martes, octubre 31, 2006

ADOPCIÓN


El señor o la señora ANÓNIMO firman incontables obras de la literatura universal y me pareció que hoy era un buen día para el homenaje que no sé si se le ofreció nunca. Precisamente, en el blog de JULIA ARDÓN, se puede leer una pieza excelente que traigo aquí cuando octubre, este de dos mil seis, toca a su fin. Para disfrute de todos...


ADOPCIÓN

La maestra Debbie Moon estaba estudiando con su grupo de primer grado la pintura de una familia. En la pintura había un niño que tenía el cabello de color diferente al resto de los miembros de la familia. Uno de los niños del grupo sugirió que el niño de la pintura era adoptado. Entonces, una niña del grupo le dijo: "Yo sé todo de adopciones porque soy adoptada" ¿Qué significa ser adoptado? Preguntó otro niño. "Significa"-dijo la niña- "que tu creces en el corazón de tu mamá en lugar de crecer en su vientre".

http://juliaardon.blogspot.com/2006/02/un-cuento-annimo-una-joyita.html

domingo, octubre 29, 2006

AMARRADOS CON KILLING ME...


Cada vez que escucho Killing me softly whith his song- Suavemente me mata con su canción- la pieza cantada que hizo universal Roberta Flack, recuerdo una época y, desde entonces acá, toda una vida. Este verano regresó a mí, gracias a los muy cariñosos desvelos de una bandida ilicitana, domiciliada entonces en su reducto de descanso, Calle de la Mar Preciosa, muy cerca de los cariños de Maru. La recibí en soporte CD y, como los clásicos, es escucha venerada cada vez que la ocasión musical da lugar al esparcimiento. Mas, menciono todo esto tras una de mis investigaciones virtuales, luego de la cual encontré la web de un periodista alicantino autor de una columna- escrita en fechas pasadas- en la que, con el pretexto de la comparecencia artística de la cantante americana en el Festival de Jazz de Alicante, hace repaso a una edad de su vida- la del autor del texto- que tuvo por banda sonora la canción dicha.

Entonces, por las razones que anteceden, aparece seleccionado a continuación, el texto al que hago referencia pues me parece, cuando menos, curioso...



Amarrados con Killing me...


por JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [http://www.joseferrandiz.com/]

No sé a usted, pero a mí la presencia de Roberta Flack en el Festival de Jazz de Alicante me resulta excitante. Todavía conservo el single de los años setenta con aquella composición lenta titulada «Suavemente me mata con su canción». A ese single le debo los arrumacos más premeditados de mi adolescencia temprana, cuando amigos y amigas quedábamos a bailar y llevábamos uno de aquellos tocadiscos de pilas. Eso ocurría en un pueblo pequeño y los bailes los organizábamos en un caserío deshabitado, al aire libre, junto a una balsa que todavía está, o en una cochera. Cuando tocaba la cochera el ritual que nos montábamos con Roberta Flack era sublime: los chicos, a los que siempre nos ha gustado bailar las tonadillas lentas bien seguros, amarrados a la pareja para no caernos, descubrimos que su pieza duraba algo más de seis minutos. Era la más larga del repertorio de discos disponibles, por eso mis compañeros, cada vez que se acercaba la tarde del guateque, me mimaban mucho: «Que no se te olvide el de Roberta Flack». A mí, claro, no se me olvidaba, entre otras cosas porque el ritual lo teníamos muy ensayado. El que hacía de pinchadiscos se convertía en cómplice perfecto. Nos acercábamos a él con sigilo y le preguntábamos: «¿Cuándo vas a poner el de Roberta Flack?». Y él nos informaba: «Dentro de tres canciones, si queréis apago la luz». Esa señal nos ponía en ventaja, pues cada cual le pedía bailar a la chica que le interesaba en el mismo momento en el que la aguja se posaba sobre el vinilo esperado. Y entonces venían seis minutos y pico de lo más sugerentes, pasara lo que pasara, minutos en los que la cantante americana nos mataba suavemente, muy suavemente, con su canción. Creo que las chicas, que a menudo exhibían una fuerza considerable en los brazos para mantener la distancia, descubrieron el truco porque una tarde el pinchadiscos la puso seis veces y a la séptima protestaron: «¡Pero bueno, otra vez la misma!».

sábado, octubre 28, 2006

CONSOLACIÓN DE LA LITERATURA


CONSOLACIÓN DE LA LITERATURA
Por Carlos Marzal
Por las aguas del cuerpo y de la mente
la ciudad fluye hacia ninguna parte.
De vivir nos consuela sólo el arte
que es estar con la gente, sin la gente.

