domingo, mayo 10, 2009

DE LA NOCTURNIDAD PRIMAVERAL Y LOS SOBRES.


Debe ser que entre la leve brisa y el silencio amable, la primavera proporciona lo mejor del acontecer ambiental y climático. Al menos la pujanza del sol en estos inicios de mayo resulta amortiguada y, por las noches, como nunca desiertas a la hora de dormir- siempre excluidas las horas que suceden o culminan los festejos del fin de semana- se dan las condiciones y el valor de armonía justos y deseables en lo que a mí bienestar respecta. Algo que no ha de durar porque una vez se prende la llama suele arder hasta el horizonte. Quiero decir que cuando la estacionalidad, hablando de los ciclos y variaciones meteorológicas, se impone, de ahí la llama que prende y desata lo que para algunos es el infortunio del calor extremo, no cabe sino la resignación. Con el fuego vienen aparejados otra serie de inconvenientes que dudo sean admisibles como coste de los bienes que en forma de vacaciones y comunión con la naturaleza proporciona el verano. Pero las cosas son así y difícilmente van a cambiar a mi capricho. Por lo tanto vale más apreciar este interludio de bonanza y proclamarlo. Ocasión además, porque proporciona un predio de tranquilidad sobresaliente, el territorio de la expansión por el pensamiento o la cábala que no son moco de pavo tampoco, para reflexionar, poner al día lo vivido cotejando lo que ha sido con lo que es o, simplemente, alentar un diálogo con uno mismo, en el caso de que todo esto suceda a solas, asunto que conviene más a menudo de lo que lo abordamos. Por ejemplo, porque he de escribir pronto una carta, compruebo que el hábito de redactar algo para dirigirnos a terceros pervive- sea mayor o menor la extensión de lo así manifestado- a pesar del empuje tecnológico de todos conocido. Ahora triunfa la inmediatez. Los acontecimientos originarios de tal iniciativa obran a disposición de aquellos a quienes son dirigidos apenas unos segundos después del mismo instante en el que se despacharon. Pero, si las cartas no se han perdido a pesar de las servidumbres anti-románticas del soporte virtual que ha de utilizarse para su tránsito, los sobres, ¿para qué otra cosa quedan los sobres si no es para el tráfico ignominioso de la plática bancaria, la publicidad o el truculento ardid de los facinerosos de hoy en día? Los sobres que casi siempre fueron blancos, antes con solapa triangular que se "rechupaba" para sellar así su contenido, pero deberían ser de colores según el predomino de su contenido fuera uno u otro. Aquellos que venían de ultramar, por barco o por avión, siempre parecieron especiales, incluso mágicos por lo inhabituales. Pero, ¿qué tal el negro, no solo para las noticias luctuosas sino para las notificaciones de hacienda- casi siempre pródigas en demandas de pago- la denegación de créditos o todo otro reclamo oneroso? ¿Qué tal el azul para las proposiciones amorosas, el rojo para el imperio del gozo y el verde para las cuestiones que incrementen nuestro acervo cultural o supongan una llamada al sano entretenimiento? Por qué no una buena paleta, como la de los artistas plásticos, y conferir las tonalidades del arco iris al oportuno mapa postal o cofre de nuestras intenciones que trasmitiría por anticipado lo que se propone luego, en el interior, con todo detalle… En fin, que los sobres sobran o malviven como utensilio de la burocracia, o, muy a su pesar- quiero pensarlo así- se nos presentan contenedores del germen virulento de la estafa, del abuso o del insulto. Bueno, sobreviven dignos aún los que guardan la ilusión infantil por lo Reyes Magos y los que sirven de un lado a otro del mundo ese trocito de cartón con el que se felicita la Navidad o se entera a los familiares y amigos de lo bien que se está ocioso en tal o cual punto de la Tierra. Sin embargo, con cierta tristeza he de decirlo y, al igual que lo que se avecina en materia de temperaturas, conforme a mi pesar, ¡ay!, cuan cerca está su fin… 

No hay comentarios: