miércoles, septiembre 23, 2009

CARRIL SOLO ELLA


Fue durante aquella centuria en la que abundaban las liebres mientras que las tortugas- aún reconocidas por su protagonismo desde que Esopo las considerara como ejemplo- quedaban al margen del mercado, cuando sucedió lo que, a fecha de hoy, se tiene por leyenda urbana según los que niegan la extraña realidad de lo que aconteció.

Vivir de una manera trepidante, como decía, era obligación sin refrendo de ley porque nunca se necesitó la norma. Por fuerza, desde el amanecer a la puesta del sol, vivir era correr, ir y venir, proponer y admitir lo ajeno a más revoluciones que las observadas en un vehículo de fórmula uno. Mandaba el culto a lo temprano- juventud contra la muerte- y el tinglado de la economía armó las grandes ciudades para convertirlas en mercados y autopistas. Los que progresaban, por vitalidad o costumbre, los que se sostenían, permanecían en la cresta de la ola y los demás, sin presa que les sujetara a las crines del caballo, cayeron dando fe del polvo de los caminos aún sin asfaltar.

Y ella, Mailen* afrontaba las exigencias del día a día, como cada hijo de vecino. Tan pronto laboraba con eficiencia de contrastada profesional, cual presta como lo está el dardo para el pulso del arquero, atravesaba la polución a fin de acertarle al mundo sobre las nalgas. La cuestión es que, inevitables despistes al margen- nadie es perfecto ni perfecta- “porque si no te espabilas te comen”, al volante de su centella a gasolina, pareciera un agresivísimo piloto en busca de la primera plaza durante los entrenamientos previos al campeonato: siempre galopante a todo caucho rodando por la ciudad.

Algunos apostaron, y la fortuna les negó siempre la gracia: es indemostrable todavía y, por lo tanto, incierto, que de tanto pisar el acelerador, atravesara el chasis con el pie a la altura de los faros.

No debió extrañar entonces que deviniera el hábito en especialización sobrenatural. Cuando alguien, incluso inconscientemente, hace por que suceda, el prodigio puede ser obrado. Un empático sortilegio cuyo origen estuvo en la cólera, en la irritación que sufría Mailen al ver que, un día tras otro, el tráfico ignoraba sus deseos y necesidades.

Poco a poco la máquina- me refiero “al haiga” conducido por Mailen- sometido a los caprichos de una mano invisible que actuara, eso sí, conforme a los humos de la misma mujer de la que hablamos, moldeaba la chapa, como quien esculpe en piedra pero a una velocidad inimaginable, hasta perfilar la criatura: una fiera de metal tan consistente que de verdad imponía.

Unas veces era un dragón, otras una serpiente con cascabeles cuyo sonido se asemejaba al de la peor tormenta, incluso, dicen, que se vio avanzar con chispas en las garras por toda la avenida al más feroz de los tiranosaurios.

Y, claro, las gentes son seres que se sugestionan con facilidad. Ante la amenaza surgida de no se sabe donde, ceden y se empequeñecen. Por consiguiente y dicho en esta sintonía, sorprendidos y atemorizados, los conductores de por aquel entonces, al unísono, se apartaban dejando sitio: ante el paso de Mailen ni un estorbo.

Con todo esto, ya que lo que pretende el poderoso se advierte enseguida- otra cosa es que sea igualmente sencillo contrarrestar su imperio- el sentido común de algunos y la suma a lo decidido por parte de los que piensan “allí donde fueres haz lo que vieres”, facilito un remedio para el que las urnas sobraban: a un lado los de delante, los demás al otro y listo el carril “solo ella”

Y así fue durante mucho tiempo, sin necesidad ni ocasión nueva de metamorfosis.

Un día, inexplicablemente, como vimos en esa película, REGRESO AL FUTURO, el coche de la muy veloz Mailen, arrancando pavesas eléctricas al asfalto, atravesó hasta la más pequeña partícula del aire desapareciendo para siempre.

¿Dónde fue?

Y qué importa, lo que cuenta es que ocurrió como acabo de narrar. Lo juro, tal y como le he leído a Arturo Pérez Reverte, por HAZAÑAS BÉLICAS

Ocurrió así, les digo. O no.


*Nombre mapuche que significa lo mismo que Fátima: doncella.



1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bueno!