martes, marzo 28, 2006

Hay días en los que uno no tiene nada que decir. O sí, pero no lo escribió. O lo hizo pero, pero, pero... Siempre hay un pero se dice. El caso es que nunca está de más regalar y regalarse. Por eso, para mí, para todos, estos dos cuentos de CARLOS MARIANIDIS...

EL POETA

En la hostería del pequeño pueblo escondido entre los cerros, un anciano y un joven hicieron la apuesta más extraña. Se desafiaron mutuamente a realizar –de un día para el otro– una obra de ingenio. La misma debía cumplir con dos condiciones: que fuera de la mayor simpleza y, además, tuviera algún valor para aquél que la poseyera.
A la mañana siguiente, los vecinos se reunieron en el valle para conocer las dos creaciones, pero, sobre todo, saber quién había ganado.
Ante la sorpresa general, el joven sólo mostró un papel que guardaba en el bolsillo de su camisa. En él había escrito un gran título y varias líneas en forma de columna vertical.
A continuación, las leyó: eran frases ardientes, en las que resaltaban algunas palabras desagradables y otras, ofensivas y hasta sacrílegas, que rimaban infantilmente entre sí.
A unos metros, el anciano quitó la manta que cubría su invento, un vehículo que consistía en una silla de madera montada sobre dos ruedas de bicicleta, que en su parte superior tenía atado un oxidado ventilador de techo.
El muchacho dijo: –Yo traje una poesía. ¿Y eso qué es?
–¿Acaso no lo ves? –respondió el viejo–. Es un helicóptero.
–¡Vamos! –rió el joven–. Lo que has hecho tiene forma de helicóptero, pero eso no significa que lo sea. Nadie podría elevarse ni mucho menos, volar con él.
–Estamos iguales –se defendió el anciano–. Lo que tú has hecho tiene forma de poesía, pero eso no significa que lo sea. Y tampoco nadie podría elevarse, ni mucho menos volar con ella...
Hubo un largo silencio.
–...sin embargo –continuó diciendo– tú has ganado la apuesta: por mucho que me esfuerce, quite y agregue, jamás conseguiré que este armatoste vuele. Pero tú, que tienes el don, si te esfuerzas, quitas y agregas lo que hace falta, algún día llegarás a ser poeta. Y cuando eso ocurra, no importa dónde estemos, todos podremos volar contigo.