viernes, octubre 27, 2006

UN MOMENTITO



Es nada más un momentito, ya sé que le obligo casi a estacionar el auto en mitad de la calzada para ver si puede continuar, pero tardo todo lo más media hora en tomarme el café y la ensaimada con los compañeros... Un momentito nada más, solo un momento, pregunto una cosa y ya está; mas, aprovechando la atención, haré un ingreso, pagaré veinte recibos, entrego la declaración del IVA de cincuenta y seis clientes y pongo al día mis tres libretas de ahorros... Será solo un momentito, pregunto el precio de esta prenda y, bueno, total, me enseña unas braguitas para la niña, un traje de gala para mí y un surtido de corbatas de seda china... Nada más un momentito, sólo un momento que ahora se pone; y ahora es decir luego, tal vez mañana, a lo mejor dentro de un mes... Que es un momento tan sólo, lo justo para enterarme qué autobús he de tomar, y ya, sacar los billetes, facturar el equipaje... Ahora la publicidad y en un momentito regresamos: ¡no se vayan!... ¡Paren, paren, que nada les cuesta un momento mientras termina de atravesar la calle este señor! Y esta señora que se apunta, y los niños, y la pareja de los aritos y el Orfeón Donostiarra que se dirige a un concierto y tiene que cruzar también ahora por aquí... Un momento don Fulano, para la Cadena Da, sólo una pregunta, un momentito... y, entonces, ¿dice que en su niñez se desconocía aún el juego de las chapas?... Un momentito que está acabando la película, pero veré los anuncios, el telediario, la serie de noche y el debate... Momentito que la están peinando: será un cardado, permanente, recogido de pelo, teñido y cortar las puntas... ¡A lo más tardar, un momentito: son las seis y el partido empezaba a las cuatro!... Nada, nada, en un momentito se lo soluciono yo y si no ya le llamaré, pronto, ¿vale?... Tendrán que esperar un momentito, falta un médico y vamos con algo de retraso; por cierto, ya sé que son las nueve y cuarto, pero ¿van a comer aquí?... En un momentito llego, cielo, sí, por el atasco de la carretera de la Coruña... Si me das un momentito te explico la razón estratégica origen del anuncio y descarte de reconocidos personajes de la política como candidatos a la alcaldía de Madrid, ahora culminada con la presentación de alguien que será rival de Alberto Ruiz Gallardón en cuanto Pepiño Blanco, Rafael Simancas y José Luis Rodríguez Zapatero consigan hacerlo popular entre los madrileños... Eso se hace en un momentito: ¿Zamora Moscú? Con mi coche... Un momentito y otro momentito, dos momentitos; dos momentitos y otro momentito, tres momentitos; tres momentitos y otro momentito, cuatro momentitos; cuatro momentitos y...

jueves, octubre 26, 2006

COPLA EN OCTAVA ITALIANA



Del poeta argentino Orlando Mario Punzi...
COPLA EN OCTAVA ITALIANA
En la pesada siesta del domingo
duermen los pibes del inquilinato.
Matean las comadres, pasa un gato
y llueve en los jazmines luz de sol.
Y en medio de la paz del barrio gringo
se quiebra la modorra del ambiente
con un monosilábico potente
que hace temblar el conventillo: “gol...”

miércoles, octubre 25, 2006

A TÍMPANO DESNUDO



El muchachillo aullaba sin reservas, a todo pulmón. La barrumbada infantil, acaecida de modo inesperado, debió iniciarse por motivos casi siempre incomprensibles para la mucho menos dotada mente de un adulto. Pero, fuera que se tratase de esa convicción triunfal, taimada estrategia de chillar como una víctima de tortura, para satisfacer sus caprichos; molestias, dolores o carencia de no sé qué cosa, la razón de su notorio manifiesto, un estampido de tubos catódicos, lámparas de iluminación hechas añicos, lunas de escaparate quebradas y hasta el agrietado de las canicas con las que juegan aún algunos niños, toda vez que no se advertía el cese de la “opereta”, amenazaba... El varón, de poderosísima garganta y registro capaz de competir con el de muchas niñas en tales circunstancias, logró las dichas cotas de peligrosidad en breves instantes, y yo desnaturalizado, nada más atento a la consulta cibernética que efectuaba en el locutorio, escenario donde aconteció todo lo que narro, suplicaba a los dioses una fractura en la tierra que se tragara al “canoro abocinador”. Podía ocurrir efectivamente que la enfermedad o la necesidad provocaran tan desagradable respuesta, en cuyo caso un servidor se comportaba, al menos de pensamiento, como un egoísta integral. Sin embargo, la criatura, una vez “liberada” del asiento con ruedas o carrito, redujo el volumen de sus campaneos hasta desaparecer y quiso franquear la puerta de la oficina del establecimiento, recinto que le despertaría no sé qué curiosidades... Pero bueno, acertar por desconfianza tampoco supuso satisfacción especial para mí. Bien es verdad que mis tímpanos descansaron como en pocas ocasiones y, ya que unas cosas llevan a otras, enuncié mentalmente, eso sí, las circunstancias ruidosas que son agravio diario y contaminación, propias de estas sociedades urgentes y masificadas que nos hemos dado: maquinaria de construcción, tráfico rodado, emisiones de radio musical o deportiva en los autobuses urbanos, fragor cibernético en oficinas y comercios, barullo de taberna en hospitales y, sobre todo, en lo que a mí respecta, el estrépito afilado de las sirenas que utilizan policías, bomberos y ambulancias. Supongo que los que residen cerca de un aeropuerto dirán que los despegues y aterrizajes de aviones son inaguantables. Como lo deben ser otros excesos acústicos que no se me ocurren ahora. Mas, luego, ya cerca de mi casa, al escuchar el alarido que profería una feliz chavalina experimentado los vaivenes del columpio objeto de su juego, no tuve ninguna duda: de darse un improbable combate en el que se enfrentaran el más poderoso boxeador del mundo y una mujer cualquiera, él sujeto a las reglas del deporte de las doce cuerdas y ella “armada” con el solo poder de su garganta, apostaría por la mujer. El tipo, según me parece carecería de posibilidad alguna. Antes de rozarle un solo cabello a la chica, sin levantarse ella de la banqueta que para reposar en los descansos se utilizan, gritando como sabe toda mujer, le habrían estallado los tímpanos luego de un dolor insoportable. Por eso, el día que las hembras del mundo se den cuenta de tal poder, ¿qué ejército las detendrá?

martes, octubre 24, 2006

LA ÚLTIMA ILUSIÓN DE DON JUAN



Pues ya se acercan las fechas no resultará notorio dar posada al burlador...



