lunes, noviembre 16, 2009

EL MICRÓFONO MÁGICO


Anuncian la navidad casi desde principios de noviembre. Sin nombrarla las más de las veces, pero los productos ahora a la venta son los de consumo predominante en las fechas antes dichas. Y entre tal avalancha de mercaderías, los juguetes. Por ejemplo ese micrófono mágico que ofrece la oportunidad al niño, preadolescente o adolescente total, de asumir… No, más que eso. En realidad lo que estos experimentados sucesores de lo más excelente de la tropa fenicia proporcionan es un valor de otro rango. Mencionan los atributos de una pieza que permitirá a su usuario- seguramente fémina- mostrarse ante el espejo o “in situ” de cara a un publico afín, cual lo haría la mismísima Hannah Montana, protagonista de la serie televisiva del mismo nombre y parte de la programación del canal de Disney. Pero no como quien se disfraza de, sino encarnando los mismos atributos y habilidades que caracterizan al citado personaje. Es decir, el juguete obra el milagro, no la imaginación infantil. Si se carece del talismán, que encontrarán todos ustedes para sus niñas, niños y no tanto, en los comercios autorizados del ramo, no hay prodigio. Nada. Gran Hermano- no el que presenta Mercedes Milá en TELE 5- departamento de entretenimiento y servicio de ventas para jóvenes criaturas, vaticina, como Moisés descendiendo de la montaña tras sus tratos con la Zarza Divina, que esto es lo que hay. Que los niños y no tanto están imposibilitados para realizar antiguos sortilegios según los cuales bastaba una caja de zapatos para lograr el camión de mayor tonelaje. Ahora, si no hay un émulo de los grandes fabricantes de este tipo de vehículos, la ilusión se atora y deviene en chasco. Se produce la consiguiente alarma y un ejército de trabajadores sociales, sicólogos, sociólogos y otros “ólogos” perfectamente reputados, avanzan en singular formación de auxilio, armonía militar que hubiera resultado el orgullo de las legiones romanas de Julio César. Esto supone un gasto inadmisible y una intolerable villanía: Los niños no tienen necesidad de pensar. Como ya decían Les Luthiers en aquel programa suyo, LA TANDA, ¡quien piensa, pierde! Y no queremos forjar una estirpe de pusilánimes abocados a la desnaturalización que supone la incapacidad para ocupar el puesto oportuno cuando corresponda y así disfrutar de los diez minutos de popularidad televisiva a la que tiene derecho todos los ciudadanos recuerden o no lo que significó la caída del muro de Berlín… En fin, incluso los adultos hemos de tomar nota. Si queremos recuperar la sensibilidad de tiempos pasados, el candor y la efervescencia de la infancia, en vez de buscar en el BAÚL DE LOS RECUERDOS de Karina, conviene que demos lectura a los catálogos que los carteros comerciales dejan en nuestros buzones o nos conectemos al UNIVERSO INTERNET para reverdecer nuestros añorados laureles, eso sí, siempre previo pago.

1 comentario:

Duna dijo...

Es cierto.
¿Dónde fué la ilusión por el caballo de madera?, ¿por la escoba que servía de caballo?...
No sólo es el gasto, y la "comedura de coco", es también el vacío que sentimos, para tener que refugiarnos en los artilugios que nos meten por los ojos.
Y para colmo, ni siquiera eso nos satisface.
¿Hacia donde va el ser humano?
Un saludo con mucho respeto.