domingo, octubre 22, 2006

LUNAS DE HIEL



Tal vez existan lectores capaces de seleccionar la información a la que atienden, de tal forma que no se hayan enterado del caso de la peluquera gallega Ana María Ríos. Por si es así y ocurre que entretienen su tiempo dando lectura a este comentario, resumo a continuación lo sucedido... A punto de embarcar desde Cancún, tras haber viajado para disfrutar de su "luna de miel", la recién casada es detenida por tenencia de cartuchos y componentes de explosivos. Según las autoridades mejicanas, tales piezas se encontraron en el equipaje de la ciudadana española y queda por ese motivo en la cárcel. Luego, interesados en el asunto el Consulado español y los abogados que contrata la familia, se sabe que todo ha sido un error de los agentes de policía que verificaron el supuesto delito o la oscura maniobra de uno o varios desconocidos presuntamente autores del "tráfico" por el que se culpaba a la mujer. Pues bien, el domingo día veintiuno, durante las noticias de las tres en la tele, un informador habla mientras, a su espalda, un nutrido grupo de personas- desconozco si vecinos, amigos y familiares o simples forofos, saltan y vociferan, cual tanto ha molestado y molesta al ministro Alonso se haga en las manifestaciones, sobre todo si son del Partido Popular. Lo curioso no es la alegría, patente a juzgar por lo que digo visto, no podía ser de otro modo, sino la expresión misma de la euforia que relato: "Oe, oe, oe", se escuchaba y "A por ellos, oe, a por ellos, oe"... Sí, como en los Mundiales. Fervorosos y encantados de haberse conocido, los partidarios de Ana María, como si se tratara de un ídolo, de una estrella del deporte o de la canción, tronaban afectuosos y rendidos a los valores y méritos que pudieran atribuírsele. Algo chocante porque la infortunada trabajadora igual es una autoridad reconocida en lo que respecta a su labor profesional, tanto como para alcanzar renombre internacional incluso, no digo que no, pero a Rupert, por ejemplo, no le vitorean con un arrebato así en los aeropuertos. Por lo menos que yo sepa... Claro que, entonces fue que me di cuenta. Los seguidores de la persona que ha compartido titulares con quienes ganaron el Príncipe de Asturias, los manifestantes contra el hambre, o la plétora de magníficos ahora protagonistas de la campaña electoral catalana, todos- la hinchada de la peluquera, digo- aguardando a pie firme en el aeropuerto de la Coruña, probablemente tenían fiebre y estaban enfermos. Quizás, casi seguro, contagiados de un mal todavía sin nombre y propio de los que han de permanecer largas jornadas en los recintos aeroportuarios. Es una explicación de lo más lógica. El periodista ya avisó del retraso que traía el vuelo y las gentes debieron confundirse como le sucedía a aquel cubano, Dinio, cuando salía de juerga por la noche. Tal vez pensaban en Alonso- el automovilista- en el Barça- Madrid, en Bisbal o en "Mira quien baila", vaya usted a saber. La cuestión es que las "estaciones de avión" son perniciosas para la salud constituyendo un trastorno sicológico que va a afectar a muchas personas. Éstas de las que hablo sin duda lo son o lo han sido. Y una legión de terapeutas se estará preparando para ofertar sus servicios a precio de filibustero cual sucede con tanto mal contemporáneo. Por suerte la señora, por casada, Ríos, está ya en su casa dispuesta a olvidar una experiencia: lo que al final supuso su "Luna de hiel". No somos nadie.

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