miércoles, febrero 04, 2009

PORQUE TE AMO, BRINDO CON MI SANGRE.


Si hemos de hacer caso a Platón, para obrar como mejor conviene en cuestiones de afecto, siempre y cuando correspondamos con la certeza de la abundancia sentimental, decir nada es ejecución cabal del más alto propósito. Porque dijo el filósofo: "La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco." Algo así como callar con el orgullo de quien no será demandado para que se explique. Actúa y trasciende de sus actos el fervor latente de sus querencias y esa es la voz imprescindible, la única capaz de rubricar para bien toda una colección de apasionados discursos. Están los poetas, sí, pero, en la mayoría de las ocasiones, accedemos a ellos mediante la lectura. Otra versión del silencio que, aunque nos sirva de estímulo para dialogar con nuestros pares, es, ante todo, encuentro y semilla, posibilidad de incorporar la emoción o el contraste de pareceres al propio ser y sus hábitos. Es desde la soledad, el voto de aislamiento efectuado por vocación, que podemos proponernos y, originada la nueva buena, presentarnos ante los demás para compartir. Este mismo brindis por escrito es una voz callada, la muestra de algo que reside en mí y que manifiesto en menos ocasiones de las que a la persona con la que comparto mis días le gustaría. Pero ya lo explicó una especialista en la mente humana durante una de esas madrugadas escuchando la radio, antes tan normales en mi vida: la mujer necesita, por la constitución misma de su cerebro, escuchar en palabras a viva voz dichas la certeza de los sentimientos que le profesa el amado. Mientras que el varón entiende que lo dicho una vez es valedero para casi cualquier periodo de tiempo siguiente. Así pues, digo que está en mi naturaleza amar y tomo de mi corazón lo mejor de los fluidos que despacha en cada latido para establecer una ceremonia sagrada que concluirá con un largo y lento trago: es a vos mujer instalada de por vida a la orilla de la mar mediterránea, seria, trabajadora, inteligente, sensible, generosa, capaz, tierna, sensual y, a pesar de tantos elogios, felizmente humana- porque reconocernos falibles es posibilitar un mejor entendimiento con los demás- a quien amo y a quien deseo seguir amando durante el tiempo de vida que me quede. Compartir techo, que ha sido lo último que nos hemos dado, colma mi ideal de vida mínimo. Todo lo que venga contigo, a partir de ahora, son ganancias, triunfos, riquezas que justifican una vida. He dicho.

 

1 comentario:

Noelia A dijo...

Muy hermoso lo que expresa este texto, digno de ser leido por la persona a la que se hace referencia. Y Platón, un maestro. Sócrates y Platón, ambos. Mis saludos.