La última ilusión de Don Juan

por Emilia Pardo Bazán

Las gentes superficiales, que nunca se han tomado el trabajo de observar al microscopio la complicada mecánica del corazón, suponen buenamente que a Don Juan, el precoz libertino, el burlador sempiterno, le bastan para su satisfacción los sentidos y, a lo sumo, la fantasía, y que no necesita ni gasta el inútil lujo del sentimiento, ni abre nunca el dorado ajimez donde se asoma el espíritu para mirar al cielo cuando el peso de la tierra le oprime. Y yo os digo, en verdad, que esas gentes superficiales se equivocan de medio a medio, y son injustas con el pobre Don Juan, a quien sólo hemos comprendido los poetas, los que tenemos el alma inundada de caridad y somos perspicaces.... cabalmente porque, cándidos en apariencia, creemos en muchas cosas.
A fin de poner la verdad en su punto, os contaré la historia de cómo alimentó y sostuvo Don Juan su última ilusión..., y cómo vino a perderla.
Entre la numerosa parentela de Don Juan -que, dicho sea de paso, es hidalgo como el rey- se cuentan unas primitas provincianas muy celebradas de hermosas. La más joven, Estrella, se distinguía de sus hermanas por la dulzura del carácter, la exaltación de la virtud y el fervor de la religiosidad, por lo cual en su casa la llamaban la Beatita. Su rostro angelical no desmentía las cualidades del alma: parecíase a una Virgen de Murillo, de las que respiran honestidad y pureza (porque algunas, como la morena «de la servilleta», llamada Refitolera, sólo respiran juventud y vigor). Siempre que el humor vagabundo de Don Juan le impulsaba a darse una vuelta por la región donde vivían sus primas, iba a verlas, frecuentaba su trato y pasaba con Estrella pláticas interminables. Si me preguntáis qué imán atraía al perdido hacia la santa, y más aún a la santa hacia el perdido, os diré que era quizás el mismo contraste de sus temperamentos.... y después de esta explicación nos quedaremos tan enterados como antes.
Lo cierto es que mientras Don Juan galanteaba por sistema a todas las mujeres, con Estrella hablaba en serio, sin permitirse la más mínima insinuación atrevida; y que mientras Estrella rehuía el trato de todos los hombres, veníase a la mano de Don Juan como la mansa paloma, confiada, segura de no mancharse el plumaje blanco. Las conversaciones de los primos podía oírlas el mundo entero; después de horas de charla inofensiva, reposada y dulce, levantábanse tan dueños de sí mismos, tan tranquilos, tan venturosos, y Estrella volaba a la cocina o a la despensa a preparar con esmero algún plato de los que sabía que agradaban a Don Juan. Saboreaba éste, más que las golosinas, el mimo con que se las presentaban, y la frescura de su sangre y la anestesia de sus sentidos le hacían bien, como un refrigerante baño al que caminó largo tiempo por abrasados arenales.
Cuando Don Juan levantaba el vuelo, yéndose a las grandes ciudades en que la vida es fiebre y locura, Estrella le escribía difusas cartas, y él contestaba en pocos renglones, pero siempre. Al retirarse a su casa, al amanecer, tambaleándose, aturdido por la bacanal o vibrantes aún sus nervios de las violentas emociones de la profana cita; al encerrarse para mascar, entre risa irónica, la hiel de un desengaño -porque también Don Juan los cosecha-; al prepararse al lance de honor templando la voluntad para arrostrar impávido la muerte; al reír; al blasfemar, al derrochar su mocedad y su salud cual pródigo insensato de los mejores bienes que nos ofrece el Cielo, Don Juan reservaba y apartaba, como se aparta el dinero para una ofrenda a Nuestra Señora, diez minutos que dedicar a Estrella. En su ambición de cariño, aquella casta consagración de un ser tan delicado y noble representaba el sorbo de agua que se bebe en medio del combate y restituye al combatiente fuerzas para seguir lidiando. Traiciones, falsías, perfidias y vilezas de otras mujeres podían llevarse en paciencia, mientras en un rincón del mundo alentase el leal afecto de Estrella la Beatita. A cada carta ingenua y encantadora que recibía Don Juan, soñaba el mismo sueño; se veía caminando difícilmente por entre tinieblas muy densas, muy frías, casi palpables, que rasgaban por intervalos la luz sulfurosa del relámpago y el culebreo del rayo, pero allá lejos, muy lejos, donde ya el cielo se esclarecía un poco, divisaba Don Juan blanca figura velada, una mujer con los ojos bajos, sosteniendo en la diestra una lamparita encendida y protegiéndola con la izquierda. Aquella luz no se apagaba jamás.
En efecto, corrían años, Don Juan se precipitaba despeñado, por la pendiente de su delirio, y las cartas continuaban con regularidad inalterable, impregnadas de igual ternura latente y serena. Eran tan gratas a Don Juan estas cartas, que había determinado no volver a ver a su prima nunca, temeroso de encontrarla desmejorada y cambiada por el tiempo, y no tener luego ilusión bastante para sostener la correspondencia. A toda costa deseaba eternizar su ensueño, ver siempre a Estrella con rostro murillesco, de santita virgen de veinte años. Las epístolas de Don Juan, a la verdad, expresaban vivo deseo de hacer a su prima una visita, de renovar la charla sabrosa; pero como nadie le impedía a Don Juan realizar este propósito, hay que creer, pues no lo realizaba, que la gana no debía de apretarle mucho.
Eran pasados dos lustros, cuando un día recibió Don Juan, en vez del ancho pliego acostumbrado, escrito por las cuatro carillas y cruzado después, una esquelita sin cruzar, grave y reservada en su estilo, y en que hasta la letra carecía del abandono que imprime la efusión del espíritu guiando la mano y haciéndola acariciar, por decirlo así, el papel. ¡Oh mujer, oh agua corriente, oh llama fugaz, oh soplo de aire! Estrella pedía a don Juan que ni se sorprendiese ni se enojase, y le confesaba que iba a casarse muy pronto... Se había presentado un novio a pedir de boca, un caballero excelente, rico, honrado, a quien el padre de Estrella debía atenciones sin cuento; y los consejos y exhortaciones de «todos» habían decidido a la santita, que esperaba, con la ayuda de Dios, ser dichosa en su nuevo estado y ganar el cielo.
Quedó Don Juan absorto breves instantes; luego arrugó el papel y lo lanzó con desprecio a la encendida chimenea. ¡Pensar que si alguien le hubiese dicho dos horas antes que podía casarse Estrella, al tal le hubiese tratado de bellaco calumniador! ¡Y se lo participaba ella misma, sin rubor, como el que cuenta la cosa más natural y lícita del mundo!
Desde aquel día, Don Juan, el alegre libertino, ha perdido su última ilusión; su alma va peregrinando entre sombras, sin ver jamás el resplandorcito de la lámpara suave que una virgen protege con la mano; y el que aún tenía algo de hombre, es sólo fiera, con dientes para morder y garras para destrozar sin misericordia. Su profesión de fe es una carcajada cínica; su amor, un latigazo que quema y arranca la piel haciendo brotar la sangre.
Me diréis que la santita tenía derecho a buscar felicidades reales y goces siempre más puros que los que libaba sin tregua su desenfrenado ídolo. Y acaso diréis muy bien, según el vulgar sentido común y la enana razoncilla práctica. ¡Que esa enteca razón os aproveche! En el sentir de los poetas, menos malo es ser galeote del vicio que desertor del ideal. La santita pecó contra la poesía y contra los sueños divinos del amor irrealizable. Don Juan, creyendo en su abnegación eterna, era, de los dos, el verdadero soñador.

