hecho de serlo, con respeto y bondad, a los otros… Queda dicho.

Publicado en Guadaque el 12 de febrero de 2013

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