sábado, enero 24, 2009

LEYENDA URBANA Nº 9


Casi todos los líderes de opinión lo cuentan y ha estado en voz de cada una de las autoridades políticas del país. Todos somos Obama. Todos con el recién elegido nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Barack Husein Obama. Porque el hombre que despierta tantas esperanzas va camino de ídolo mundial. Ayer, sin la participación de los partidos políticos en lo que a la posible convocatoria de lo sucedido respecta, cientos y cientos de personas, aparentemente impulsados por el boca a boca, salieron a las calles de las ciudades más pobladas para vitorear a Obama y recibir, de este modo, al periodo de la historia que se designa ya “un tiempo de milagros”. No obstante tales manifestaciones pueden ser valoradas, y lo serán, como corresponda, pero sería ingenuo caer en la cuenta y pretender inocente una celebración popular así. Porque, detrás de la expresión ciudadana antes dicha, está una empresa de artículos de fiesta y de disfraces que repartió máscaras, caretas y pancartas cuyo motivo principal era la faz de quien sucede al denostadísimo George W. Bush. Una sociedad mercantil pionera en comercializar el éxito de un adalid y campeón de toda la humanidad, triunfando económicamente al modo y beneficio de pescadores en río revuelto. Genialidad y negocio llevado a cabo gracias a la audacia mediante una operación durante la cual telefonía móvil e Internet desempeñaron papeles protagonistas. Probablemente se hablará y mucho de esta iniciativa, en términos de ejemplaridad y excelencia, por sin parangón, a buen seguro, con las que surjan tras su estela en lo que resta para que se cumplan estos primeros diez años del siglo veintiuno: por lo menos en lo que respecta a España... De todos modos, en la firma a la que hemos aludido se están estudiando ya las previsiones políticas para otros lugares del planeta a fin de repetir el envite. Siempre y cuando esté a punto de surgir un dignatario que concite, regional o localmente, las simpatías y su hipotética victoria suponga también su elección como depositario de las ilusiones de sus seguidores y de los que, al margen de militancias, también le admiren, habrá oportunidad de hacer caja. ¿Quién no querría participar en una fiesta urbana, igual que Carnaval o la fiesta del Orgullo Gay, luciendo una máscara que reproduzca el rostro de Penélope Cruz, sobre todo en el caso de que la actriz fuera premiada con un Óscar? 

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