miércoles, marzo 03, 2010

ESTREMECIMIENTO


Dibujaba espirales con mi lengua entretenido en tatuarlas sobre sus labios, generoso de saliva. Mi mano diestra, depositada antes de llegar a las cumbres de Venus, en armonía con el pulso de su vientre. Mi cabeza entre sus muslos. Entonces alcé los ojos y vi sus manos deslizándose hacia los costados tras aflojar la presa que hizo sobre su propio pecho. Llegados a ese imperio, en lo que a mi respecta, contando con el evidente desahogo muscular y a pesar del mismo, el momento preciso en el que ella logró su gozo, supuso escasa novedad. Una agitación sostenida pero breve cuya onda expansiva se extendió por toda su deliciosa humanidad fue la señal, el aviso que nos habría de disponer, nuevamente, de regreso a la ternura.

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