domingo, marzo 08, 2009

SÓLO SOMOS LOS BÁRBAROS


Dice Margaret Atwood, 70 años, escritora premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008, que “el amor sigue siendo un juego de poder”. Son declaraciones que recoge J. M. Plaza en la edición del diario El Mundo puesto a la venta el martes 17 de febrero de este año 2009. Y prosigue, “En este aspecto no han cambiado demasiado las cosas. Existe una lucha y siempre hay quien domina al otro. Esto es así de los 15 a los 55 años. Después el amor es otra cosa y se ve en un sentido más amplio”. Lo leo ahora mientras convalezco tras enfermar por culpa de Aniseta y su prodigalidad amorosa… No, no es que nuestros juegos sexuales exijan de mí una fortaleza a la que no puedo responder. Se trata de otra clase de vindicación, quien sabe si relacionada con lo expuesto por la referida maestra de las letras. Pienso que, por desgracia, sean o no así como debieran ser las cosas, esta señora hace un análisis correcto. Y si no, ya me dirás cuando termine de contarte todo lo que me ocurre… Ella, ya la conoces, considera desde hace tiempo, que ha llegado el momento de dar un vuelco a nuestra relación. Para triunfar en su propósito diseñó una estrategia cuyo signo de efectividad es mi propio estado. Primero demanda de mí un trato distinto ya que, como no se cansa de asegurar, vive a mi merced. Yo, como has comprobado en alguna ocasión, muy vivo de genio, protesto tales argumentos y lo hago con desusada vehemencia. Luego, concluye por acercarse a mí, con el pretexto de una espontánea vena sentimental y romántica. Me pide una tregua, regalándome los sentidos con todo tipo de mimos y carantoñas. Y, zalamera por encima de cualquier otra cosa, “me da la coba” con éxito. Sí, sí: finge su cariño pero obra con pasión y generosidad a fin de evitar la delación de sus actos, hasta que logra confundirme. El caso es que, con esos besos húmedos y estimulantes, va succionándome las sienes a fin de trepanarme. Su objetivo es que pierda masa encefálica, aflore por ello el esperpento en mí, se redoble mi cupo de insensateces y tonterías, y ya: una vez comprende que la faena ha rendido sus frutos solicitará con éxito la célula que me declare incapacitado para gestionar todo lo concerniente a la fortuna patrimonial que compartimos, ambición última a satisfacer luego de ejecutar un entramado como el que te relato. Pues bien, lo ha conseguido: como te decía al principio guardo cama hospitalaria desde hace un mes y estoy vigilado por una de sus amigas que es enfermera. El médico dice que no sobrepasaré los ciento dos años y el juez ha dado la razón a la demandante quien me mira desde su sillón en esta aseada celda, satisfecha de ser quien es. No olvides, por todo lo anteriormente dicho, destruir este mensaje no fueras a ser también tú, querido amigo mío, una víctima más de este plan de reconquista. Creímos ser la mismísima Roma y su Imperio, zagal, pero sólo somos los bárbaros: al fin, asimilados precisamente porque no lo parecerá, o en proceso de liquidación. Cierro el correo no sea que me descubran- piensan que juego al TETRIS como un bobo- y reciba otra dosis de voluptuosa simpatía cual la que me ha traído aquí.

 

Tuyo: Belidoro, Conde.

 

 

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