domingo, julio 26, 2009

LOS PROFESIONALES


Carezco de certezas acerca de lo que corresponde en el caso de atribuir trato de profesional a alguien. El DRAE afirma: “Profesional; perteneciente o relativo a la profesión; dicho de una persona, que ejerce su profesión; dicho de una persona, que practica habitualmente una actividad, incluso delictiva, de la cual vive y persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación. Claro, para llegar al último punto hay que considerar en consecuencia que basta con ejercitar una profesión para ser profesional. Luego, la conformidad trasmitida como consecuencia de los actos profesionales, que pueda ser apreciada cual grado de excelencia, puede que otorgue mayúsculas al designado pero, de viva voz, no se nota. Por otra parte, si solicitamos explicaciones a fin de averiguar qué es una profesión, atendiendo a lo laboral que es lo que nos importa, el docto magisterio de la lengua dice: “Empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución”. Nada más claro. Sin embargo, escucho un diálogo cuyo intercambio de pareceres tiene que ver con el turismo. Uno de los participantes, subrayando los pormenores de la baja calidad apreciada respecto del servicio en ese apartado de la actividad económica, manifiesta que casi ya no existen los camareros que sonrían y se comporten con alegre dinamismo. Coincido con quien así habla y pienso entonces que un profesional ha de ser otra cosa, algo que no expresa a fondo el diccionario. Quizás un profesional es aquel trabajador que desempeña una tarea laboral de circunstancias definidas y propósito cabal: atenerse a su contrato ofreciendo lo mejor de sí siempre. Alguien dispuesto a aprender y verdadero devoto de ese principio que dice que lo que sabemos hacer bien lo hemos de hacer bien. Bueno, pues no, ni camareros, ni agentes de la propiedad, ni empleados del sector sanitario, por ejemplo. Cada vez urge más llevarse la “nómina” y los “pluses” con el menor esfuerzo posible y al margen de los resultados de la propia actividad. Para muchos, con estar dentro de los mínimos- cinco o poco más de cinco- basta. ¿Por qué? La respuesta supone complejidad, pero que cada cual, si se está de acuerdo con la definición de profesional que hice, mire para sí y se responda. Es verdad que en términos económicos y laborales prepondera el caos, la desidia a la hora de la formación y la mala praxis que se observa en lo que se refiere a la concesión de ayudas y subvenciones conduce a lo que hay. Lo dicho y un cambio social caracterizado por eludir las anteriores oportunidades de mejora y abunda en la multiplicación de aquello que es causa de nuestro actual lamento. Un cambio que no sé si es tal cuando habilitan se origine un nexo que, desde mi punto de vista niega a los profesionales: el corporativismo… En días pasados salieron a manifestarse las enfermeras y algunos otros sanitarios de un hospital donde sucedió la desgracia de la muerte de un niño por error o negligencia de una enfermera. Los manifestantes, profesionales indignados, manifestaban así su descontento por lo que, seguramente, en otras ocasiones, es motivo irrelevante a la hora de negociar los convenios que resultan de una de esas huelgas salvajes que pagamos todos. Dicen ahora lo que no han sabido reclamar con toda la energía en su momento: que son pocos, que carecen de los recursos adecuados, etc… Y, si eso es verdad, digo yo, ¿por qué no se está exigiendo todos los días y les lleva a estas señoras y señores a la huelga? Porque todo ser humano se equivoca, se puede equivocar, sin embargo determinados errores, cuando hay vidas de por medio, han de tratarse, a consecuencia del duelo, como tragedias. Y eso no puede ser. No puede ser que salgan ahora y se callen durante los próximos meses, hasta que toquen los sindicatos a arrebato de negociación por el buen dinerito que se llevan al bolsillo. Que se callen las deficiencias de trato de muchos de sus compañeros y compañeras, que omitan prácticas de riesgo y menoscabo de la seguridad general como cuando se ponen de acuerdo entre compañeros y, para lograr tener determinado número de días de libranza, acepten realizar jornadas de veinticuatro horas o más… ¿Creen ustedes que tras una triple jornada de trabajo hay alguien que obre en sus cabales? Pues, esas costumbres, si ir más lejos, pueden haber sido las responsables, sino del luctuoso suceso antes comentado, si origen de muchos problema sanitarios de los que cualquiera cuenta a nada que se suscitan estos temas… En definitiva, pan, mal pan, de todos los días. Con mucho respeto para los que obreros que les hay y son de ley- pero ¿profesionales?: pocos y descendiendo.

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