lunes, octubre 23, 2006

EL GALÁN

Resulta que acabo de darme cuenta y no lo sé. No sé que es un ANTICUENTO. Tengo que consultarlo en la página de Juan José Millás. Pero, mientras tanto...

El galán

ANTICUENTO por Juan José Millás.

Por su cumpleaños, su mujer le regaló un galán, ese mueble siniestro que habita en el rincón de los dormitorios reproduciendo lo que más detestamos de nosotros mismos. El hombre ponía cada noche la chaqueta sobre los hombros del artefacto y colgaba cuidadosamente los pantalones de la cintura artificial creada a tal efecto (también la corbata tenía su lugar, incluso había un pequeño recipiente para el cinturón y los gemelos). Después se metía en la cama y mientras su mujer dormía, él contemplaba la silueta oscura de sí mismo colocada como un buitre a los pies de la cama.
-No quiero ver más ese trasto -le dijo a su esposa-. Está esperando que me duerma para saltar sobre mí. Regálaselo a tu hermano. O a tu padre.
-Pero, hombre, si es muy práctico.
-No quiero cosas prácticas. Todo lo práctico acaba matándome.
La mujer retiró el galán, pero lo escondió en el trastero en lugar de regalárselo a nadie de su familia, por si su marido cambiaba de opinión.
El hombre volvió a colgar la chaqueta y los pantalones en el interior del armario, pero ya no pudo desprenderse del malestar que le había producido la utilización del galán y cada vez que veía las perchas con sus camisas y sus trajes verti?calmente ordenados en aquella tiniebla de ataúd, tenía la impresión de contemplar diferentes versiones de sí mismo: ninguna, por cierto, verdadera. Nadie, hasta el momento, le había representado como el galán, que ahora estaría en casa de su cuñado, o de su suegro, ocupando un dormitorio que no le pertenecía.
Un día pasó cerca del cuarto trastero y le pareció que alguien le llamaba. Abrió la puerta y vio el galán desnudo, aterido de frío. Lo llevó al dormitorio y lo vistió con su mejor traje de franela, el de las recepciones y los cócteles. Después se metió en la cama, se durmió, y al poco, en efecto, el galán saltó sobre él, comiéndoselo entero, con pijama y todo. Su mujer todavía no lo ha echado en falta porque el galán la llena de atenciones.

