domingo, diciembre 10, 2006

DESPERDICIO DE NEÓN


Aguardar la llegada de un autobús, aunque sólo sea por el hecho de entretener el tiempo, supone cavilaciones a menudo entre lo providencial y lo absurdo. Es en una de estas, cuando la bombilla esa que pintan sobre la cabeza y al lado de un personaje de tebeo, el símbolo para dar a entender la manifestación de una idea que surge, prendió sus filamentos al registrarse vida dentro de mi mente. Eso o algo parecido. El caso es que observé el parpadeo de neón del reclamo luminoso de una farmacia reflejado una y otra vez contra los cristales de la estancia de una vivienda cercana y pensé. Pensé en el derroche de energía producto de todas las actividades que se realizaban sin propósito práctico alguno, puesto que, a esas horas ya- ni siquiera la media noche- incluso los gatos reposaban bajo los autos estacionados al relente. Vamos que “la muchachada” ya se recogió y punto. En la calle solo extraviados, y forzados por las contingencias del transporte público como el que aquí redacta. Por lo tanto, sin público al que enterar de la ubicación y posibles excelencias del negocio ya dicho, caía el anzuelo en aguas sin patos, una manera como otra cualquiera de querer hacer un guisado contando con el maná del que se nutrió el Pueblo Elegido según narra la Biblia. Es lo mismo de escaparates, luces ornamentales, como las que supuestamente engalanan las ciudades en estos días por la Navidad- también las exhibidas en plazas cuyos ediles son más próximos al laicismo galopante y hacen hincapié en el diseño para celebrar las fechas que se avecinan- y otras antorchas más o menos comerciales. Permanecen incandescentes durante horas sin que exista pájaro de cuenta corriente al que alumbrar. Mas, no sólo se trata del gasto injustificado y la contaminación- ya se sabe que contemplar las estrellas bajo el cielo insomne de luz en las ciudades, es imposible- sino de verdadera agresión todavía sin réplica. Sin ir más lejos, la ventana de mi cuarto da a una calle donde tiene lugar la oficina de una entidad de ahorro. Por suerte no todos los días- ahora no recuerdo si las “fiestas” quedan interrumpidas los fines de semana- pero los letreros con los que se distingue desde bastante distancia la presencia de tal establecimiento, refulgen en todo su esplendor aún cuando, como antes di a entender, a las horas que esto sigue sucediendo el beneficio posible a instancia de destacar y publicitarse sean nulos. Así pues, cuando uno confía su descanso a la natural oscuridad de la noche, o baja las persianas hasta que encajen en el mismísimo infierno o se provee de algún artefacto con el que evitar el imperio de la artificial luminiscencia. Que se consienta el alumbrado público, “a todas luces” necesario, debiera ser suficiente y, sin embargo, toca pechar con los fogonazos inacabables de esta artillería silenciosa, verdadero frente de tormento una y otra vez en pie de guerra. Y se me dirá que es uno de los precios del confort, que si se comparan trastornos y carencias, en occidente se vive cual en el paraíso; que pruebe a recordar, según informan en la prensa, las condiciones diarias de tantos seres presa de la miseria y el subdesarrollo y quizás reconsidere mis quejas. Con razón. Es algo a lo que he de responder aseverativamente, porque no es discurso infundado. Y será así, a su pesar- del de los que me hagan las observaciones que acaban de leerse- sin por ello desdecirme de las circunstancias que vengo enumerando. La desgracia de unos no ha de suponer conformismo, ni con su mal, ni con los términos de un orden perjudicial para todos. Indeseable y, sino posible por el descalabro ajeno, seguramente responsable de un quebranto menor en el caso de atenderse a las rectificaciones que fueran menester. En fin, las personas residentes en el piso al que aludía al principio habrán tenido que prescindir de los signos externos de la farmacia para su salud porque, como en tantas ocasiones, es peor el remedio que la enfermedad. ¡Las persianas bajadas contra la “medicina” para lograr el sueño! Como cantaría Bisbal: “quién lo iba a decir”.

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