domingo, enero 23, 2011

EL INVIERNO ES UNA EXCUSA


Asusta la mar vestida de verde para la carga, tal vez avisa, establece sus dominios y empuja furiosa de espuma sin ir más lejos. Truena, ruge vocifera hoy... Y es, ¡tan hermosa!... Impresiona su poder, es crisol de plata a lo lejos opuesta a otra furia: la tormenta. Y el sol que se reconoce tímido al brillar como mortecino candelario enseguida se esconde porque el gregal es protagonista de la jornada y sus aconteceres: pastor que conduce sus rebaños y confeccionan celajes así se molesta al hombre que pretendió recibir de Helios bronce entre pecho y espalda. Al final, puede que la tempestad se quede en conjetura, en augur de pitonisa: seguridad verificable siempre y cuando se admita que sucedió en otro lugar y a otra hora. No lloverá, no, pero la galerna por estos pagos diminutivo de tal nombre comparándola con el enfado habitual de océanos que asombran en el norte, conforta las expectativas emocionales del espectador a esas horas desde la barrera atento. Nos quedamos a comer por si una breve retirada diera tiempo a la tarde de café que en este momento deseamos, pero los excesos climáticos se mantienen hasta el punto de obligarnos a una divertida caricia: nos deparamos un soplo de aire, suave y templado al paso por nuestros pulmones, para aliviar el rigor térmico típico de la estación. Porque no es verdad que se cumpla aquí y ahora el minuto mismo de la clausura. No se terminan por estas fechas los fríos, no. Parece que algunos almendros citaran a la primavera con su esplendor floral pero son audacias particulares y ciertas a pesar de todo. Aún sólo temeridades de vegetal empecinado anticipándose a lo que de todas, todas, cuando sea tiempo de ello, vendrá… Es invierno y no haces más que acumular mantas para arroparte por la noche y yo acudo a esas instancias porque me acuesto más tarde. Es otra oportunidad para los besos. Una excusa para el abrazo y la ternura: no se lo digas a nadie. Hasta mañana.

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