domingo, octubre 22, 2006

LUNAS DE HIEL



Tal vez existan lectores capaces de seleccionar la información a la que atienden, de tal forma que no se hayan enterado del caso de la peluquera gallega Ana María Ríos. Por si es así y ocurre que entretienen su tiempo dando lectura a este comentario, resumo a continuación lo sucedido... A punto de embarcar desde Cancún, tras haber viajado para disfrutar de su "luna de miel", la recién casada es detenida por tenencia de cartuchos y componentes de explosivos. Según las autoridades mejicanas, tales piezas se encontraron en el equipaje de la ciudadana española y queda por ese motivo en la cárcel. Luego, interesados en el asunto el Consulado español y los abogados que contrata la familia, se sabe que todo ha sido un error de los agentes de policía que verificaron el supuesto delito o la oscura maniobra de uno o varios desconocidos presuntamente autores del "tráfico" por el que se culpaba a la mujer. Pues bien, el domingo día veintiuno, durante las noticias de las tres en la tele, un informador habla mientras, a su espalda, un nutrido grupo de personas- desconozco si vecinos, amigos y familiares o simples forofos, saltan y vociferan, cual tanto ha molestado y molesta al ministro Alonso se haga en las manifestaciones, sobre todo si son del Partido Popular. Lo curioso no es la alegría, patente a juzgar por lo que digo visto, no podía ser de otro modo, sino la expresión misma de la euforia que relato: "Oe, oe, oe", se escuchaba y "A por ellos, oe, a por ellos, oe"... Sí, como en los Mundiales. Fervorosos y encantados de haberse conocido, los partidarios de Ana María, como si se tratara de un ídolo, de una estrella del deporte o de la canción, tronaban afectuosos y rendidos a los valores y méritos que pudieran atribuírsele. Algo chocante porque la infortunada trabajadora igual es una autoridad reconocida en lo que respecta a su labor profesional, tanto como para alcanzar renombre internacional incluso, no digo que no, pero a Rupert, por ejemplo, no le vitorean con un arrebato así en los aeropuertos. Por lo menos que yo sepa... Claro que, entonces fue que me di cuenta. Los seguidores de la persona que ha compartido titulares con quienes ganaron el Príncipe de Asturias, los manifestantes contra el hambre, o la plétora de magníficos ahora protagonistas de la campaña electoral catalana, todos- la hinchada de la peluquera, digo- aguardando a pie firme en el aeropuerto de la Coruña, probablemente tenían fiebre y estaban enfermos. Quizás, casi seguro, contagiados de un mal todavía sin nombre y propio de los que han de permanecer largas jornadas en los recintos aeroportuarios. Es una explicación de lo más lógica. El periodista ya avisó del retraso que traía el vuelo y las gentes debieron confundirse como le sucedía a aquel cubano, Dinio, cuando salía de juerga por la noche. Tal vez pensaban en Alonso- el automovilista- en el Barça- Madrid, en Bisbal o en "Mira quien baila", vaya usted a saber. La cuestión es que las "estaciones de avión" son perniciosas para la salud constituyendo un trastorno sicológico que va a afectar a muchas personas. Éstas de las que hablo sin duda lo son o lo han sido. Y una legión de terapeutas se estará preparando para ofertar sus servicios a precio de filibustero cual sucede con tanto mal contemporáneo. Por suerte la señora, por casada, Ríos, está ya en su casa dispuesta a olvidar una experiencia: lo que al final supuso su "Luna de hiel". No somos nadie.

sábado, octubre 21, 2006

EL ENIGMA




EL ENIGMA

El gran mago planteó esta cuestión:-¿Cuál es, de todas las cosas del mundo, la más larga y la más corta, la más rápida y la más lenta, la más divisible y la más extensa, la más abandonada y la más añorada, sin la cual nada se puede hacer, devora todo lo que es pequeño y vivifica todo lo que es grande?Le tocaba hablar a Itobad. Contestó que un hombre como él no entendía nada de enigmas y que era suficiente con haber vencido a golpe de lanza. Unos dijeron que la solución del enigma era la fortuna, otros la tierra, otros la luz. Zadig consideró que era el tiempo.-Nada es más largo, agregó, ya que es la medida de la eternidad; nada es más breve ya que nunca alcanza para dar fin a nuestros proyectos; nada es más lento para el que espera; nada es más rápido para el que goza. Se extiende hasta lo infinito, y hasta lo infinito se subdivide; todos los hombres le descuidan y lamentan su pérdida; nada se hace sin él; hace olvidar todo lo que es indigno de la posteridad, e inmortaliza las grandes cosas.

Voltaire

CANCIONCILLA DEL DESEO


Ayer no pudo ser: quien quiera que atienda los nudos que hacen posible que la "red" sea fluir descuidó sus funciones, pero hoy, de Federico García Lorca...
CANCIONCILLA DEL DESEO
En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.

Y en la tarde madura
quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.

Alma,
ponte color de naranja.
Alma,
ponte color de amor.

En la mañana viva,
yo quería ser yo.
Corazón.

Y en la tarde caída
quería ser mi voz.
Ruiseñor.

¡Alma,
ponte color naranja!
¡Alma,
ponte color de amor!

miércoles, octubre 18, 2006

LA SALVACIÓN

La salvación


Adolfo Bioy Casares



Ésta es una historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por los jardines del palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres, en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa. "¿Cómo un ser tan ínfimo" -sin duda estaba pensando el tirano- "es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy incapaz?" Entonces un pájaro, que bebía en la fuente, huyó alborozado por el aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. "Por humildes que sean" -dijo indicando al pájaro- "hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros".

martes, octubre 17, 2006

RECUERDO DESDE UNA TORRE ABOLIDA


Me dijo que, cuando fuera a compartir con los lectores de este blog su magnífica pieza, indicara nada más que, el nombre de la autora es Cristina. Pero Cristina es alguien especial, una amiga entre otras ocasiones "vista" por el muy distinguido lugar virtual que se denomina EL BOSQUE: un foro que merece la pena. Además, lo que se va a leer es sentido, emocionante y sosegado, incluso contenido, como lo son las buenas evocaciones. Un texto que me parece debe ser disfrutado sin prisas y en paz.

Queda dicho...


