miércoles, marzo 10, 2010

UN DÍA REDONDO


Un día inaugurado sin urgencias, camino del autobús que media entre la propia vivienda y el lugar de trabajo con tiempo para llegar. Que prosigue con un encuentro inesperado- la atención de un convecino partidario de obviar aquello que se dice durante la emisión de las tertulias radiofónicas matutinas, cosa que me hizo observar sonriente- tiene que ser un buen día. Luego, es verdad que casi nunca existen conclusiones que propongan un universo común entre los que participan del comentario ante el micrófono. Y, aunque del contraste de pareceres opuestos uno pueda deducir los destalles que pudieran suponer enriquecimiento a fin de mejorar las instancias y buen gobierno de lo propio, el feliz saludo del mencionado desconocido, en todo caso, añade oxígeno al primer esfuerzo pulmonar de la mañana que siempre- hablando de ese gas- no sé por qué, suele ser el mejor… Así pues, si todo prosigue durante la jornada conforme a las bondades antecedentes y se rubrican con el éxito encarnado en un compañero de cuyo triunfo te alegras siempre por indudable estima y confianza en el mismo- o en la misma- podríamos estar hablando de un día magnífico… A menudo no hace falta sino que se junten tres o cuatro evidencias de bienestar para celebrar moderadamente todo lo acontecido. Eso sí, es aconsejable la cordura y retener como oro en paño las sensaciones experimentadas durante los instantes dichos de euforia. Conviene celebrar la alegría sin que olvidemos guardar la constancia de lo ocurrido muy para nosotros porque, cuando llega el desamparo o la angustia de esas temporadas tenebrosas que, como el aire frío- válgame la metáfora meteorológica con la que está cayendo este invierno- viene a ocupar el sitio que ocupó el enfebrecido y caliente aire del festejo, solemos comparecer ante nosotros y ante los demás con orejeras, como las de las bestias de tiro, e incapaces de recordar lo que tuvimos. Lo que conocemos como excelencia y se haya dentro de nosotros, inalterable, germen preciso para desarrollar un nuevo catálogo de bienaventuranzas gracias a las que saberse en vida plena... En fin, si las cosas han sido como cuento, dada la inclinación que tenemos a interpretar lo que puede venir apostando unas veces a ganador y otras a pierna rota, juego al juego de las adivinanzas y, respaldado por las bazas que tengo para sostener un envite como el que pretendo, puedo afirmar y digo que así será, lo que a continuación pongo negro sobre blanco: al filo de la media noche- como decía aquel campeón de la noticia y de las corbatas, José María Carrascal- o un poco antes, llegarán los lances de embromada ternura y abundantes destellos de labial beneficio, tan importantes como los arrumacos que se intercambian durante las oras y oficios del esplendor solar, y resueltas y bien aprovechadas esas circunstancias del amor y de los besos, contento con la dama con quien son posibles tales e indispensables maniobras, ha de encontrarme Morfeo pensando en un día redondo.

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