domingo, febrero 26, 2012

A LA ÚLTIMA Y NADA MÁS



Sé de una profesora de idiomas que estrenaba teléfono móvil durante estos días. Y, a propósito de esa circunstancia, porque ella lo comparte conmigo, descubro la agudeza de sus alumnos. Listos no sólo en lo que a la materia que estudian respecta, sino por factores, precisamente relacionados con la tecnología social. ¿Por qué? Pues, Porque, quizás no sepan muchos de ellos, seguro, el nombre de algún ministro, del actual presidente del gobierno o del anterior- por no caer en esa hilaridad que surge evitando el llanto, indudablemente generada si consideramos hechos históricos más lejanos en el tiempo-  pero no dudarán en el diagnóstico si se trata de valorar la edad de una pieza como la señalada al principio de esta narración…
- ¿Cómo te has comprado una versión más antigua?
Porque saben, con apenas una sola mirada, la marca, prestaciones y variantes que correspondan al utensilio, por no decir el día que se puso por primera vez a la venta todo dispositivo electrónico que propicie la comunicación o el juego. Lo saben porque es parte de lo que más les interesa y, por otra cosa que creo latente entre grandes y pequeños de hoy y desde hace bastante tiempo… Me refiero a esa necesidad de estar a la última para ser alguien, para que los demás te hagan sitio en los aledaños de la vanguardia. Es, tal vez, junto con la aspiración a pertenecer, un requerimiento por el que, algunos, sacrifican grandes cosas. Ocurre con otras experiencias humanas como la cultura, el deporte, la economía, la ciencia, la salud, el ocio… Y, me parece, que la pretensión, en muchas ocasiones, es nociva. Siempre que la atención que dedicamos a las cosas se circunscribe a una única faceta o particularidad de lo disponible, cultivamos una obsesión o dejamos algo valioso en el camino. Más aún. Si concedemos rango o primacía a quienes demuestran un conocimiento de la actualidad sin sustento en la misma historia de ese acontecer, admitimos del iceberg sólo su naturaleza emergente. Descuidamos el contenido para celebrar la gala del escaparate. Oficiamos un canto a la superficialidad, a la intrascendencia quién sabe si responsable de muchos de los males que como sociedad nos aquejan. Además, y regreso a los chavales, cabalgando la ola de lo último y desdeñando toda otra proposición que les contente, ¿cómo van a descender los escalones del confort que sean necesarios, puesto que las dificultades económicas que padecemos, incluso aún si pudieran superarse con solvencia, indican que  experimentaremos un futuro no tan próspero como los mayores creímos que iba a ser? Porque, sí o sí, viene imponiéndose la austeridad y, este apretarse el cinturón, este tener que aguantarse con la camisa de la temporada pasada- y que dure- es incompatible con ansiar un móvil nuevo sólo porque, a diferencia del anterior, este permite saber de qué color son los ojos de la persona que conversa con uno mediante tal aparato. De modo que, cuidado, algunos pueden pensar que se empobrecen, no porque dejen de ver televisión, sino porque el electrodoméstico del que dispongan a esos efectos, carezca de los últimos adelantos.

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