RECUERDO DESDE UNA TORRE ABOLIDA

Nunca aprendí a jugar bien al ajedrez, me falta capacidad de concentración. Mi padre intentó enseñarme, la primera, luego a todos mis hermanos. Incluso a mi hija mayor, de pequeñita, la sentaba frente al tablero a jugar con las piezas. Pero creo que ninguno entendimos su pasión. Quizá, si me hubiera regalado ese cuento...Había varios tableros de ajedrez en casa. El más bonito era de madera taraceada, grande, con unas figuras algo cubistas. Otro, con el que jamás jugó papá, era pequeñito, de mármol blanco y verde y estaba -está- de adorno sobre una mesa de café. Había varios pequeños, prácticos, portátiles, para sacar al jardín o llevar al dormitorio.Papá jugaba mucho solo, contra sí mismo. De vez en cuando salía a jugar a casa de algún amigo, o venían ellos. Apenas hablaban mientras la habitación se llenaba de humo. Otras veces jugaba campeonatos, quedaban luego sobre la librería las copas de cobre y de alpaca, bajo una capa de polvo, marcando el paso de los años. Como cubiertos de polvo están ahora los libros de ajedrez, un poco más abajo, en el mismo mueble.No sé si alguna vez hubo hermosas damas o peones femeninos porque no era ensoñación lo que había en su rostro, sino concentración. Su mente estaba muchas jugadas más allá. Cuando la edad le pesaba para salir a jugar, cuando sus contrincantes empezaron a faltar, se aficionó a jugar contra las máquinas, siempre un programa nuevo, siempre mayor dificultad. Tampoco entonces, bajo aquellos nombres comerciales (Deep blue), se esconderían historias más cálidas que la lucha racista de las blancas contra las negras, que el político sacrificio de los peones por su rey, que el horror inhumano de los caballos derribados, muertos después de la batalla. O esa reina loca, la única que se mueve como y donde quiere. Y la torre, abolida, en ruinas.Me falta capacidad de concentración y de análisis, no soy capaz de planificar mis actos con tanta premeditación. Prefiero el ensueño, el dejarme llevar, o la pelea imprevista y a muerte. Soy feliz si consigo el mate por instinto, también. Y no me parece deshonrosa la retirada a tiempo, si de salvar la vida o el amor se trata.No me parezco a él, que era triangulador incluso en su trabajo, planos y mapas llenos de líneas cruzándose para ofrecer luego, como el milagro del logaritmo, la medida exacta de las cosas. Hermoso cuando se hacía así, a mano, después de haber marcado en ellos los puntos que traía en la libreta con olor a monte, en la bolsa del teodolito. Aprendí, eso sí, a triangular con él, porque quería saber para qué servían las líneas de colores que trazaba en los mapas.Supongo que le molestaba en su trabajo, pero me enseñó. Y sin embargo no le devolví la paciencia con su juego, por más que, de vez en cuando, me permitiera ganar. Ahora no está, ya nadie juega al ajedrez, ya no hay humo en la habitación, y me duele algo al sentir el tacto suave del barniz en el tablero.

Cristina.

LOS CARACOLES



Los caracoles


Esopo



El hijo de un labrador se hallaba tostando unos caracoles.

Oyéndolos crepitar, dijo:

-¡Ah, miserables animalejos, están sus casas ardiendo, y aún cantan!



Cada cosa tiene su tiempo y su lugar.

domingo, octubre 15, 2006

EN LA LENGUA DE CERVANTES

Hija de un célebre periodista y escritor- don Jaime- siempre combativo con las izquierdas y fallecido el trece de junio de este año, escribe ahora en ABC. Esta pieza me parece oportuna para hoy...


