lunes, marzo 27, 2006

DE MONOS, PAVOS Y GORRIONCITOS

Si de paso cerca de la entrada a un local donde se presumen conciertos de música moderna, en fila de uno en uno o en pareja, aguardan un gran número de personas cuya indumentaria es idéntica, podemos afirmar con cierto grado de verosimilitud que coinciden en sus gustos y pertenecen a una misma agrupación de seguidores. En el caso que recuerdo a la hora de redactar esto, de impecable terno oscuro, negras camisetas, pantalones y vestidos, con signos y títulos alusivos al mundo de la música llamada de ROCK DURO, no tuve la menor duda de la inmediata cita “familiar” con motivo de la actuación de un terceto, cuarteto o quinteto de profesores especializados en ese tipo de ritmos. Pero, dicho todo esto y expresado así por si hubiera quienes no desean aceptar pulpo como animal de compañía- digo establecer la igualdad music- heavy- reflexiono sobre la idea que creí predominante relacionada con los uniformes. Suele ser ropa propia de tareas laborales y, por ello mismo, ya que son pocas las personas que declaran su satisfacción respecto de las obligaciones que lleva aparejada la jornada de trabajo, atavío que prefieren dejar en el perchero cuanto antes. Sin embargo, sea para actos culturales- ahora que viene la semana santa, por ejemplo, o los que visten a la usanza folclórica do quiera que sea la gala regional- o para encuentros puramente ociosos cuales las de los peñistas en ferias y fiestas, el aliño peculiar y distintivo propio de cuerpos o instituciones prolifera entre personas de toda condición sea cual fuere el lugar donde coincidan. Ahí está la ropa de temporada en los grandes almacenes y, ya fronteriza con la propuesta fantástica, el diseño de moda en las pasarelas: este año se llevan los colores así y así con piezas de este corte y de este ancho complementados con calzado de esta hechura y horma. Toda otra combinación, textura, forma y talla suele ser complicada de conseguir. Y, precisamente a quienes se les supone el “don” de la rebeldía, quienes participan en la vida descreídos y desafiantes, combatientes contra todo orden que exija comportamientos e indumentarias cuya capacidad expresiva queda limitada a la enunciación emblemática de los que van a prestar un servicio, sucumben en su entorno y someten a sus iguales exigiendo idéntico jaez para distinguirse y diferenciarse. No hay más que ver, con unos trapos o con otros cubiertos, los en edad de lo antes dicho, comparecen como ejército de múltiples “virtudes” y “utilidades”. Por lo tanto, oh paradoja, si la música militar fue en tiempos incapaz de motivarnos a fin de abandonar la desocupada postración cotidiana, como venía a decir, más o menos, la “copla” de Brassens- a LA MALA REPUTACIÓN me refiero- concluimos, no obstante, militarizados en la ropa y en perfecto estado de revista aunque sea para hacer el amor y no la guerra. Y aquí viene muy bien esgrimir el dicho popular afirmando “nunca digas nunca jamás” o “no diré que este cura no es mi padre”, por ejemplo, pues, bien por subsistencia, por fervor, por costumbre, por imposición comercial o por “afán revolucionario”, todos resultamos o resultaremos entre pavos reales y gorrioncitos; animales de repetición a los que se les puede aplicar también este otro refrán: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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