UNA ABEJA PRESIDENTE


Cada año, en el Panal Mielero, todas las abejas debían elegir a su presidente.
El cargo de presidente se había creado desde aquella vez que una abeja inteligente descubrió que cada una por sí sola no podía dar clases, poner vacunas, limpiar el panal y, además de todo, hacer y vender la miel.
Entonces, en una gran reunión, todas se pusieron de acuerdo y, con lo que se había ganado con la venta de miel de un año entero, unas abejas abrieron una escuela, otras un hospital, otras un lavadero y así, lo que no podían hacer unas, lo hacían otras.
Pero como debía haber una abeja que se encargara de guardar el dinero bien guardado y utilizarlo sólo cuando el panal lo decidiera, se propuso que hubiera una abeja presidente, o sea, una abeja en la que todos confiaran.
De este modo, se acercó el momento de elegir y, poco antes del día esperado, cada candidata hizo su propia propaganda. Por ejemplo, una pasó zumbando por todas las calles, arrojando semillas de diente de león, que caían como pequeños globos; otra se paseó por las veredas montada en un gusano, otra hizo una exhibición de equilibrio, poniéndose cabeza abajo sobre el mástil de una rosa china...
En cuestión de pocos días, las paredes del panal se llenaron de carteles y cartelones con fotos de abejas sonrientes con alas relucientes. Y hasta de una ventana a otra aparecieron pasacalles con el nombre de algún vecino que quería ser presidente.
Un letrero que tenía el retrato de una abeja con las antenas enruladas decía:
VOTA A LA ABEJA MABEL: TE DARÁ LA MEJOR MIEL Otro letrero prometía:
CON LA ABEJA TERESITA LA MIEL VENDRÁ EN BOTELLITA También:
APOYA A LA ABEJA DARÍO Y JAMÁS PASARÁS FRÍO Y hasta hubo afiches de una abeja que, en vez del traje con franjas negras y doradas que usaban todas, tenía un frac a rayas rojas y violetas y un gran moño verde que decía:
ABEJA VICENTE... ¡UNA ABEJA DIFERENTE!Pronto reinó la confusión en toda la colmena: ¿cuál era la mejor? ¿A quién confiar los ahorros de tanto tiempo?
Sólo la abeja Fermín siguió trabajando como siempre, extrayendo el néctar de flor en flor y fabricando su gota de miel de cada día. Y no porque no quisiera ser presidente, sino porque creía que había compañeras que estaban mejor preparadas que ella para ocupar ese cargo tan importante.
Pasó el tiempo y llegó el gran día.
Haciendo fila desde muy temprano, todas las abejas del panal pasaron delante de una campanilla azul y arrojaron dentro de ella una pequeña tarjeta de cera con el nombre elegido.
A la mañana siguiente, todos se enteraron que la abeja Mabel era la nueva abeja presidente.
Hubo grandes festejos, con música y comparsa. De los panales cercanos llegaron representantes a saludar y la noticia se comentó largo rato en algún encuentro de las avispas y las hormigas voladoras.
Pero la alegría duró poco, porque en los días siguientes no hubo ninguna mejoría en el panal y Mabel, aprovechando que todas sus compañeras no hacían más que trabajar, se dedicó a dormir tranquilamente en su casa.
Al enterarse de esto, todos decidieron buscar nuevo presidente. Y como era otoño, eligieron a Darío. Pero Darío, en vez de proteger al panal del frío, gastó parte del dinero en comprarse una bufanda y una gorra de lana para él solo.
Otra vez, las abejas decidieron cambiar de presidente y entonces le dieron la oportunidad a Teresita. Pero la verdad fue que nada cambió y a la hora de cumplir las promesas, nadie llegó a tener la miel en botellita como se había dicho.
Finalmente, de las abejas conocidas quedaba Vicente, que trabajó junto a sus compañeras apenas dos días y después se dedicó a holgazanear y a visitar panales de lejanos jardines.
Ya desengañadas de todo, las abejas del Panal Mielero se reunieron para tratar de encontrar una solución.
–¿Y si nombramos presidente a Fermín? –propuso una.
–Fermín... Fermín... –pensó otra–. No lo conozco. ¿En qué publicidad estaba?
–No; no hizo ninguna publicidad. Él solamente trabaja en el panal de la mañana a la noche, pero parece una buena abeja.
–Ah, pero así... ¿quién lo va a conocer?
Sin embargo, tantas vueltas dieron sobre el tema y de tantas abejas brillantes y bien peinadas se habían desencantado que, por fin, Fermín fue elegido presidente.
Hasta hoy, el Panal Mielero sigue siendo el más bello de todos.
De la única escuela que había, ahora hay cuatro y si una abeja se siente mal, puede atenderse en tres hospitales.
También hay muchos lugares de diversión, donde jugar y tomarse una copa de miel con los amigos.
Y –como lección– las abejas aprendieron a no creer en todo lo que se anda prometiendo por ahí, porque siempre el buen ejemplo lo dan aquéllos que, como Fermín, trabajan silenciosamente para vivir cada día en un mundo mejor.


Carlos Marianidis, cuentista, dramaturgo y narrador oral argentino, nació el 19 de agosto, en Buenos Aires. Ha recibido numerosas distinciones por su trabajo literario, entre ellas el premio Frida Schultz de Mantovani de Poesía Infantil, el premio Ariel Bufano de Teatro Breve. En el año 2002 ganó el premio Casa de las Américas, en la categoría de literatura para niños y jóvenes, con su novela Nada detiene a las golondrinas. E-mail: marianidis@yahoo.com.ar

Encontrado en: http://www.cuatrogatos.org/narrativacarlosmarianidis.html

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