EN LA LENGUA DE CERVANTES

Por LAURA CAMPMANY

SANCHO, fíjate bien que de las cosas que tú y yo atesoramos en el alma, ninguna hay comparable a la que sirve para darle a otros hombres tu palabra. Y pues que de su fibra estamos hechos, y en ella nuestra vida se proclama, y es ella quien nos brinda la materia para comunicar lo que nos pasa, hora va siendo ya que le prestemos a lengua tan cabal mejor adarga que nos la salve de los malos tratos y de tantos mandobles como encaja. Para que donde digas que anochece, yo entienda que las nubes se desangran, y donde yo me enfrente a unos gigantes, tú me puedas decir muy a tus anchas: mire vuesa merced que son molinos, y esos brazos enormes, las sus aspas.Tú, Sancho, mira bien que de los yerros que estamos cometiendo con España, no es el peor de todos que aún andemos los unos con los otros a lanzadas, ni que sigan los pícaros haciendo cada vez mejor uso de sus mañas, ni que cuatro follones nos proclamen república insular y Barataria, ni que hayamos perdido la decencia, aun ésa tan sutil que nos bastaba, con que ha de defender un bien nacido hasta el último escudo de sus armas. Lo peor me parece, Sancho amigo, que toda nuestra gloria literaria, la rara plenitud de nuestra prosa, la rica variedad de nuestras hablas, pudiendo y aun debiendo conocerlas, haya quien halle gusto en ignorarlas.Porque es de saber, Sancho, que la lengua que usaron los quevedos como dagas, los góngoras tocaron como liras, los bécqueres dejaron como malvas, tañeron como nadie los barojas, unamunos, galdoses y celayas, coronaron de espuma los albertis, los lorcas suspendieron de las ramas, es una luz antigua en la que todos encontraron la chispa necesaria. ¡Y qué cielos, qué azul no habrá alumbrado más allá de ese mar que nos separa de una canción que suena, cuando vibra, con toda la riqueza de la plata! Dime tú qué persona que no fuera manca de aliento o coja de mirada quemaría en la hoguera de sí mismo la mitad de una herencia milenaria.Pero has de ver, Sanchico, que esas gentes que hoy defienden sus eras a pedradas, que abjuran del pasado y al futuro le han puesto un pan de plomo en las entrañas, volverán a la casa solariega, abrirán los postigos y ventanas, nutrirán el recuerdo de un amigo, desearán la caricia de una extraña, querrán ser algo más que una aldehuela, añorarán lo vasto de una patria, se hartarán de sentirse tan pequeños, buscarán el placer de otras gramáticas, y llamarán al borde de su pecho a esa lengua que tanto les sonaba: ésa que les legaron sus ancestros a fuerza de esponsales y mudanzas, o la que le escucharon a un abuelo, si ya no es a una madre desterrada.Volverán a bañarse en ese río que discurre tan claro como el agua donde hasta las burbujas se responden y no hay necesidad de descifrarlas. Quizás entenderán que se han dejado robar un mundo a cambio de una farsa para que una partida de villanos, validos de la envidia y la arrogancia, siempre tengan algún perro que ladre, y muy asegurada la pitanza. Se asomarán, quizás sin pretenderlo, a ese primer renglón de nuestras páginas, y echarán a rodar por nuestro cuento, caerán por lo redondo de tu panza, le verán un trasfondo a mi locura, los hilos cortarán de su celada, y acaso se dirán que eran hermosas las notas de esa ingrávida guitarra nacida de sí misma para todos, venida de los siglos por y para susurrarnos ternuras al oído o echarnos las verdades a la cara.Y tú no olvides, Sancho, que la Historia se mofa con razón de quien la empaña. Prosigamos tú y yo nuestro camino, que largo y fatigoso nos aguarda, y deja a los menguados de horizonte ponerle a nuestras épicas hazañas la venda que les presta su ceguera y el velo con que adornan su ignorancia, que a ésos ya nada tiene que decirles el noble Caballero de la Mancha.

sábado, octubre 14, 2006

U MING


El que sigue es uno de los CUENTOS QUE PUDIERON SER CHINOS escritos por Wilfredo Carrizales y que leí por primera vez en la revista Letralia...

U Ming

U Ming, el emperador sin nombre, arribó a su reino de lo denso. "Aquí está mi lugar visto en el sueño", murmuró. Allí la niebla fijaba su permanente morada y las gargantas del río extenso mantenían alertas con su ulular a los navegantes. Habían sido desalojados los árboles, los pájaros, los peces. Sólo la bruma y el miedo cierto de naufragio habitaban este retazo de territorio.
El emperador quiso apropiarse de su reino, valiéndose de sus ojos. La niebla se lo impidió y bajó su cortina espesa, de gris sopor. El emperador cerró los ojos. Durmió y soñó una vez más.
Una resplandeciente doncella se le acercó desnuda y olorosa a flor de loto. Ella le acarició la barba y le pidió ser su concubina favorita. El emperador le besó sus senos de manzana sureña. Le prometió darle la mitad de su imperio si accedía a yacer con él de inmediato. La doncella le respondió que antes debía hacer desaparecer por completo la niebla. Así, ambos podrían disfrutar del inigualable paisaje oculto tras el caliginoso obstáculo. El emperador pretendió contestar con una ingeniosa frase, pero sus ojos se abrieron y la doncella se reabsorbió en la bruma.

El emperador se sentó a llorar sobre su pequeña barca. Sólo un séquito de sombras le acompañaba. Mientras rumiaba acerca de la paradoja del poder y la niebla, lo abatió la saeta que provoca el sueño.

Se incrementó la corriente del río y zafó la barca amarrada. Flotando sobre el agua turbia la barca se dejó arrastrar. El emperador dormido llevaba el rostro contrito y la certeza de que iba en pos de la disolución en el reino de bruma y ceguera que hace tiempo conquistó.


http://www.letralia.com/47/cr02-047.htm

viernes, octubre 13, 2006

HAIKU


nishi fukab
ahigashi ni tamaru
ochiba kana
Sopla el poniente,
y al oriente se apilan
las hojas secas.
BUSON

jueves, octubre 12, 2006

UNA MADRE, GRACIAS A DIOS, PUEDE ELEGIR EL FUTURO DE SUS HIJOS


Una Madre, Gracias a Dios, Puede Elegir el Futuro de sus Hijos

Por Alfonso Alcalde

La Flaca al ver por primera vez un preservativo asoció la idea a un acuario con pequeños peces.

Su sentido del humor llegaba a tales extremos que se permitía cortarles la punta sin que el galán la sorprendiera, de modo que todos sus hijos eligieron la carrera del mar cuando llegó el momento de ganarse la vida por su propia cuenta.


de Epifanía cruda. Bs. Aires, Edic. de Crisis, 1974 pág. 94

miércoles, octubre 11, 2006

EL TAMAÑO DE LAS GLÁNDULAS


Es esta la primera vez que aparece en el blog: seguro que no es la última. De Juan José Millás...


