sábado, julio 18, 2009

LA CALLE DE LA MAR


No porque no acuda más o menos a menudo, pero, puesto que las cosas cambian y lo dicho un día puede tornar a quien lo dice como un malicioso dardo en el momento que uno menos se lo espera, me preguntaba, en realidad, ¿dónde está hoy la CALLE DEL MAR? Porque, en el municipio del que forma parte se llamaba y se sigue llamando, CALLE AZORÍN y la nomenclatura no ha cambiado desde que la conozco. Cuando estuve en la finca por primera vez- luego sitio dónde me pudo lo lírico- supe apreciar el enclave y la oportunidad de feliz verano. Qué mejor sitio para los que gustamos de la mar que una vivienda a menos de cien metros del lugar mismo donde rompen las olas… Además, hospitalarias de raza, las personas que me recibían, hicieron del sitio hogar y me senté a la mesa como uno más entre iguales. Vinieron los veranos y muchos sucesos antes, durante y después. Yo dije de aquella calle que comenzaba cerca del parque del pueblo y concluía humedecida por las acometidas, casi siempre amables, del Mediterráneo, “La Calle del Mar”. Qué otra cosa decir de una calle en rampa dónde los vecinos gritan como voceros de pregón o de mercado hasta las tantas de la noche, donde el tráfico es continuo y tronante, donde todo el mundo parece estar al tanto de todo el mundo y no necesariamente por buena voluntad y que, salvo en jornadas elegidas por el viento de levante para mostrarse como proyecto de huracán parece una dependencia más de las mismas calderas de Pedro Botero. Qué otra cosa decir cuando la finca en la que uno reside cuanta con amplísima terraza desde la que, asomados, se ve como rompen las olas, ora plácidas ora arrebatadas, del mar de la historia. Porque, al fin, contra todo lo otro desagradable, lo importante era y es el mar, la mar. Por lo menos para mí. Y no porque sea de los de ir hasta la orilla con la casita del caracol a cuestas para degustar un delicioso bocadillo de arena meada o encomendarse a los designios de Amón-Ra, adorador de su paseo y sus rigores, vuelta y vuelta, como en la parrilla de asar chuletas. No, porque lo importante es el mar – para mí es el mar- y darse un baño, solo una parte del todo… Confieso que pude pecar de infantilismo cuando dije LA CALLE DEL MAR, tal vez pueda parecerles a algunos de sospechosa sensibilidad en lo que toca a la percepción del agua y de los océanos, pero, entre los amores de los que estoy seguro, es el amor al mar uno de los principales de mi vida. Así que, La Calle del Mar, está donde siempre y de este modo la reconozco. Lo que me suceda en la casa y con algunas de sus gentes, hoy tan hospitalarias o más que entonces, ni tiene que ver con la mar, ni con la calle, ni con lo que amo. No es difícil de entender.




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