domingo, febrero 06, 2011

MARINA CREPUSCULAR


Economía y estética. A veces son posibles ambas cosas. Bastantes dirán algunos. Pero soy de tu parecer: esta tarde la playa resultaba magnífica porque la franja de arena visible y la sumergida bajo las aguas, eran suelo sin gente, triste recreo sin personas para otros. Una oportunidad cierta de desentenderse de las obligaciones contraídas, sustituyendo el deber por la gloria, aplazando el oficio para dar lugar a la prisa: la urgente incitación al hedonismo. Los días de verano se suceden mientras vecinos y turistas se concentran en localizaciones costeras de descanso, en número tal, que todo encanto permanece difuso cuando no desaparece. Es cierto que disfrutar, si la permisividad del oleaje obra a favor del oportuno bañista, puede registrarse con el único concurso del interesado, audaz o prudente, dispuesto a la inmersión como una delicia que se saborea porque el océano cobra en sangre lo que por mor de generosidad ofrece en abundancia. Sin embargo, convencidos del bien que supone ese bautizo mágico, todos van, todos se asientan sobre la tierra granulada, todos beben la sal y se emborrachan con el yodo. Y las multitudes, salvo para algún artista amigo de las performances no suelen ser el acontecimiento sugestivo que se podría pensar… Para las administraciones sí, para los comercios y la economía, seguro. Musas del progreso, retrato de un futuro más agradable, deseo de un continuo de felicidad. No diré lo contrario. Así lo quiere la mayoría. Muchos en un mismo sitio. La ley de lo repleto. Mejor si no quedan espacios por alquilar… Por lo tanto, como gusten. La clientela obtendrá la razón. En tanto quede mi paladar a salvo del disgusto; confiado en oír, oler y tocar, ya que veo y me basta esta atalaya del atardecer solitario y el horizonte marino sin rastro de agentes perturbadores, si esto es lo que renta la jornada, será suma que se adquiere en paz. Será norma lo que percibo como fortuna. Y, pues coincido contigo, creo que la playa está mejor de este modo y se disfruta. Es sosiego, templanza, armonía y ocasión. Algo de fresco para ti por la brisa, pero así es el invierno.


No se alzarán las cañas porque hasta los pescados forman en las comparsas del pueblo hoy en fiestas. Puedo decirte y lo hago de nuevo que me gusta la playa como a ti te place. Incluso percibiendo rigores abismales conforme anochece, incluso al confundir atmósfera con agua, cielo con mar, incluso redoblando las atenciones que merece una incógnita precisamente respetada por ser misterio a salvo. Así nadie nos vende nada y nada tenemos que comprar: tan solo los dos “pulpos” que necesitábamos para sujetar la botella de butano en el maletero. O la luna que me has hecho ver. Un perfil curvo de afilada plata con más sueño que yo a la hora de la siesta. Casi un descosido en la manta negra que abriga ese sopor del que te hablo, magnífico aplique como candelilla nocturna, ahora que los recibos de la luz dan susto. Y aunque mi merengue de merienda resultó ser una porción de pastelero caradura, me queda la porción de dulce más estimada… ¿Cuál? Ya te lo digo luego…

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