EL TAMAÑO DE LAS GLÁNDULAS

La Opinión A Coruña 11 de Octubre de 2006

En el paseo marítimo de Las Palmas de Gran Canaria habían puesto una bandera de 300 metros cuadrados que ondeaba a 50 metros de altura y que se veía desde todas partes. La idea era que la gente, al pasar, dijera:.-Mira, la bandera.Es lo mismo que si en la plaza Mayor de cualquier ciudad colocas, pongamos por caso, un centollo de plástico de siete pisos de altura. La gente, al pasar, diría:-Mira, el centollo.En la plaza de Colón de Madrid, durante la época de Aznar, se colocó una bandera española de las características del centollo citado más arriba y en efecto, la gente, al pasar, dice:-Mira, la bandera.No sabemos si es mejor que la gente diga "Mira, la bandera" o "Mira, el centollo". La gente tiende a señalar lo obvio. El caso es que la bandera de Gran Canaria ha costado 360.000 euros. Quiere decirse que el metro cuadrado de bandera está muy por debajo del metro cuadrado de la vivienda. En Madrid al menos por 360.000 euros no te puedes comprar un piso de 300 metros cuadrados. Lo que ocurre es que un piso sirve para acoger a una familia mientras que una bandera gigante sólo sirve para que la gente diga. "Mira, la bandera".El hígado es una glándula muy importante. Pero debe tener el volumen adecuado. Un hígado de 300 metros cúbicos mataría a su usuario. Sólo serviría para que la gente, al verlo, dijera: "Mira, el hígado". Yo no soy patólogo e ignoro qué extensión debe tener una bandera, pero seguro que 300 metros cuadrados no. Las banderas de ese tamaño sólo sirven para que la gente discuta por ellas; a veces, para que la gente se mate. La de Gran Canaria se ha caído al suelo por su propio peso más que por la fuerza de la gravedad. Ha acabado con ella su tamaño. Seguramente la volverán a izar, pero tendrán que ponerle unos refuerzos anormales. Es lo que pasa con las banderas anormales, con los centollos anormales y con los hígados anormales. Aunque, como decía el otro, sarna con gusto no pica.

martes, octubre 10, 2006

HELENA DE LAS UVAS

Del autor venezolano Gabriel Jiménez Emán...


HELENA DE LAS UVAS


Contraje mis últimas nupcias con una mujer enamorada de las uvas, llamada Helena. Al principio me llenaba de encanto besarla sobre alfombras tapizadas de uvas, sintiéndonos desnudos entre los fríos granos, enterrándonos llenos de éxtasis en gigantescos racimos que ella hacía traer de no sé qué lejanos países donde, según ella, se daban las uvas más bellas de la tierra.Concluidos los ritos del sexo, quedaban restos de uvas aplastadas, cuyo olor fue compenetrándose con las habitaciones donde amábamos y, finalmente con ella. Debo confesar que al comienzo también me agradó su olor a uva arrancado del corazón de Italia, hasta el punto de levantarme en una exquisita atmósfera de embriaguez. Después fueron sus palabras, convertidas en el aroma del vino, las que habitaron mis más oscuros rincones. Más tarde –como era de suponerse– fui yo el nuevo impregnado de aquellos magníficos halos.Por toda la casa había botellones repletos de los más codiciados vinos, preparados por Helena. Manejando sus manos finas, casi transparentes, elaboraba deliciosas mezclas en pocos instantes. «Prueba –me decía a menudo– he descubierto un nuevo aroma».Con el tiempo, ambos fuimos adquiriendo un extraño color rojizo, el cual producía en los demás muecas de verdadero asco. Debido a ello decidimos salir poco de la casa; comprábamos provisiones para varios meses con el fin de permanecer allí la mayoría del tiempo, haciendo el amor y bebiendo.Una mañana, viendo que nuestras provisiones habían llegado a su fin, decidimos salir en busca de otras. Helena me dijo que deseaba salir sola, y al abrir la puerta cayó desvanecida. Con ayuda de algunos estimulantes logré que se restituyera, pero en cada nuevo intento que hacíamos de salir, sucedía lo mismo.Los días pasaban, y el hambre crecía. Pedir ayuda era casi imposible, debido a lo alejado de la casa del resto de la ciudad.Gritamos muchas veces, pero nos dimos cuenta que nuestras voces endebles eran escuchadas solamente por nosotros mismos; nuestra compenetración con los secretos del vino fue lo único que logró alentarnos a vivir un poco más. Tratamos incansablemente de consolarnos en él; lo sudábamos, lo llorábamos, tomábamos largas luchas con él, y finalmente lo sustituimos por toda otra clase de líquidos. Nos fuimos tornando más rojizos, más transparentes, más tristes.Siguieron interminables vómitos donde la sangre y el vino se confundían en una sola mezcla, formando coágulos de olor insoportable.Viendo que las horas se le escapaban, Helena me hizo conducirla a una habitación hasta ese momento desconocida por mí, donde tenía instalado un majestuoso altar en honor a un dios sonriente y regordete, cuya imponente fotografía colgaba del techo, llamado Baco. Allí oró, metiendo la cabeza entre los muslos. Las palabras, confundidas con gemidos, producían un aterrador eco entre sus piernas.Finalmente, una tarde lluviosa y apagada, Helena murió. Lloré todo un día sin parar, llenando de vino todos los lugares por donde pasaba. Después, reuniendo mis últimas fuerzas, logré pasar el umbral de la puerta con Helena en mis brazos, la cual se hacía cada vez más liviana y más cálida. Por la noche, abrí una fosa en el patio y le di sepultura.Nunca imaginé poder soportar todo aquello, porque jamás me gustó el vino. Ahora, vuelto a una vida rutinaria y vacía, pienso en ese último matrimonio mío, muy extraño en verdad.

Tomado del Libro “Los dientes de Raquel”, 1993. Monte Ávila Editores Latinoamericana.