jueves, mayo 14, 2009

PANORAMA PARA VOMITAR


Veo en televisión las imágenes de una carrera convocada bajo el lema “Nunca estarás sola contra el cáncer”. Se trató de la VI Carrera de la Mujer, desarrollada en el Parque del Retiro de Madrid y calles adyacentes, por lo visto una prueba atlética popular que suma o sumará ediciones en las ciudades de Málaga, Valencia, Gijón, Vitoria, Sevilla, Barcelona y Zaragoza. Participaron quince mil mujeres y la Princesa de Asturias, doña Letizia, acompañada de otras autoridades, ofició de maestra de ceremonias para dar la salida al festivo trote. Hasta ahí todo normal, incluso celebrable. Sin embargo, la redactora encargada de realizar la crónica televisiva, durante el reportaje del que hablo, ofreció el micrófono a alguna de las participantes para conocer sus impresiones y, ¡oh, gran cosa!, la noticia dejó de ser la noticia para mostrarse cual en verdad era. Resulta que, aunque inscribirse costaba seis euros, el importe al fin destinado a la lucha contra el cáncer suponía nada más un euro. Entonces, ¿a dónde fueron los otros cinco si lo que dijo aquella mujer era cierto? Porque no ha habido desmentidos que yo sepa… ¿Cuántos asuntos etiquetados de benéficos de esta u otra índole se saldarán de igual manera? Parece absurdo entregar una cantidad equis de dinero en aras de un empeño solidario y conocer que solo un sexto de la misma irá destinado a aquello que se nos dijo merecía la pena. ¿Por qué así? ¿No es esto dar pie al descrédito de las organizaciones que se dicen sin ánimo de lucro y atentas al bien común en cuanto a sus objetivos? ¿No constituye esto una invitación a la desconfianza? Porque a mí me parece que cada vez hay menos motivos para empatizar con aquellos proyectos humanitarios que a bombo y platillo se pregonan como tales. Apruebo y otorgo mi confianza, en caso como estos sí, a la labor silenciosa, la de los que trabajan con sordina, sin desmayo y, ante todo, empezando por lo más cercano. Esas personas existen, existen esos equipos, pero no salen en noticias como la narrada. Nunca. No vende ni proporciona cuotas de mercado o de poder. Y esos, por desgracia casi siempre invisibles, son los únicos dignos de ser considerados por mí como la fuerza que aglutina aún lo que merece la pena en este asqueroso mundo. Y lo califico de asqueroso recordando al maestro de la radio Ramón Trecet para poner el acento en lo perdidos que estamos como seres vivos y trascendentes. Decía Trecet, “Buscad la belleza: es lo único que importa en este asqueroso mundo”, y si los adultos de hoy en día no tenemos solución, la juventud que viene es pasto de la estulticia gracias al concurso de padres y educadores. Imágenes como las de hace unas fechas en las que varios Campus Universitarios parecían vertederos inmundos luego de haber pasado por allí la marabunta, plaga porcina del botellón multitudinario, ya refrendan lo que digo y muestran una estirpe universitaria cuya excelencia parece residir en sus respectivas cloacas. Pero sé de aulas donde los chavales toman a risotadas la labor de gentes como Payasos Sin Fronteras y la reciben como ridículo acontecer. ¿Asombroso? No. Basta rascar un poco o detenerse a mirar alrededor y encontrar motivos para la desazón y el asco. Nos acucia la crisis, es cierto, y son muy preocupantes las dificultades económicas que están pasando miles y miles de ciudadanos, pero este tsunami de la estafa moral, la mala educación y la ausencia total de buenos valores arrasa un poco más todos los días sin que a nadie le preocupe. Pues bien, que de seis euros que vale ponerse en calzoncillos o bragas para correr con un número a la espalda, se destine solo uno a lo que verdaderamente importa, cabe dentro de lo normal en un estado de cosas así y es un panorama para vomitar que me puede. Me puede y he de pedir disculpas: voy al baño otra vez.



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