No recibirá tres cuartos el pregonero si vocea la noticia: “Se hace saber, por boca de la
Eufrasia, la panadera, que su horno es horno de los de antes y no cueva automática y para hacer panes de diseño de los que se ponen a la venta en las llamadas grandes superficies, centros comerciales y otros lugares de esparcimiento familiar”… Con su soniquete y arrastre silábico, claro. Y se irá sin propina porque son cosas ya sabidas y de interés interesado las que acaban de leerse. Uno de los signos de nuestro tiempo, del progreso y la modernidad- la réplica de productos para su mayor e inmediata difusión y el peregrinaje a los templos del bien comprar y todo lo que se pueda- es visible mucho más explícitamente si cabe, en fechas de ociosidad intermitente. Estas que figuran en el calendario con rojo para una sola jornada y se convierten, por obra y gracia de la conveniencia laboral, en dos, tres, o las que sean necesarias. Sucede que la gente, aunque salga de su entorno para un destino turístico, busca los “mercados” antes dichos a fin de entretener su tiempo con aquello que más gusta: comprar. Ir de compras, también para hombres- pensaba no obstante en un capítulo de la serie Ally McBeal durante el cual, tras producirse un malentendido que una de las protagonistas considera extremadamente ofensivo para sí, al no encontrar apoyo de parte de las personas que conocen los hechos, decide resolver la cuestión marchando a las tiendas de ropa más cercanas- ir de compras, solventa momentos alegres como trágicos aconteceres. La cuestión es conseguir aquello de lo que uno se encapriche tenga o no utilidad, e incluso, si la tuviere, tan similar a lo ya almacenado que parece broma advertir esa circunstancia sólo cuando se ordena la mercancía adquirida en el propio domicilio. Comprar, ese es el objetivo y, si es posible, hacer notorio el hecho de la compra puesto que si no tiene repercusión social aprovecha mucho menos. Cuenta a fin de procurarse momentos de creciente excitación a la hora de abarrotar los estacionamientos dispuestos por las empresas que explotan estas plazas de reunión y feria, cuenta, ser reconocido e interpelado por familiares, vecinos o conocidos acerca de lo que se consiguió y no de cualquier modo. Ha de parecer que el trámite comercial devenga en aventura de las culminadas con la apertura del arcón enterrado donde se guarda el tesoro, la pieza única y distintiva. Naturalmente, en estos tiempos en los que hasta las piezas etiquetadas como de elaboración artesana son obvio producto industrial, sólo si se cumpliera la fantasía aquella sugerida por una marca de telefonía en la que Bisbal cantaba para una sola persona, una muchacha ferviente seguidora, estaríamos en disposición de obtener algo único a cambio de lo poco que vale nuestro dinero… Así pues, hay puente, luego voy de comparas. A primera hora o desde primera hora, no sea que más tarde las estanterías aparezcan con el infortunado hueco de la ausencia, señal de la anticipación ajena. Porque ahora, cuando la “arquitectura temporal” origina estos oasis de fiesta sí y no, las tiendas abren. Por cierto que voy a salir a ver si consigo una docena de versos de Neruda para la cena y quedo como un “pimpollo” romanticón y deliciOso con la pecosa linda prometida a la que me he prometido, cuando la luna de la mesa de este día entrechoque tenedores expectante ante el primer bocado. He dicho.
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